Opinión

J.K. Rowling y la cámara terfa

Un fotograma de Harry Potter y la cámara secreta
Teresa Giménez Barbat
Actualizado: h
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A mí me encanta este título porque, siguiendo con aquello de que “la realidad supera la ficción”, aún va a resultar que las aventuras en la vida real de la escritora Rowling van a rebasar en exuberancia a las de su Harry Potter. Por desgracia, no de la forma aventurera y lúdica de los aprendices de brujos y sus enemigos. Lo que tiene la realidad de muy mala malosa es que es dónde vive la gente malvada que puede hacer daño. Ríete tú de los “Dementores”.

Pero no es un mal tema literario. No ahora mismo, pues nadie quiere que le quemen la librería, pero en un futuro, me temo que lejano, no digo yo que no. Pues la oleada de irracionalidad más importante de este siglo XXI ha tenido que ver con uno de los hijos más espurios tanto del feminismo radical como del movimiento LGBI en cuanto introdujo una “Q” y una “T” en la ecuación: lo queer/ trans.

El mundo de ficción de Rowling es la literatura fantástica, pero el que comparte con gente de verdad es el del surrealismo. En resumen, por si no conocen el tema: la famosísima escritora ha desenvainado su espada flamígera para desenmascarar toda la anticiencia, falsedad e ideología en vena que hay en una doctrina que afirma cosas tan demenciales como que el sexo no es binario y que un sujeto (o sujeta), con sólo desearlo, puede pasar de uno a otro. ¿Hay algo más binario que eso, por cierto?

Los códigos de blasfemia

Para las feministas llamadas “clásicas” negar la biología más básica no está bien, pero lo peor del asunto es irrumpir en un espacio, el de la mujer, que no les corresponde. Para ellas Rowling sería una bendición del cielo pues su fortuna y su fama la sitúan por encima de los inconvenientes de los mortales ordinarios. Ella se encarga de denunciar esa ambigüedad que exhiben tantos, sean escritores, artistas o políticos oportunistas.

Sin temor a alborotar gallineros con tendencia a la furia desafía incluso las leyes “¡progresistas!” de su propia tierra. En Escocia está en vigor una legislación sobre delitos de odio que penaliza “incitar al odio” contra la raza, la religión, la edad, la discapacidad, la “normatividad” física y la “identidad transgénero”.

¿Recuerdan los antiguos códigos de blasfemia? Hasta siete años de cárcel pueden caerte por expresar opiniones que inciten “al odio” en artículos periodísticos o en redes sociales (como ella, que es la Reina de X ahora mismo). Hasta en casa hablando con el loro. Te persiguen en todas partes, pues los escoceses pueden delatarse unos a otros de forma anónima a través de una amplia red de “centros de denuncia de terceros”, como cuentan en The Spectator. Incluso los niños podrán denunciar a sus padres (esto suena mucho al siglo XX, ¿no?)

La heroína y el sexo biológico

¿Cómo hemos llegado a esto? Quizá al principio nos pareció muy marginal. No aceptábamos “pulpo” como animal de compañía pero teníamos temas más urgentes. Cierto, había un resquemor, una incomodidad, esa vocecita del sentido común, del cableado innato de nuestra psicología más soterrada. Pensábamos en la biología básica del bachillerato y nos daba la risa floja. Hasta que acabamos así, en el caos.

Por suerte, J.K. Rowling es ahora una heroína en la “cámara terfa”, una mujer con super poderes que defiende la verdad de la ciencia y del sentido común en unas redes sociales arrasadas por un contagio social inédito. Y lanza un desafío a los poderes públicos de Escocia: “Si, según los términos de la nueva ley, lo que he escrito aquí se considera un delito, espero que me detengan”.

Y, para animar a otras mujeres críticas pero más pobres, asegura que “todas las mujeres en Escocia que deseen defender la realidad y la importancia del sexo biológico” pueden tranquilizarse pues, “si persiguen a cualquier mujer simplemente por llamar hombre a un hombre, repetiré las palabras de esa mujer y nos podrán acusar a las dos a la vez”. Lo dicho: la realidad supera a la ficción.

Por cierto, acaba de publicarse un demoledor estudio, publicado por la pediatra Hilary Cass, que cuestiona de forma rotunda las terapias de cambio de género y que ha provocado que el Sistema Nacional de Salud Británico deje de recetar bloqueadores de pubertad. Un instrumento más para la batalla de JK Rowling en su cámara de X.