Esta semana ha habido un éxodo masivo de perfiles que usaban la red social X y que han decidido echar el cierre a sus cuentas e irse a otras aplicaciones. Algunos medios de comunicación, como The Guardian en el Reino Unido y La Vanguardia en España, también han anunciado que dejarán de publicar contenido en esta red social debido a su toxicidad. Quienes aún tenemos un perfil activo, aunque hayamos dejado de contribuir hace tiempo, hemos visto como nuestro número de seguidores desciende cada día. Ante esta situación, muchas personas se preguntan si es mejor quedarse y resistir en un espacio totalmente conquistado por las ideas reaccionarias y que premia el odio por encima del entendimiento, o si es preferible abandonarlo.
¿Convencer a quién?
Algunos usuarios (sobre todo usuarias) con ideas progresistas, que crean contenidos sobre igualdad, sostienen que es mejor quedarse para poder contrarrestar a todos esos perfiles que conforman la manosfera. Teniendo en cuenta que la mitad del tráfico de internet proviene de máquinas (bots), ¿a qué porcentaje de esos perfiles nos referimos cuando hablamos de convencer? ¿Son convencibles las programaciones cuyo único objetivo es insultar o acosar digitalmente a determinadas cuentas? Cuando damos charlas o talleres, tenemos la certeza de que las butacas están ocupadas por seres humanos, pero en las plataformas digitales no tenemos forma de diferenciar las interacciones robotizadas de las humanas. Quizás nos estamos desgastando en un espacio en el que no hay posibilidad de conseguir nada. Somos una minoría en un lugar donde las normas las establece un tipo al que, no solo le damos igual, sino que nos quiere eliminar.
El anonimato favorece la deshumanización
Uno de los grandes problemas de la comunicación en las plataformas digitales es la posibilidad de esconderse tras avatares ficticios con nombres irreales imposibles de rastrear. El anonimato confiere impunidad para delinquir, extorsionar, abusar y perjudicar a otros miembros de la comunidad. También impide que podamos empatizar al no reconocer a las personas que están detrás. No vernos las caras implica que no vemos las consecuencias de nuestros actos así que, en estos espacios, el odio y la crispación tienen carta blanca. Una posible solución es la creación de nuevas plataformas en las que los usuarios que no quieran ser visibles ni interactuar con perfiles anónimos puedan hacerlo. Así se crearán comunidades que dejarán fuera a las máquinas y a quienes no dan la cara.
Los mensajes cortos perjudican la comunicación
Sintetizar no siempre ayuda al entendimiento, más bien todo lo contrario. Dejar fuera del mensaje la explicación y el contexto hace que la mayoría de expresiones se centren solo en la parte emocional para captar la atención. Una comunicación basada exclusivamente en las emociones nos relega a un estado de infantilización. Necesitamos conocer las causas y las posibles soluciones (la dimensión racional de los hechos) para no quedarnos en la superficie, desarrollar una capacidad crítica y saber cómo actuar. Necesitamos redes que permitan la explicación detallada o el intercambio de opiniones basadas en el diálogo, no la mera emisión de declaraciones cortas que funcionan más como embistes que como formas de encuentro.
Falta de perspectiva feminista
Hoy en día cualquier iniciativa, ya sea empresarial, mediática o política que no tenga incorporada una perspectiva feminista será percibida como injusta y a la larga resultará dañina para las mujeres. Las redes sociales son espacios digitales que se basan precisamente en las relaciones humanas, con esa premisa la perspectiva igualitaria debería ser cardinal dentro de su estructura y su filosofía. Es obvio que la red social de Elon Musk adolece de perspectiva feminista. No solo no la practica, sino que además se posiciona en contra. Que las mujeres feministas estemos dentro de una estructura que no nos protege y que nos perjudica no tiene mucho sentido.
Verdadera democracia
Si la voz de toda la ciudadanía y las distintas opiniones y formas de expresión no gozan de las mismas condiciones, esa red social no cumple con las ideas de democracia. El bucle infinito nos da la falsa sensación de que accedemos a información ilimitada, pero es un mero espejismo. Nuestros paneles virtuales nos muestran únicamente lo que los dueños de la aplicación quieren. Por el momento no existen entornos digitales que se hayan ganado la confianza de la ciudadanía y se perciban como lugares donde poder interactuar sin ser manipuladas. Ojalá se creen esas redes que mejoren y amplíen las relaciones humanas físicas, mientras tanto tendremos que regresar a los cafés, a los parques y a las plazas.