Opinión

Irrealidad

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Se miró en el espejo, pero no se reconoció. La imagen que veía era la de un hombre de sesenta años, era imposible que fuera él, que tenía poco más de veinte. Tampoco había reconocido a esa mujer, también de sesenta años, que decía ser su esposa. Él estaba casado con una joven de, también, apenas veinte años. Y su hijo…  Era imposible que su hijo fuera mayor que él.

Luciano llevaba en coma cinco años, desde que en 2019 sufrió un accidente, pero cuando despertó del coma su cabeza había regresado a 1980, cuarenta años atrás, y no recordaba nada de esa época de su vida. En su cabeza él seguía siendo aquel chico de veinticuatro que regresaba del trabajo cuando el accidente ocurrió.

Como Gregorio Samsa en La Metamorfosis de Kafka, que despertó convertido en un insecto, Luciano se encontró al despertar con un yo que no era él. Con la diferencia de que Gregorio era un personaje de ficción y Luciano es un hombre real que ha despertado del coma hace apenas unas semanas en Italia.

No hace falta estar en coma para despertar y no reconocer nuestro mundo, sentir que vivimos una realidad que nos es ajena, que no sentimos como nuestra, que sentimos como una irrealidad. Imagino a todo aquel que se ve inmerso en una guerra o que ha perdido todo por una catástrofe natural despertar una mañana, después de una noche o unas horas de sueño, y constatar que nada parece real.

Tampoco hace falta que el fuego o el agua se lleve tu casa para vivir esta situación, basta con perder a un ser querido para comprobar al día siguiente, al despertar, que el mundo, nuestro mundo, ha cambiado completamente, aunque a nuestra mente le cueste aceptarlo y lleguemos a pensar que estamos soñando un mal sueño.  Aunque existen otras situaciones, incluso más cotidianas, donde todo parece irreal. A veces basta con escuchar las noticias de lo que sucede en el mundo para que creamos que vivimos una irrealidad.

Al igual que el príncipe Segismundo en La vida es sueño de Calderón de la Barca, hay situaciones en las que dudamos si estamos despiertos y necesitamos confirmar que no seguimos durmiendo y soñando. «El vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar» nos dejó escrito Calderón.

A Luciano los médicos le han confirmado que ha perdido la memoria, los recuerdos, de casi cuarenta años. Casi toda su vida ha desaparecido de su mente. Luciano necesita que le cuenten su propia vida para poder reconocer en sí mismo a esa persona que desconoce.

Matrix, la película de 1999, presentaba un mundo irreal que parecía real, pero que era una realidad simulada. En este mundo sólo si elegías tomar la píldora roja podías descubrir que el mundo no era real.  Los que elegían la píldora azul vivían una vida feliz, olvidaban cuál había sido su elección y vivían una vida confiada y sin miedo. «Tomas la píldora azul… la historia termina, te despiertas en tu cama y crees lo que quieras creer. Tomas la píldora roja… te quedas en el País de las Maravillas, y te enseño lo profunda que es la madriguera del conejo» le decía Morfeo a Neo en la película.

Numerosos estudios científicos realizan experimentos para tratar de determinar hasta qué punto nuestro cerebro es capaz de discernir si lo que vivimos es real o imaginario. Algunos de estos resultados nos confirman que en muchas ocasiones nuestro cerebro no es capaz de diferenciar entre una experiencia real y una experiencia virtual, que sentimos lo mismo al vivir una experiencia que al imaginarla o al soñarla.

Pienso en Luciano y en ese agujero negro que tiene en su memoria y en su vida. Luciano ha estado cinco años en coma, pero ahora que ha despertado probablemente siente que está viviendo en un sueño, en una irrealidad. Quizá Luciano se pregunta si no es ahora cuando está soñando.