Fue en noviembre de dos mil veintidós cuando se lanzó ChatGPT y desde entonces no hay día que no oigamos hablar de la Inteligencia Artificial (IA). Parece que hay muchas personas preocupadas por hasta dónde puede llegar, cómo puede evolucionar o si puede sustituir a los humanos en muchos ámbitos de nuestras vidas. La realidad es que ChatGPT lleva dos años con nosotros, pero la inteligencia artificial lleva ya unas cuantas décadas.
El término Inteligencia Artificial fue utilizado por primera vez en 1956 en la Conferencia de Darmouth por John McCarthy, doctor en matemáticas e informático. Esta conferencia, que en realidad duró varias semanas, se considera como el punto de inicio de la Inteligencia Artificial como campo de actividad y fue en este evento donde quedó acuñado el término para la posteridad.
Pero incluso antes de esta conferencia ya se había trabajado y teorizado sobre este tema. Fue el matemático Alan Turing, creador precisamente de la Máquina de Turing, el que propuso en 1950 la prueba de Turing, un sistema para evaluar hasta qué punto el comportamiento de una máquina es distinguible o no del comportamiento humano.
La IA está presente en nuestras vidas desde hace mucho tiempo. Asistentes en tiendas online, ciberseguridad, geolocalización o domótica son algunos ejemplos de cómo la inteligencia artificial ha encontrado fácil acomodo en nuestras vidas.
Los avances de la humanidad
Hay muchas personas que hablan de la Inteligencia Artificial advirtiendo del problema que podría suponer que las máquinas terminaran reemplazando a los humanos o sometiéndolos a su poder. Recuerdo el miedo que sentí siendo niña al ver una película donde una máquina inteligente terminaba matando a su creador.
Los escritores de ciencia ficción, además de ser visionarios de un futuro que en muchas ocasiones se convirtió en realidad con el paso del tiempo, nos contaron en el siglo pasado muchas historias sobre robots y replicantes que en algunos casos eran indistinguibles de los humanos.
Isaac Asimov, uno de los maestros de la ciencia ficción explicaba en la película documental Asimov, un mensaje para el futuro, donde precisamente su imagen fue recreada mediante IA aunque el contenido del mensaje del científico y escritor era real, que en toda la historia de la humanidad los avances tecnológicos, cuando han llegado a la vida de los hombres, han generado desconfianza. Y es que cualquier avance trae consigo beneficios y perjuicios, de manera que el siguiente avance genera a partes iguales esperanza y temor.
Lo que hay que preguntarse cuándo llegan estos avances, que en ocasiones cambian nuestras vidas por completo, es para qué queremos que sean utilizados. ¿Queremos IA para, por ejemplo, automatizar la gestión de procesos que de otra manera tardarían años en ser realizados y dedicar tiempo a la creatividad o queremos IA para crear vídeos donde políticos de partidos opuestos se abrazan con jerséis navideños?
El mensaje de Bradbury
Te invito a preguntarte para qué quieres la IA en tu vida. Además, te invito a visitar o revisitar alguna de las obras de las que te hablaba antes. Puedes ver de nuevo Blade Runner o volver a la novela en la que se basó la película ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick. Leer El hombre bicentenario de Asimov donde el robot protagonista termina pidiendo ser considerado humano, o ver la película homónima. Revisar el cuento Vendrán lluvias suaves” de Ray Bradbury, escrito en los años 50, que nos cuenta una escena del año 2026 que aún no ha llegado, aunque mucho de lo recogido en el relato ya existe en nuestra vida actual.
De lo que estoy segura es de que disfrutarás mucho más volviendo a estas obras y descubriendo cuánto de realidad anticiparon, que pidiendo a ChatGPT un resumen de estas. Del tema de los derechos de autor y cómo usa la IA los contenidos de los creadores no hablaré hoy, sólo espero que en algún momento se legisle adecuadamente para proteger las creaciones, ya que el respeto hacia las obras que se utilizan y/o plagian, aunque sea parcialmente parece no existir y a menudo se utilizan sin otorgar los créditos correspondientes a los creadores.
Tampoco me extenderé hablando de la huella de carbono de la IA, que también existe, ya que uno de los primeros informes que se realizaron por un equipo de la Universidad de Massachusetts Amherst, señaló que entrenar un modelo como ChatGPT, produce las mismas emisiones de CO2 a la atmósfera que 125 vuelos de ida y vuelta de Nueva York a Pekín. Nada es gratis, aunque se pague de otra manera.
Yo vuelvo a mi admirado Ray Bradbury para repetir lo que él dijo en más de una ocasión: No me dan miedo los robots, a mi lo que me da miedo es la gente.
Porque llegados a este punto a mí lo que me preocupa no es dónde puede llegar la Inteligencia Artificial, cuánto puede crecer, sino donde puede llegar la Inteligencia Natural y si en realidad ésta puede decrecer.