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El mundo literario llora la muerte de Vargas Llosa: "Un tótem de la escritura en español"
Cristina López Barrios
Actualizado: h
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La noticia del fallecimiento de Mario Vargas Llosa me sorprendió este lunes pasado con una bronquitis de las que no te dejan fuerzas ni para levantarte. En ese estado febril, la primera sensación que tuve fue de irrealidad, como si el genio blindara al hombre de la muerte. Como si ya separásemos la obra del autor, criterio que él defendía y que comparto. Si muchas de sus novelas eran ya inmortales, su autor también había de serlo. Y de hecho lo será, de la única manera que podemos hasta ahora trascender, en el recuerdo de los otros, en el gran legado literario que deja. Mario Vargas Llosa escribió sobre el amor, la política, la traición, la ambición, la censura, la libertad, el poder… Pero también sobre lo que significa escribir en un mundo que cada vez tolera menos la contradicción. Recuerdo un artículo suyo que me impactó, publicado en el diario El País allá por el año 2011, como prólogo o aciago presagio de lo que hoy vivimos con respecto a la llamada cultura de la cancelación que censura, crítica y juzga sin matices y sin piedad. Se titulaba Los réprobos y cuestionaba la decisión del gobierno francés de suspender los actos conmemorativos de Louis-Ferdinand Céline debido a sus vínculos con el nazismo. Decía literalmente: “El talento literario podía coexistir con la ceguera, la imbecilidad y los extravíos políticos, cívicos y morales como afirmó de manera impecable Albert Camus”. Lo que me llevó a la lectura de El hombre rebelde donde este autor francés afirmaba que había crímenes de pasión y crímenes de lógica y en el nombre de estos últimos se habían cometido las mayores atrocidades de la historia de la humanidad, siempre enmascaradas por el disfraz de los valores, las ideologías o las religiones. “Separar, por tanto, al autor de la obra es un principio sano y prudente, porque permite que los libros se defiendan por sí mismos, que hablen por su contenido, su forma, su ambición artística”. Vargas Llosa no defendía a Céline como hombre —todo lo contrario, políticamente lo definía como escoria—, pero sí recordaba que el juicio moral no puede sustituir al juicio literario.

Imagen promocional de la portada de la novela ‘La tía Julia y el escribidor’, de Mario Vargas LlosaVargas Llosa fue para mí una inspiración en muchos aspectos de la teoría literaria, que escribió mucha. Era uno de esos autores que no solo se leen para disfrutar su prosa, sino también para aprender de ella: cómo estructura una novela, cómo usa la sintaxis, cómo para él forma y fondo, es decir trama, formaban un todo único, irrepetible para cada historia. No pocas veces he consultado su libro Cartas a un joven novelista, donde el aspirante a escritor parecía escuchar en su cabeza los consejos del escritor consagrado. Cuando me preguntan qué hay de mí en mis novelas, en mis personajes, suelo citarle: el escritor hace un striptease al revés, decía. El germen, la semilla de la historia, es lo que le pertenece. A partir de ahí, empieza a cubrirse con los ropajes de la ficción. Empezamos desnudos un libro y al escribirlo nos vamos vistiendo. Precisamente, En La literatura es mi venganza, un libro cuyo título uno desearía apropiarse, Mario Vargas Llosa y Claudio Magris conversaban sobre el origen de las historias y la necesidad que el ser humano ha tenido siempre de contarlas para sobrevivir. Vargas Llosa decía que el novelista es el chamán de la edad moderna: cuenta historias, reflexiona sobre el mundo, se hace preguntas, aunque no encuentre respuestas.

Con las novelas de este último chamán que tristemente nos ha dejado, he pasado muy buenos momentos de lectura y me he reído —y mucho— con La tía Julia y el escribidor o Los cuadernos de don Rigoberto, donde el autor toma como inspiración a un pintor que me gusta e inquieta a partes iguales: Egon Schiele. Y la monumental Conversación en La Catedral con esa frase que me quedó como eco de cuando las cosas se tuercen: “¿En qué momento se jodió el Perú?”

La tía Julia y el escribidor (Mario Vargas Llosa) - Cultura
Imagen promocional de la portada de la novela ‘La tía Julia y el escribidor’, de Mario Vargas Llosa
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Así que gracias, Mario Vargas Llosa, por tus libros. Por lo que aprendí leyéndote. Tu manera de entender la literatura —como una construcción precisa, necesaria, profundamente humana— me acompañará siempre.

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