Opinión

¿Hemos alcanzado el “pico trans”?

La Ley Trans en el deporte - Deportes
Teresa Giménez Barbat
Actualizado: h
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Me lo he estado preguntando en los últimos meses. La aparición del “Cass Report”, el demoledor informe sobre la falta de evidencia de los tratamientos que estaban recibiendo los jóvenes inconformes con su identidad de género por parte del National Health Service (NHS) británico, aún retumba.  Y antes de ello, varias clínicas especializadas en tratamientos para niños y jóvenes que demandaban “transicionar” ya se habían echado para atrás. Recordemos en Suecia al Hospital Karolinska, referente internacional en terapias de cambio de sexo, o el famoso centro Tavistock en el Reino Unido. También en estos Juegos Olímpicos, ante casos flagrantes de intrusismo de los hombres en competiciones femeninas, las voces discrepantes se han manifestado con menos complejos. Y en las redes sociales las asociaciones feministas son cada vez más asertivas y menos temerosas a la hora de denunciar la falsedad de que solo por la mera voluntad pueda un hombre considerarse una mujer a todos los efectos. Y al revés.

Como digo, pasito a pasito, pues el terror a ser llamado “tránsfobo” continúa siendo ubicuo. Pero se están viendo algunos progresos en el desenmascaramiento de una de las histerias colectivas más sorprendentes de las últimas décadas. No será fácil, pues, como dice Ayaan Hirsi Alí en un artículo reciente: “la industria multimillonaria que está detrás de las castraciones químicas y las mutilaciones físicas está lejos de desaparecer”. Así que seguiremos sufriendo este delirio durante algunos años más. ¿Hasta que la razón y la ciencia se impongan en un debate lastrado por la ideología y por un imprudente y suicida “anti conservadurismo”? Por desgracia serán los efectos indeseados, algunos de ellos irreversibles, los que llevarán tanto a psicólogos como a orientadores sociales (¡incluso a médicos!) a irse desentendiendo de esta idea enloquecida de que el sexo ni es binario ni nacemos con él. Lamentablemente, aún les tocará sufrir a muchos niños, adolescentes y a tantas mujeres invadidas en sus espacios particulares. Como dice Hirsi Alí “… Los activistas en las aulas y en los lugares de trabajo seguirán exigiendo un trato especial cada vez más absurdo y una censura cada vez más estricta de sus universidades, compañeros, colegas y empleadores.”

Las locuras de masas se han vivido en todos los países y todas las culturas, ninguno está libre de ellas. En Europa, entre 1500 y 1700, por ejemplo, decenas de miles de mujeres y hombres fueron asesinados por ser supuestamente brujos. Pero hoy en día son globales. En el caso del transgenderismo, la lucha por la verdad es difícil porque hay una minúscula parte de la sociedad con problemas de este tipo que son auténticos. Pero la percepción pública de este fenómeno ha superado la realidad hasta tal punto que se ha convertido en un pánico moral. Y cuesta ser combativo en un tema como este, tan delicado. Somos buenas personas y no queremos hacer daño. Y cuando te dicen que “los derechos trans son derechos humanos” y que las personas trans son una población muy vulnerable, prescindiríamos incluso de los hechos y de la ciencia. Pero es muy mala idea. ¿Cómo se producen esos delirios colectivos? Gad Saad en su último libro, The Parasitic Mind, propone que: “De la misma manera que los parásitos cerebrales han evolucionado para aprovecharse de sus anfitriones en el fomento de sus objetivos evolutivos, los virus parasitarios de la mente humana (ideas devastadoramente malas) funcionan de manera similar. Parasitan las mentes, haciéndolas inmunes al pensamiento crítico, al tiempo que encuentran formas inteligentes de diseminarse entre una población determinada… Si bien cada virus mental constituye una cepa diferente de locura, todos están ligados por el rechazo total de la realidad y el sentido común”. Una reflexión muy esclarecedora.