Desde hace ya algún tiempo, un sector de la política y el arte reivindica el valor de la libertad de expresión al justificar la burla o la parodia de alguna religión en concreto. Y apunto bien cuando digo ‘alguna religión en concreto’.
Siempre me ha parecido interesante conocer el origen y los valores de todas las creencias indistintamente; es lo que me inculcaron en el colegio. El conocimiento es una herramienta esencial para poder tomar decisiones en libertad y razonadas. Además, las diferentes manifestaciones religiosas ofrecen muchos datos sobre la evolución de distintas sociedades, además de comprender de manera más objetiva ciertos comportamientos de estas. El conocimiento nos ilustra.
No seré yo quien haga un “ranking” de creencias y religiones, porque esas decisiones corresponden al ámbito más personal de cada individuo. Pero parece que cierto espectro ideológico y artístico sí que aplica su particular “clasificación” de religiones, para valorar algunos eventos de actualidad.
Llevamos tiempo asistiendo a la prostitución del término de progresismo. No hay nada más progresista que el respetar a todas las personas por igual, sin importar su origen, religión o género; es de lo que habla el Artículo 14 de la Constitución Española. Igualdad.
Hay una pregunta que no dejo de plantearme: ¿Por qué hay carta blanca para mofarse de una creencia –y que esto tenga que ser aceptado en nombre de la libertad de expresión– sin importar ese “respeto” característico que se debería tener a la libertad religiosa?
Los Juegos Olímpicos de París comenzaron con un gran escándalo, que provocó que la propia creadora del espectáculo de apertura, Anne Descamps, ofreciera disculpas a los ofendidos por las alusiones en tono de burla a diferentes escenas sagradas para los católicos.
En diferentes medios de prensa nacionales e internacionales, se lleva incidiendo desde hace unos años en la burla direccionada hacia una religión, no respetándola.
Solo el equipo de Charlie Hebdo se atrevió a hacer una sátira transversal, recurriendo a todas las religiones para su contenido, sin distinciones. Puede gustarnos más o menos el tipo de contenidos de la revista, pero al menos fueron coherentes.
Fue esa trasversalidad lo que situó a la publicación francesa en la mira del grupo terrorista Al Qaeda, que ejecutó aquel terrible atentado en enero de 2015.
¿Por qué parece que todo vale al hacer alusiones a ciertas religiones, negándoles el respeto que se mantiene con otras creencias? Vemos a políticos españoles intentar eliminar símbolos católicos o paganizar distintas celebraciones cristianas, al tiempo que celebran en sus redes sociales las festividades de otras religiones, para agasajar a sus comunidades. Allí donde debería primar la celebración de la concordia, resulta evidente la voluntad de atacar a una creencia en concreto y enaltecer a otra.
El más reciente capítulo de esta historia lo hemos vivido hace un par de días, con el alcalde de Soria montado en una especie de papamóvil impartiendo bendiciones con una escobilla de inodoro.
No acabo de entender cómo un representante público, un alcalde socialista, decide mofarse de una religión de manera tan gratuita. Sólo la obligada decencia de representar a esa institución debería disuadirle, no vaya a ser que entre sus votantes se encuentren algunos católicos ofendidos por su parodia. Un alcalde ha de representar a todos sus vecinos, y si no está preparado para respetarles quizás es que el cargo le queda muy grande.
Eso sí, me gustaría preguntarle: ¿Haría la misma sátira con algún elemento representativo de la religión musulmana? ¿O de la judía?
Lo que está claro es que hay cierto grupo de políticos que creen que pueden hacer humor y burla, una y otra vez, sobre una religión en concreto. La realidad es que, se crea en lo que se crea –yo creo en las personas, aunque cada vez me lo ponen más difícil– deberíamos partir siempre de una posición de respeto hacia nuestro entorno, tal y como lo dicta nuestra Constitución.
Es el momento de invitar a quienes utilizan la burla como atributo para darse notoriedad, a que estudien, a que conozcan los valores y las creencias de las grandes religiones mundiales al menos, a que aprendan de ellas desde un punto de vista objetivo, reflexivo y de crítica.
El daño que se lleva haciendo desde hace décadas a la educación en nuestro país nos ha llevado a que cada vez haya menos visión crítica, menos respeto y que se desconozca el significado de la palabra tolerancia.