Últimamente escuchamos mucho eso de que hay que hacer pedagogía, que en román paladino significa que todos tenemos que pagar impuestos. La etimología de la palabra, que proviene del griego, se traduce como guiar al niño, y parece que algunos políticos se lo han tomado al pie de la letra y quieren tratarnos como menores de edad. De entrada, estoy totalmente a favor de pagar impuestos, que conste, pero no me importaría nada que se hiciera también una fiscalización y una reestructuración del gasto, porque la gente ya ha perdido la cuenta de la cantidad de institutos y observatorios públicos perfectamente prescindibles que nos cuestan centenares de miles de euros al año. Recuerdo concretamente que, en tiempos de Mariano Rajoy, su Gobierno suprimió varios de estos entes y hubo uno de ellos que se me quedó grabado: el Observatorio de la Tortilla de Patata. Por eso no debe extrañarnos que hasta el CIS haya preguntado a los españoles sobre si este plato tan típico hay que cocinarlo “con o sin cebolla”. Eso sí, el Centro presidido por José Félix Tezanos nunca encontró el momento adecuado para preguntar por la Ley de Amnistía, que tampoco era cuestión de enredar…
En Alemania el Gobierno tripartito de Olaf Scholz tenía quince ministros para una población de ochenta y tres millones de habitantes. En España, con cuarenta y nueve, tenemos veintitrés, y casi mil asesores. Echen ustedes cuentas. Desde 2018, el Gobierno de Pedro Sánchez ha llevado a cabo casi un centenar de subidas de impuestos y cotizaciones. Hacienda ha registrado unos ingresos récord, al españolito medio le siguen apretando, pero, eso sí, nadie en la administración tuvo tiempo ni ganas de fiscalizar el trabajo de las queridas enchufadas del ministro de Transportes. Jessica Rodríguez lo dejó claro la semana pasada ante el juez del Supremo: le dieron un ordenador, hizo un curso de riesgos laborales, fichaba cada semana y ya. Hasta ahí llegaba su productividad. Ayer supimos además que, según El Español a Claudia Montes, una joven que fue Miss Asturias en 2017, también la colocó Ábalos en otra empresa pública, a la vez que le mandaba bízums bajo el epígrafe de “un amigo”. Ya que estamos, dejo abierta la invitación a mis propios amigos para que sean tan generosos como el exministro (por si suena la flauta)
Pedagogía también habría que hacer con el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, que se ha permitido el lujo de chulearse con la hora a la que llegó al centro de emergencias el día de la riada. Ya saben: “las ocho y veintiocho es después de las siete”. Habría que recordarle a Mazón que está hablando de una tragedia que costó la vida a 224 personas, y que todavía hay tres desaparecidas. Alberto Núñez Feijóo ha defendido su continuidad en el cargo porque es, dice, “el presidente de la reconstrucción”, un argumento que ya nadie se cree a estas alturas y que no está haciendo más que lastrar al partido a nivel nacional.
Puestos a guiar al niño, a seguir haciendo pedagogía, habrá que guiar también a Santiago Abascal, que asombrosamente ha acabado por defender, en lo que a Ucrania se refiere, unos postulados que comparten, en parte, Podemos, Sumar, e incluso una parte del independentismo catalán. De ahí que resulte incluso cómico que el líder de Vox justifique su apoyo a las teorías de Trump porque, ni en política nacional ni en política internacional “se puede coincidir con Pedro Sánchez y sus secuaces”. ¿De verdad?
Sobre el desprecio del presidente americano a Zelenski, su encerrona y sus mofas sobre el atuendo que llevaba, sólo cabe recordar lo que decía el Evangelio de este domingo pasado: “la boca habla de lo que está lleno el corazón”. Pues eso