Opinión

Gratitud

Fotograma de 'El caso Asunta' María Jesús Güemes
Actualizado: h
FacebookXLinkedInWhatsApp

Por las redes sociales circula el fragmento de un encuentro entre Candela Peña y Tristán Ulloa. Es un momento muy emotivo en el que ella reconoce a su compañero de reparto que su ayuda fue fundamental para su actuación en el El caso Asunta. Le dice que valora “su grado de generosidad” porque le sirvió para construir el papel de Rosario Porto. Él la mira y le responde: “Tú haces crecer a todo el que está alrededor”.

En este mundo tan competitivo y acelerado, se hace raro contemplar un instante así. Ver a dos personas que se aprecian, respetan y, sobre todo, se lo dicen a la cara. Qué importante es confesar a los demás lo que valen y lo que significan. Qué difícil es que alguien sea capaz de expresar sus sentimientos sin avergonzarse. La humanidad se ha convertido en un artículo de lujo.

En la asignatura de Educación en Valores Cívicos y Éticos que se imparte en los colegios, los niños aprenden a agradecer a los demás una ayuda o un gesto. Los profesores les explican normas básicas de convivencia democrática y, ya de paso, les dan una serie de herramientas de comportamiento que los adultos parecen haber olvidado. La mala educación trata de imponerse, arrasando por el camino con las personas más sensibles y empáticas.

De todos modos, está bien que los más pequeños lo sepan, pero no que abusen. El libro Las gratitudes de Delphine de Vigan comienza con una pregunta: “¿Os habéis preguntado alguna vez cuántas veces al día dais las gracias?”. Ella misma da cuenta de las ocasiones en la que se hace de forma insustancial. “Gracias por la sal, por la puerta, por la información”, escribe la autora francesa. “Gracias por el pan, por el cambio, por el paquete de tabaco”, prosigue. Para ella son fórmulas de “cortesía, conveniencia” que surgen de manera “automática, mecánica, casi hueca”.

“¿Os habéis preguntado alguna vez cuántas veces en la vida habéis dado realmente las gracias? Unas gracias sinceras. La expresión de vuestra gratitud, de vuestro agradecimiento, de vuestra deuda”, señala, por último, tratando de hacer comprender la gravedad del término.

Dar las gracias es un ejercicio necesario, pero que se debe realizar cuando sea importante. Y de forma sentida, siendo conscientes de su significado y confiando en que los demás lo aprecien. Es un signo de modestia y, según los psicólogos, aporta paz y mejora las relaciones.

En sus obras, De Vigan suele abordar conflictos reales muy duros. Las lealtades, No y yo, Los reyes de la casa, Días sin hambre son solo algunos ejemplos que sirven para ilustrar que lo triste puede resultar hermoso. También son algo autobiográficos y Las gratitudes no es una excepción. Para su protagonista se inspiró en una de sus tías, que fue crucial en su vida y a la que acudía a ver a una residencia de mayores.

Y es que aquí habla, entre otras muchas cosas, de la soledad y de la vejez. El contenido puede no parecer atractivo, pero una vez inmerso en la historia, el lector podrá comprobar que es deliciosa.

Este es un regalo perfecto para dar las gracias a todos aquellos a los que uno quiere. Sabrán leer entre líneas porque el argumento les revolverá y no se explicarán muy bien por qué les gusta hasta que lleguen a su última página con una punzada en el corazón.

Después de joyas así, la sequía literaria se hace pasmosa. Cuesta dar con algo que valga la pena. Al igual que ocurre con la serie de la niña china adoptada. Encontrar calidad conlleva riesgos: luego uno se queda vacío.

Hay quien me ha propuesto cambiar por completo de registro. Después de un asunto tan escabroso, no hay nada mejor que disfrutar de las flores y la ligereza de ‘Los Bridgerton’, una serie en la que las mujeres solo deben preocuparse por pescar marido en un baile de la nobleza. A veces, lo superfluo viene bien para que la cabeza descanse. Voy a dar las gracias a quien me la recomendó.

A partir de ahora, cada vez que lo haga recordaré lo que dijo De Vigan en una entrevista: “Expresar gratitud supone reconocer que no seríamos quienes somos si no hubiéramos conocido a una u otra persona y es también aceptar cierta vulnerabilidad”. Como a ella me parece fundamental “ser capaces de saber que no podemos avanzar solos”.