Opinión

Flirteos virtuales y celestinos digitales

Phil González
Actualizado: h
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No se me dan bien las apps para buscar pareja.

Quizás -y a pesar de ser un hiperconectado digital– no me sienta muy cómodo en la filosofía del encuentro casual. Sin embargo, mucha gente ya ha encontrado a su media naranja en este mundillo virtual. Estas plataformas fueron atrayendo a cientos de miles de usuarios y les convirtieron a estos nuevos procedimientos. Sin embargo, y por diversos factores, recientemente afloraron una cierta “fatiga de las aplicaciones” y unos nuevos comportamientos sociales.

Un amor a primera vista

El mercado del dating creció repentinamente con la llegada de los dispositivos móviles. En el 2019 se estimaba que el 39% de las parejas en Estados Unidos se había conocido online. En Europa, el número de usuarios ya habría superado la cifra de 50 millones. Badoo, Bumble, Match, Meetic o Tinder son algunas de las alternativas disponibles, a cualquier hora y desde cualquier sitio. En España, son unos 5 millones de usuarios en total, de perfil mayoritariamente masculino y millenial.

Conquistaron nuestros corazones

A pesar de un discreto y tímido arranque, las aplicaciones empezaron a tener un gran éxito debido a varios factores. En primer lugar, fue la comodidad de ampliar círculos sociales, conocer a mucha gente, desde nuestros sofás y hogares. En segundo lugar, fue el poder filtrar por geografía, intereses y perfiles. Basadas en compartir nuestras imágenes, permitían también entrever ya algo del aspecto físico y de las personalidades, eliminando de paso la barrera psicológica de los “cara a cara” iniciales.

Con el tiempo, las compañías fueron ofreciendo una variedad de opciones, especializándose en diferentes nichos de clientes. Desde relaciones serias hasta encuentros casuales, para todo tipo de orientaciones sexuales, estilos de vida o círculos profesionales.

El juego del amor

El gaming está en boca de todos. Nos aburrimos cada vez más rápido y la clave del éxito reside, en gran parte, en el factor lúdico. Las apps de citas no podían escapar a este movimiento. Deben ir constantemente renovándose, añadiendo, cada dos por tres, nuevos retos.

Aunque estas “ruletas rusas” potencien el gusanillo de la carambola, su principal motivo de distracción recae en la serendipia del descubrimiento. Funciones como el swipe (deslizamiento de pantalla, a modo de elección o descarte) o los algoritmos de coincidencias fueron emergiendo en las aplicaciones. Esta faceta recreativa potenció aún más su carácter adictivo.

Deterioro de la pareja

A pesar de su enorme popularidad, las aplicaciones de citas no están exentas de desafíos. En los últimos años ha surgido un fenómeno conocido como la “fatiga de las aplicaciones de citas”. Las apps que nos enamoraron tienen como principal reto el no dejar instalarse la rutina.

Los sociólogos hablan de un cierto agotamiento. Probablemente, sea debido al esfuerzo de la búsqueda constante, a la sobreabundancia de una “oferta” aparente o a hacernos pensar que siempre habrá mejores opciones.

Destacan los interesados que las largas conversaciones provocan un subidón y unas emociones exacerbadas iniciales. Luego no llevan finalmente a nada y disminuyen la calidad de las interacciones. Las falsas apariencias pueden llevar también a falsas expectativas, a la urgencia de “quedar con uno” y a tomar malas decisiones. Crece un cierto escepticismo entre todos y muchos deciden finalmente tirar la toalla.

Nuevas tendencias de flirteo

Para contrarrestar esta extenuación, algunas apps están incorporando cambios, como limitar la cantidad de swipes diarios o fomentar las comunicaciones. Sin embargo, el desafío de relacionarse con los usuarios de forma sostenible hace la tarea cada vez más difícil y menos rentable. Al mismo tiempo, aparecen nuevas formas de ampliar horizontes que están ganando popularidad entre las poblaciones.

“¡Siempre hay que estar!”, escuché decir en una presentación al escritor y periodista gallego Xoan Tallón. Y es cierto que si no quieres caer en el olvido, no puedes fallar a las citas sociales. Nuestra cultura ibérica propicia la vida comunitaria y cualquier forma de acelerar las relaciones personales.

Existen, desde hace muchos años, cruceros y viajes para solteros. En Francia, el fenómeno pasta party entre desconocidos hizo furor hace tiempo, así como las white parties donde había que ir todos con sus mesas, sillas, comida y vestidos de blanco. Los grupos de running, trekking o el fating (fitness y dating) mezclan ejercicios, colegueo y opciones de ligoteo.

Los tradicionales afterworks vuelven a estar también de actualidad y aunque no sea su principal objetivo, pueden ser una real oportunidad. Pueden llegar a convertirse, sin querer, en maestros de ceremonia y celestinos.