Opinión

Flandes de arcoiris

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El primer domingo del mes de abril es una fecha marcada en el calendario de los buenos seguidores del ciclismo. Se corre el Tour de Flandes, una carrera entre adoquines y asfalto que está entre los cinco “monumentos” ciclistas, junto con la Milán- San Remo, la París- Roubaix, la Lieja-Bastoña-Lieja y el Giro de Lombardia. Todas estas “clásicas” o carreras de un día tienen en común que se corren desde antes de la Primera Guerra Mundial, siendo la Lieja la más antigua, ya que su primera edición fue en 1892.

Cualquiera de las cinco tiene un encanto especial y único, sea por el kilometraje, nunca menos de 240 kmts en la masculina, la dureza del recorrido, en el caso de la Roubaix y la Flandes combinando tramos de alfalto y “muros” (tramos con gran desnivel) de pavés. En la París- Roubaix hay partes incluso sin asfaltar y un final en el velódromo de Roubaix que ha dejado grandes duelos entre los y las supervivientes que llegaban en disposición de ganar.

Los cinco monumentos tienen edición masculina y femenina, en el mismo día y con un recorrido similar aunque más corto en la versión femenina.

Que en Bélgica hay una gran afición por las clásicas de un día se percibe mirando las cunetas. En los “muros” más célebres de la Flandes no es fácil coger sitio, y la meta en Oudenaarde se llena de gente deseosa de ver a los y las grandes ciclistas. Porque allí hay un gran respeto y admiración por las corredoras, es la única de las clásicas donde llega antes la carrera masculina que la femenina, la organización sabe que el público no abandonará su asiento hasta que no terminen las mujeres.

Así fue este domingo, con la particularidad de que el Tour de Flandes ha visto levantar los brazos esta vez en sus dos ediciones a dos portadores del maillot arcoíris como vigentes campeones del mundo, primero fue Tadej Pogaçar, ganador tras una tremenda exhibición a 18 kilómetros de meta vengando su derrota hace unos días en la Milán- San Remo ante Mathieu Van Der Poel, y después Lotte Kopecky, imponiéndose en el sprint final a las tres ciclistas que le disputaron la victoria, Pauline Ferrand-Prevot, (Visma), Liane Lippert (Movistar) y la última ganadora del Tour de Francia Katarzyna Niewiadoma, que entraron por ese orden.

Así fue como Flandes unió este domingo a los dos campeones del mundo, Kopecky y Pogaçar.
Hace solo un mes, tras ganar en la Piazza del Campo de Siena la Strade Bianche, la primera clásica del calendario ciclista que muchos especialistas reconocen extraoficialmente como “monumento”, pese a que su historia es mucho más corta, el esloveno se acordó en meta de su compañera belga. “Eres el primer campeón del mundo que logra ganar la Strade vestido de arcoíris” le dijeron los periodistas en la zona de entrevistas. “Eso están diciendo, pero si no recuerdo mal, Lotte Kopecky ya lo hizo el año pasado”, zanjó Pogaçar en un alarde de igualdad poco frecuente en el mundillo ciclista.
Pogaçar ha ganado en Flandes por segunda vez, Kopecky ha hecho historia logrando su tercera victoria tras ganar en 2022 y 2023.

La pasada temporada Tadej arrasó, logrando ganar casi la mitad de las carreras en las que participó, con 25 victorias, entre ellas Tour de Francia , Giro de Italia y Campeonato del Mundo. Esa condición de extraterrestre y su forma de ganar, con cabalgadas en solitario durante muchos kilómetros, generan debate últimamente. ¿Es más espectacular verle ganar de esa manera, o sería mejor que hubiera más ciclistas capaces de disputarle las victorias en los últimos kilómetros, como ocurre en el ciclismo femenino?

Kopecky dominó la pasada temporada, pero no de forma tan abrumadora. Ganó 16 carreras por las 15 que logró Demi Vollering. El final de este domingo en Flandes es un buen resumen de las dos formas de ganar y de dar espectáculo. Vencer “a lo Pogaçar” o “a lo Kopecky”, diversión vestida de arcoíris.

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