Opinión

Papá

Actualizado: h
FacebookXLinkedInWhatsApp

Cuando hablaba de él a otras personas era “mi padre”, pero para mí siempre fue papá. Hoy es el Día del Padre y aunque no haya sido un día festivo, y para muchos este día no es más que otro día comercial de los tantos que hay en el calendario, para mí, que siempre lo he celebrado, sigue siendo una festividad incluso aunque mi padre ya no esté conmigo.

Ha cambiado mucho la sociedad en la que vivimos y las figuras paternas. La madre de una amiga, que ahora tiene ochenta años, me contó que cuando era joven aprendió francés y estudió para entrar a trabajar en Telefónica, pero que nunca pudo trabajar hasta que se casó porque su padre no la dejó. Cuando me contó su historia me di cuenta de la suerte que había tenido yo con mi padre y la época en que nací. Me costó imaginar esa vida que vivieron tantas y tantas mujeres donde era imprescindible que tu padre te diera el consentimiento para poder vivir la vida que tú querías vivir y que siguen viviendo tantas mujeres en el mundo actualmente.

Y es que yo tuve la inmensa suerte de tener un padre feminista cuando ni siquiera yo sabía lo que era el feminismo. Crecí junto a mi hermana y si algo recuerdo de mi padre fue que siempre creyó en nosotras, que siempre tuvimos la libertad de elegir nuestro camino y siempre contamos con su apoyo y su mano. Si eres mujer y has tenido un padre así, sabes de lo que hablo. Porque para mi padre yo no era una mujer o una chica, era una persona en el mundo igual que lo era él, con todos los derechos y las oportunidades que él tenía para vivir la vida que yo quería vivir o al menos intentarlo.

Tener un padre así te da esperanza y confianza para salir al mundo. Tienes la certeza de que, aunque no sean todos así, existirán otros hombres como él, íntegros y decentes, que te verán iguales a ellos y te apoyarán cuando estés a su lado. Y te los encontrarás como amigos, como parejas, como compañeros, como jefes.

Siempre he pensado que los padres son los grandes desconocidos de sus propios hijos. Como hijos desconocemos lo que fueron nuestros padres cuando eran jóvenes: sus inquietudes, sus anhelos, sus deseos… Con suerte, cuando se cumplen suficientes años, puedes llegar a ser amigo de tus padres además de hijo y empiezas a comprender cuál fue su historia.

Hace unos meses, ya fallecido mi padre, pasé a formato digital unas películas en super ocho que estaban guardadas desde hace años en una caja. Ignoraba el contenido en detalle, pero sabía que estaban grabadas cuando yo era apenas una niña. Y en esas películas, junto a esa pequeña que era yo, estaba él, joven y atlético como yo no le recordaba. En una de ellas, se tiraba de cabeza al agua y nadaba como un deportista. Tendría apenas treinta y cinco años.

Cuando niña, yo veía a mi padre como mi héroe, le quería, le admiraba, pero desconocía su lado personal. Tuve que hacerme mayor para verlo como lo que realmente era: un hombre con sus fortalezas y sus debilidades, con su mundanidad y con su humanidad, como todos. Y siendo mayores los dos empezamos a conocernos de verdad y a compartir la vida como padre e hija y como amigos.

Nadie nos enseña a ser padre o madres. Se hace lo que se puede, a veces con buenas intenciones que, si sólo se quedan en eso, ya sabes lo que pueden empedrar. Pero al mismo tiempo, como padres y como madres somos lo que damos y el ejemplo que dejamos, todo lo demás es literatura.
Mi padre se fue hace un año y medio y creo que no nos quedó nada por decirnos en vida, pero cada día le echo de menos porque nunca nadie podrá reemplazarle. Era mi padre y mi amigo y cada día teníamos largas conversaciones donde hablábamos, a veces durante horas, de tantos y tantos temas distintos…
Me hubiera encantado que mi padre hubiera podido leer esta columna, se la hubiera regalado por el Día del Padre. Todo lo que cuento aquí ya se lo dije a él en vida y a las personas que me conocen, pero hoy quiero contárselo al mundo. Por eso lo dejo aquí por escrito.

Feliz Día del Padre, papá.

TAGS DE ESTA NOTICIA