El vicepresidente electo de Estados Unidos, J.D.Vance comentaba hace unos días que uno de sus momentos favoritos de esta campaña electoral fue cuando su hija de cuatro años se dirigió a los periodistas que seguían a Trump y les dijo que todos eran fake news. La anécdota la contaba un hombre que divulgó en esa misma campaña la idea de que los inmigrantes haitianos que vivían en Springfield, Ohio, se comían las mascotas de la gente, una teoría que repitió el propio Trump en su debate contra Kamala Harris. Posteriormente Vance admitió que se había inventado la historia para llamar la atención sobre los sufrimientos que las políticas de Biden-Harris provocaban a los ciudadanos de su país.
Era mentira, pero no importaba, porque lo que nos ha enseñado la nueva política es que todo vale si se consiguen los intereses que se persiguen. Nos hemos acostumbrado a que nuestros políticos nos mientan sobre todo y constantemente, y mientras no los penalicemos, lo seguirán haciendo. Lo peor incluso es que las redes se han convertido en jueces de lo que es y no es verdad. No crees a un periodista, pero crees a un tuitero “porque tiene muchos seguidores y dice muchas verdades”. Cierto es que los propios periodistas hemos contribuido, en parte, a alimentar muchas de estas falsas teorías actuando más como militantes que como meros informadores en las propias redes.
Para muchas personas la verdad ya no es algo objetivo, algo que se pueda demostrar. La verdad es lo que digan los míos y, lo que dice el otro, siempre será mentira. Lo hemos visto estos días con lo que ha ocurrido en Valencia: para unos, la culpa de lo ocurrido es de Carlos Mazón, que desoyó todas las alertas y no estuvo donde tenía que estar; para otros, la culpa es de un Pedro Sánchez que ralentizó la ayuda a la Comunidad Valenciana y atribuyó a grupos de ultraderecha los ataques sufridos el día que acompañó a los Reyes a Paiporta. Y es difícil mantener un debate sereno que analice lo ocurrido y concluya que hubo negligencia, y mucha, por ambas partes, y que ha habido, y hay, muy poca humanidad con el sufrimiento de las víctimas y mucho escaqueo por parte de la mayoría de nuestros representantes.
Los políticos se han acostumbrado a presentarse como víctimas de los bulos y de las fake news, divulgando al mismo tiempo sus propios bulos. Ya no importa la verdad, importa el relato que pueda ser vendido a la sociedad y que pueda digerirse fácilmente.
Estos días he vuelto a ver un vídeo en el que Anne Hathaway puso a prueba al público asistente al programa de Ellen DeGeneres. La actriz les pidió que cogieran todos una mandarina que tenían debajo de sus asientos, la pelaran, inhalaran el aire que entraba por el agujero que quedaba entre los gajos, y luego soplaran a través de él. Es un método, aseguraba, que ella utilizaba para relajarse. En un momento dado, Hathaway les decía: ¿os sentís un poco mejor? Y añadía: “¡¡¡¡Es imposible, me lo he inventado todo!!!!” La enseñanza de esto, concluía, es, “no te metas nada en la boca sólo porque te lo pida un famoso”. Pues eso.