Absolutamente. Pero la izquierda prefiere ignorarlo. Por eso la nueva directora del Instituto de las Mujeres, Cristina Hernández, ha reaccionado en forma aburridamente previsible al conocer que en Valencia se había registrado una asociación denominada “Fundación de la Comunitat Valenciana para la Defensa de los Hombres Maltratados”. Y ha declarado en su cuenta de X: “Legitimar una asociación de hombres maltratados es legitimar el negacionismo de la violencia machista. Es financiar el machismo. Es decir que el origen de la violencia que ha asesinado a 1.254 mujeres en España no existe.” Pues, no, señora. Lo que deslegitima al feminismo es precisamente este mezclar churras con merinas, dando a entender que defender a un hombre maltratado es negar que las mujeres mueran mucho más a menudo a manos de sus parejas masculinas que al revés. Desde la cuenta de la Fundación Defensa Hombres Maltratados le han respondido con lo obvio. O sea, que “la existencia de A no significa la no existencia de B”.
Desde los años setenta del siglo pasado se acumulan estudios y metaanálisis (estudios de estudios) que muestran que en el hogar hay también víctimas masculinas y agresoras femeninas. Estas investigaciones se basan en encuestas de tipo confidencial y anónimo proporcionadas por investigadores a diferentes grupos de la población, lo que incluye a estudiantes, muestras clínicas y de comunidad. Esto se hace así para contrarrestar los sesgos de los datos sobre abusos procedentes exclusivamente de registros policiales y hospitalarios que, en un mundo desgraciadamente politizado, según los expertos, tienden a subestimar a las víctimas masculinas. Sus conclusiones básicas se refuerzan año tras año y década tras década: las mujeres ejercen violencia verbal y física contra sus parejas masculinas en una proporción similar a los hombres con sus parejas femeninas, y estos hombres no están libres tampoco de sufrir agresiones severas. El maltrato verbal y físico contra los hombres se refleja en muchas estadísticas entre un 10% y un 30%, y no es para ignorarlo. Es cierto que la diferencia de sexo en términos de lesiones perjudica más a las mujeres, y, en el extremo letal de la agresión, hay claramente más mujeres que hombres asesinados por sus parejas. Pero esto es un tema para otro artículo.
Precisamente por parecerme una gran injusticia que hablar de ello se considere un tabú, decidí organizar en 2018 un acto en el Parlamento Europeo sobre violencia contra los hombres que tuviera en cuenta, sin menoscabo de la lucha por los derechos de la mujer, el sufrimiento masculino. En suma, para poder reconocer la naturaleza compleja y multifactorial del problema de la agresión sin restringir el enfoque de género a un solo sexo. Se tituló “Comprender la violencia íntima de pareja contra los hombres”. Este evento revisó un trabajo de los investigadores Joaquim Soares y Nicola Graham-Kevan, ponentes en el mismo, que fue expuesto en Euromind. Esta investigación, de carácter multinacional y multicultural, clamaba al cielo, pues mostraba que en el ámbito de una pareja conflictiva de hombre y mujer, el reparto de agresiones verbales y violencia no letal (golpes, bofetadas, empujones…) era… del 50%. Pueden acceder al estudio aquí. Y pasó algo que quiero que sepan. Ya empezado el acto, llegó un diputado de la derecha flamenca que se mantuvo todo el tiempo en su asiento y que, al empezar el turno de palabra, usó el privilegio de su rango, tomando el micro el primero. Y aquí legó la sorpresa. Con voz sobrecogida y trémula, me agradeció con toda sencillez que por fin alguien hubiera tenido el valor de plantear en el Parlamento el controvertido tema de la victimización masculina en la pareja. Y nos contó a todos que fue él mismo durante años un hombre maltratado que ni siquiera era capaz de verbalizarlo y mucho menos de denunciarlo. Y que, la última vez que su esposa se puso agresiva, acabó él en un hospital. Y, no, no era precisamente un hombre de complexión frágil. Era un hombre más alto y corpulento que la media.
Así que el president de la Generalitat, Carlos Mazón, no tiene por qué echar balones fuera diciendo que “el derecho constitucional de libre asociación sigue vigente en España “, que es “para todo el mundo” y que esto “no es una decisión de este gobierno”. Más bien puede proclamar con la cabeza muy alta que la Igualdad es un derecho fundamental y que la existencia de la violencia contra los hombres en la pareja es real y ampliamente reconocida por la ciencia. Y que su gobierno no piensa disimularlo.