A veces el verano se esconde en una canción y nos lo encontramos una mañana de enero cuando conducimos nuestro coche camino de la oficina. Aunque puede ser que lo que se esconda no sea el verano, sino aquel viaje que hiciste por el sur de Italia en primavera, la visita a aquel pueblo del Alentejo portugués en las vacaciones de navidad de hace diez años, o el recuerdo de aquella persona que pensabas que ya habías olvidado.
Lo que es innegable es que basta con escuchar las primeras notas para que nuestra mente se traslade allí, de inmediato. Es el poder evocador de la música, que actúa como una máquina del tiempo y del espacio, pues tan sólo con cerrar los ojos volvemos a sentir lo que sentimos entonces, en aquel lugar, en aquel momento, con aquella persona.
Quizá no recuerdes el título de la canción o quién la cantaba, pero te encuentras sonriendo y cantando estrofas enteras. Y te ves solo, o quizá acompañado por las personas que compartieron esos momentos asociados a la canción que ahora escuchas. Y entonces comienzas a bucear en tu memoria mientras se proyectan en algún lugar del recuerdo escenas de aquel viaje, de aquella tarde, de aquel lugar…. «Sí, es esa canción que cantaba esa chica. ¿Cómo se llamaba la canción y cómo se llamaba la chica?»
Exceptuando los olores creo que no hay nada tan evocador como la música. Nieztsche dejó escrito que sin música la vida sería un error, y yo estoy totalmente de acuerdo. Para Schopenhauer, la música tenía una posición privilegiada respecto a las otras artes porque según él, la música es la esencia interior de todas las cosas.
Hay personas a las que les gusta vivir con música, ese es mi caso, lo que no quiere decir que no valores el silencio e incluso lo busques en muchas ocasiones. Recuerdo desde niña escuchar música. Mi padre los domingos escogía con cuidado el vinilo, lo colocaba sobre el plato y ponía música para que se oyera en toda la casa. Después vino la adolescencia, la década de mis veinte años, la de los treinta, y así hasta llegar al día de hoy, cada etapa acompañada por su propia banda sonora.
Cada viaje realizado ha tenido también su música propia. Algunas canciones sonaban en el coche, otras a través de los auriculares cuando desde el avión miraba las nubes o veía pasar los campos desde el tren.
Nunca como ahora hemos tenido tanta facilidad para acceder a la música. La música ha pasado por muy distintos formatos hasta llegar al momento actual, en el que basta un móvil y una aplicación para poder escuchar todo lo que queramos.
Las generaciones más jóvenes que no crecieron ni con vinilos ni tan siquiera con los CDs observan estos formatos como si fueran piezas arqueológicas. Y como con los yacimientos de la antigüedad sucede que algunos no ven más que piedras viejas, en este caso objetos viejos que no necesitan si ya tienen un móvil donde escuchar música, mientras otros se acercan con toda la curiosidad a descubrir el misterio encerrado en el objeto. Por cierto, que los vinilos que el CD dio por muertos hace muchos años, han vuelto con fuerza, tanto los que fueron publicados en su momento de gloria, como los que son publicados por primera vez por grupos o cantantes actuales.
Lo bueno de las aplicaciones es que tienes la información de esa canción que estás escuchando en el momento. Hace años, escuchabas una canción en un local o a través de la radio, y podía pasar mucho tiempo hasta que conocías el título de la canción y quién la cantaba.
Puede que tú estés leyendo ahora esta columna desde un lugar de vacaciones, el de siempre o uno distinto. Puede que incluso sin ser consciente estés escuchando música que con el tiempo recordarás como parte de este viaje. Puede que cuando estás de vacaciones te guste escuchar ese tipo de música a la que las tienes asociadas. Puede que este año no pare de sonar una canción que te encanta o una canción que no puedes soportar más. Da igual, en cualquier caso, pasará a formar parte de tus recuerdos. Y puede que dentro de unos años te vuelvas a preguntar, mientras cantas el estribillo, quién cantaba esa canción.