Por no utilizar términos más gráficos y directos, ya sabéis. Por ser finos. Circunloquio parecido al de la apreciada Guadalupe Sánchez que, el pasado viernes y en otro periódico, al saber que el exdiputado por Más País-Equo Íñigo Errejón culpaba al “patriarcado” de su conducta indeseable, asumió muy agudamente que se refería con ello a lo que tenía “entre las piernas”. Absolutamente.
Sí, en el origen del patriarcado hay unos hombres culpables “por el mero hecho de serlo”. Criaturas con pene que transmitieron a otras criaturas con pene el afán de control de la mujer que dio lugar a sociedades fatalmente estructuradas desde lo más profundo para su dominio. Tanto que ni siquiera ciudadanos concienciados y esclarecidos como los que militan en la izquierda podemita o de Sumar iban a ser inmunes a los malignos cantos de sirena de esa falocracia. Errejón, ¡hélas!, sucumbió a su imperio demoníaco. Como tantos otros. Hay una película que tengo entre mis indispensables: All that Jazz. Traducida en nuestro país como Empieza el espectáculo o El show debe continuar, es un musical del 79 dirigido por el bailarín, coreógrafo y director Bob Fosse y está interpretada, entre otros, por Roy Scheider. El film, de carácter semiautobiográfico, está basado en la vida y carrera del mismo Fosse, y se destacan en él, principalmente, su adicción al trabajo y al sexo (más a algunas sustancias peligrosas).
El protagonista y trasunto de Fosse, Joe Gideon, divorciado de la madre de su hija, mantiene una relación estable con la principal bailarina de su compañía, Kate Jagger, que sufre sus continuas infidelidades. En un momento semi trágico de la película, recién descubierta la última escapada sexual, ella le pregunta entristecida “¿por qué eres tan indulgente con tu po**a?” Un interesante y desesperado intento de justificar la conducta del mentiroso disociando al sujeto, digamos, de su bragueta. Debe de ser algo parecido a esa “contradicción entre el personaje y la persona” de la que hablaba Errejón en su carta.
Muchos hombres se embarcan en esforzadas empresas en busca del éxito, el dinero y el reconocimiento. ¿Para acumular lingotes de oro y chalets horteras? Básicamente, no. Por poner un ejemplo, y sin afán de molestar, Joan Manuel Serrat, reciente Premio Princesa de Asturias de las Artes, contó en muchas ocasiones que decidió dedicarse a componer canciones “porque así era más fácil tocarles el culo a las mujeres”. Y os lo cuento con toda la simpatía y comprensión. Un tío es así. Sobre todo si es joven. Y otro que me gusta menos, Aristóteles Onassis, aseguró una vez que todo el dinero del mundo carecería de importancia si no existieran ellas. ¿Para qué quería ser rico si no? Era feo y bajito, pero conseguía a las que quería. Y si esperabais otra cosa, queridas amigas, sois unas inocentes. Ni Errejones ni Iglesias se hubieran liado tanto creando movimientos y partidos si les hubieran dicho que sería como un sacerdocio con voto de castidad. ¡Qué tiempos los del 15M y posteriores! Aquello debió de ser como el Jardín del Edén, lleno de jovencitas supuestamente liberadas y atraídas, ay, como todas, por el Alfa o el Alfito, cual polillas.
Por desgracia, como decía Pablo Iglesias, cabalgaban “en contradicciones”. Y no la menor de todas que su castillo político se sustentase en una filosofía de las relaciones entre los sexos absolutamente alejada, no solo de sus dinámicas más ancestrales y biológicas, sino de todo sentido común. Y la defendían con la pasión de un émulo de Savonarola, ahí tenemos la hemeroteca. Y, ya veis: la maquinaria del feminismo radical que impulsaron, el sólosíessismo que les dio de comer, les permitió cambiar de casa y de barrio y hacerse con un estatus (fake, pero resultón) de momento se ha comido vivo a uno de sus creadores. Una buena pieza, por cierto.