Hoy seré breve, o eso creo. Cuánto y cuánto bueno nos estamos perdiendo en la sociedad actual. Y así lo constaté una vez más el otro día a través de una conversación inesperada que resultó acabar poniendo en valor algunas ideas que hoy tanto parecen escasear. Si hoy formamos parte de un mundo dominado por lo efímero y lo superficial, diría que aquellos que sepan apreciar que el valor de lo auténtico se está volviendo cada vez más esencial, están también sentando cátedra.
Pese a vivir en un mundo cada vez más personalista, parece que las ideas propias siguen escaseando. O que cada vez más una parte de la sociedad se deja llevar por opiniones en masa, seguramente y una vez más, fruto del ritmo de vida que llevamos, donde apenas hay tiempo para pensar y cosechar opiniones propias. Pero vayamos al fondo y a lo tangible: hablemos de diseño, música, contenido o relaciones personales de calidad, así sobre cómo la sociedad y el momento actual que vivimos nos está influyendo sobre ello. Hablemos de cómo la autenticidad es lo que verdaderamente otorga valor a las cosas, las ideas y las personas.
En un entorno donde las modas y tendencias cambian rápidamente, es fácil perder de vista lo que realmente importa: lo que perdura y tiene un propósito claro. Un mensaje definido y bien construido. Me sorprende y entristece al mismo tiempo ver como si hablamos de música, gran parte de la industria se enfoca en crear éxitos virales que capturan la atención momentánea, sin mensajes que realmente trasciendan. Ya lo decía Luz Casal en algunas entrevistas, donde lamentaba que la juventud se pierda por desconocimiento sus canciones, quizá fruto de un momento que invita poco a conectar o a la reflexión personal. Estímulo constante all the time. Sin embargo, son sus canciones, las de Sabina o tantos otros, las que verdaderamente siguen conmoviéndonos y perdurando muchos años después al ser capaces de hablar de experiencias humanas universales que consiguen ser siempre trascendentales. La autenticidad en la música, como en el arte en general, es lo que al final distingue una obra maestra de un producto desechable. Si bien la balanza, la diversidad y el equilibrio siempre son necesarios, el otro día me contaba y reflexionaba con un amigo sobre que quizá no siempre haya que dar al público lo que quiere, pues al final parte de la crítica o del trabajo de los, llamémosles artistas, se fundamente también en educar en momentos convulsos. Debate abierto en cualquier caso.
Los ideales firmes, fundamentados y evolucionados con el tiempo, sumados a la experiencia, son aquellos que no se doblegan ante la presión social y serán fundamentales a la hora de crear un discurso o esa tan necesaria opinión fundamentada que nos acabe por permitir hablar y entender las cosas desde argumentos sólidos. En un momento donde las opiniones se moldean más por la influencia de las masas que por una reflexión genuina, es más importante que nunca el mantener el fundamento propio. No nos olvidemos que hoy en día una gran parte de la industria acaba sacrificando su voz en favor de lo popular, perdiendo la oportunidad de contribuir a un diálogo mucho más profundo y enriquecedor.
Ojo en este punto, que no todo está perdido. Nombro ahora a dos ejemplos, dispares pero de máxima actualidad: Tangana, que con su admirada “ambición desmedida” está consiguiendo cambiar el rumbo de una industria que, seguramente muchos pensemos que no está en su mejor momento. Todo gracias a una visión propia y cada vez más disruptiva. Por cierto, cuántos le dijeron que no era posible hacerlo. Vayamos ahora a un ejemplo patrio de gran superficie para hablar una vez más de diseño: Zara Home, que cada vez más en su modelo de diversificación y trabajar producto de largo plazo haciendo marca, está dándose cuenta de la importancia de las colaboraciones con diseñadores de prestigio, aportando objetos de larga durabilidad, atemporales y con sello de autenticidad. Cada vez menos asequible a los bolsillos de la gran parte de la sociedad, pero fundamental a la hora de hablar de sostenibilidad y diseño genuino. El olvidarse de las rebajas en ese tipo de artículos, también es digno de mención. Lo auténtico, lo genuino, lo atemporal, no debería devaluarse cada 6 meses. Para nuestra fortuna, cito solo a dos, pero existen aún muchos más ejemplos.
En una cultura que pese a los conocimientos que tenemos actualmente sigue apostando por lo desechable y donde el factor precio sigue mandando, son los objetos que han resistido la prueba del tiempo los que adquieren un valor especial, así como aquellos pocos que parecen poder seguir aportando un valor singular a largo plazo. Y ahí el éxito del vintage, seguramente: llevar consigo historias y recuerdos detrás, o materiales vivos que harán que cueste mucho más remplazarlos.
En una sociedad que se desvía hacia lo transitorio, lo auténtico se acaba por convertir en un valor refugio. Quizá debamos dejar de seguir a las masas, apostar por prescriptores y líderes de opinión, así como cultivar nuestro propio criterio y pensamiento crítico para empezar a detenernos y valorar lo que realmente importa. Y a cuántos ámbitos podríamos llevar esta reflexión. Al final no he sido tan breve, pero sin duda buen momento el de ahora para redescubrir y aferrarnos al valor de lo auténtico y de lo que verdaderamente aporta.