Opinión

El Titanic

María Dabán
Actualizado: h
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El informe de la UCO ha emergido estos días como un inmenso iceberg contra el que ha chocado el transatlántico del Gobierno abriendo en él un enorme boquete de agua que, como ocurrió con el Titanic, puede acabar hundiendo el barco si no se endereza a tiempo su rumbo. El problema es cómo tapar esas fugas porque, hasta el momento, los esfuerzos del Ejecutivo no han dado resultado. Y es que los hechos son los que son, y la realidad es tozuda. Y si los informes de la UCO eran palabra de Dios para intentar eximir a Begoña Gómez de cualquier comportamiento delictivo, ¿quién puede decir ahora que no lo son cuando detalla al milímetro los tejemanejes de Ábalos, Aldama, y Koldo, entre otros?

Pedro Sánchez ha pasado de elogiar a Ábalos por evitar “una crisis diplomática” (recordemos que la bancada del Gobierno aplaudía puesta en pie con entusiasmo al entonces ministro) a entonar aquello de quien lo haga, que lo pague. Pero ya no cuela. No cuela porque nunca se explicó la destitución del todopoderoso Ábalos, y porque, si algo se sospechaba de él, no se entiende que volviera a ir en las listas del PSOE en las siguientes elecciones. Y no cuela porque se ha demostrado que el presidente dio su visto bueno al viaje de la vicepresidenta venezolana a España, aunque ahora sostenga que se canceló porque pesaban sanciones contra ella, pero esas sanciones ya se habían aprobado en 2018, cuando él estaba al frente del Gobierno, por lo que debía conocerlas. Los intentos de explicación de algunos ministros han rozado incluso el ridículo. La portavoz, Pilar Alegría llegó a decir, por ejemplo, que la escala de Delcy Rodríguez en Barajas fue una parada técnica para que el personal del avión descansara; y Félix Bolaños atribuyó todo a un intento de la derecha de seguir ensuciando el nombre de Pedro Sánchez, tarea en la que llevan empeñándose, subrayaba, diez años.

El informe de la UCO daría, de entrada, para tres temporadas de cualquier plataforma televisiva con todos sus ingredientes: adjudicación de contratos públicos a una trama en plena pandemia, reunión en Barajas con una vicepresidenta sobre la que pesan sanciones europeas con posible venta de lingotes de oro de por medio; supuestas mentiras de la presidenta del Congreso que consideraba a Koldo como un asesor más, pero que se dirigía a ella como “cariño” y reuniones de un ministro del actual Gobierno con los miembros de una trama de hidrocarburos. Y qué decir de José Luis Ábalos a cuya supuesta amiga le pagó la trama el alquiler de un piso de 2.700 euros al mes durante dos años, que fue contratada por el propio Ministerio de Transportes y que lo acompañaba a varios de sus viajes, desconocemos en calidad de qué. Como recompensa a sus servicios, el exministro disfrutó, además, de un chalet adquirido por Aldama cerca de Sotogrande, chalet con piano incluido, a petición propia.

Lo malo, piensan muchos, no es lo que ya conocemos, sino lo que todavía podemos conocer, ya que no ha finalizado el volcado de los teléfonos de la trama. Y esto es lo que suele provocar más pánico: el no saber qué es lo que viene.

De momento los socios de Pedro Sánchez, excepto Podemos, dan por buenas sus explicaciones tímidamente, no porque les hayan convencido, sino porque la alternativa siempre es peor. La alternativa es quedarse sin carteras o sin instrumentos para exprimir al Gobierno, por eso el PP no presentará una moción de censura, porque sabe que no cuenta con los votos necesarios para tumbar al Ejecutivo, y porque hacerlo sólo serviría para que sus socios cerraran filas en torno a él y le permitieran seguir respirando un poco más. Como decía José Ortega y Gasset, “el esfuerzo inútil lleva a la melancolía”. Los populares han preferido buscar otra vía para erosionar al Gobierno y han optado por querellarse contra el PSOE en la Audiencia Nacional por financiación ilegal, cohecho y tráfico de influencias.

Pedro Sánchez llegó a la Moncloa a través de una moción de censura en la que reclamaba otra forma de hacer política basada en la limpieza de las instituciones y en la lucha contra la corrupción, Hoy el presidente es un líder cercado por numerosos casos de corrupción que van minando poco a poco su credibilidad y su Gobierno. El Titanic puede hundirse. La duda es si Sánchez cabrá en la tabla.