Llegó Víctor de Aldama, alias ‘El Gominas’, al estudio de Herrera en Cope en Madrid luciendo su habitual indumentaria. Chaqueta sport con pañuelo flamenco en la solapa sobre camisa blanca abierta. Pelo rizado enfijatado hacia atrás y cara de pocos amigos, o de muchos amigos, o de antiguos amigos, socios, que ahora son enemigos. Jugueteaba con un boli rojo entre sus manos como el vaquero baila con los dedos sobre la empuñadura de su revólver antes de que se pueda desenfundar. Aún no habían dado las 9:15 en el reloj de la Carrera de San Jerónimo cuando el empresario comenzó el segundo acto de su particular Traviatta. Volvía a mover ficha, si por mover ficha nos referimos a revolucionar el tablero.
Ya dijimos que no se puede matar a quien ya está muerto. Quien tiene todo perdido, solo puede aspirar a ganar. Y no hay otra victoria posible para alguien desahuciado que conseguir llevarse con él a la ruina a aquellos que antes aplaudían su desvergüenza y hoy reniegan de ella. Parece que Aldama ya da por hecho que entrará en prisión, pero está jugando para que sea el menor tiempo posible.
Por eso esta operación de metamorfosis, esta estrategia de incriminación para intentar pasar de delincuente a héroe, de golfo a defensor de la honestidad en una España entregada a la posverdad y el espectáculo. Quiere ser el malo carismático de esta película. Sabe que hay villanos que se redimen si consiguen presentarse como mártires. Víctor se viste de David, y apunta con su tirachinas a Goliat. Un hombre contra un Gobierno. El nexo corruptor que acusa. Un ‘empresario’ contra un presidente. La estrategia está señalada, acuérdense de aquel mitin el día que salió de prisión, con la puerta de su coche en la mano.
Amenazas y represalias
Herrera le volvió a poner el tapete verde y el jugador de póker empezó a sacar las cartas de esta nueva baraja. Comenzaba expresando su sorpresa sobre lo que calificó de “errores” por parte de la UCO en la trama de los Hidrocarburos. Así se rompió el hielo, a martillazos. La ciega, esa ficha obligatoria para poder jugar la mano. Pero había que subir la apuesta. El sobre, el famoso sobre con información sensible sobre el jefe del Ejecutivo. ¿Existe? Sí, asentía ensimismado el comisionista. Y lo tengo yo, decía. No, no podía decir nada del contenido, que primero la Justicia.
Ah, espera, que hay más. Que le consta que hay una denuncia en la Fiscalía en la que un particular cuenta que Begoña Gómez tiene seis millones de dólares en el extranjero. Y también la mujer de Zapatero. Y María Jesús Montero, a la que ya le había advertido de que iba a tener que comprar crema por poner las manos en el fuego. Mientras, en el Senado, el jefe de Gabinete de la ministra a jornada partida negaba la mayor, pero eludía responder a las preguntas de los senadores, Que sí, insistía ‘El Gominas’, que él había visto los pantallazos, las cuentas, los dineros en un café con uno de los ‘muchos’ empresarios empáticos que se están solidarizando con su arrojo. ¿Puede ser que esas cuentas estén en República Dominicana? Puede ser, zanjaba juguetón.
¿Begoña Gómez? Sí, y además añadió otro cromo, Javier Hidalgo. Otra chincheta que se pinchaba sobre el tablón que quiere colocar en el imaginario de la opinión pública. Y habló de otra reunión con la mujer del presidente y el dueño de la compañía, aparte de la famosa noche en la terraza del hotel, cuando según él la graduada sin cátedra mandó a sobar a sus escoltas. Pero había más: Marlaska. Del póker al ajedrez. A mover el caballo. Que el Ministerio del Interior por orden de Sánchez había filtrado que él contrataba a potenciales yihadistas. Con mucha pompa advertía de que concurrían en un delito de revelación de secretos de Estado y, ojo, –¿dónde está mi cámara?– que, si le acababan asesinando, quería que supieran los españoles que los culpables directos serían Sánchez y Marlaska.
Se agrandaba la leyenda, se perfilaba la épica. Faltaba que el técnico echase mano de Morricone. Repreguntó el periodista sobre lo de las cuentas. El expresidente del Zamora confirmaba e iba a más, que tiene pruebas de que el Gobierno ha intentado pactar con él para “cerrarle la boca”. Terminaba, a la vez que soplaba sobre el cañón humeante de su revólver, redondeando su faena con un alegato político que, como durante toda la entrevista, lo acercaba más a la figura de un candidato que se va a presentar a unas elecciones. ¿Su objetivo? Acabar con este Gobierno ‘que ya no tiene la confianza de nadie’, hacerlo caer. Que Sánchez debería dimitir.
De ahí no se vuelve
Lo cierto es que escasos minutos después de que saliera de la Cadena Cope, conocimos que la Fiscalía había archivado la denuncia que Aldama había puesto a circular al considerarla inverosímil. No obstante, el runrún ya circulaba imparable por el país, y el marco mental ya estaba en el jugoso relato que el comisionista había lanzado. Este juego tramposo del desmentido, hoy a la orden del día, se representaba como una especie de bumerán lleno de karma impactando de vuelta en la cara del socialismo.
Los ministros se tuvieron que pronunciar, teniendo que prestarse a responder sobre una sospecha que el simple hecho de formularla ya ensucia. Y lo tenían que hacer en los pasillos de un Congreso en el que se apuntalaba una nueva derrota parlamentaria. Junts, y sus siete votos, confirmaban su negativa a apoyar el decreto para revalorizar las pensiones. Otro mazazo. Por lo tanto, las caras fúnebres, las ojeras cada vez más pronunciadas de los portavoces socialistas, no se sabía a qué atendían. ¿Aldama? ¿Junts? ¿El hermano que no sabe dónde está su oficina? ¿La esposa y sus negocios? ¿El exsecretario de Organización y su mano derecha con los AIRBNB con luces de neón? ¿La imposibilidad de gobernar? ¿El choque inevitable contra el iceberg de la realidad que se lleva obviando desde aquella mentira, aquel gran bulo, que se contó el 23 de julio por la noche en Ferraz?
Sánchez tiene muchos problemas, y varios se cristalizan en la forma que tienen de gestionar lo de Aldama. En primer lugar: en el mismo momento que hace mes y medio decides igualarte con un presunto delincuente y retarle calificando su testimonio como ‘inventada’, te estás bajando a su terreno. Y de ahí no se vuelve. Por eso Aldama juega con ventaja. En segundo lugar: ¿cómo diantres vas a tachar de farsante y fantasma a un tipo que puede que sea todo eso si has sido el principal precursor de la doctrina de la mentira, esa a la que le has restado sentido rebajándola al rango de ‘cambios de opinión? ¿Con qué legitimidad vas a apelar al honor de nadie cuando ya no tienes palabra que empeñar? ¿Por qué tu credibilidad es más creíble que la de otro fanfarrón?
El antiguo compadre
Y, por último: cómo vas a combatir algo que ha nacido de tus entrañas. Sánchez hoy está arrinconado por dos de sus creaciones. La de ese Frankenstein desmembrado que se hace añicos y la de este tipo extravagante, pero acompañado de un gran abogado, que está dispuesto a morir con las botas puestas. La sombra de la corrupción y la sombra de la imposibilidad de gobernar. Cuál de las dos será la piedra de toque que haga que todo se desmorone. Y frente a esto, solo tiene dos socios fiables: uno muerto y el otro en un continente distinto. Solo le quedan Franco y Trump. Todo ese cuento de la fachosfera. Quizás por eso esta semana hemos conocido que se han encargado desde La Moncloa material electoral. No sabemos si será verdad lo del sobre, qué tendrá dentro. Pero ¿y si viene acompañado de papeletas?
A Aldama se le puede poner de loco, de personaje, de mono con pistola, pero estaría bien que todos los que hoy lo tachan de eso nos expliquen qué hacía este señor tan peligroso para nuestra democracia, Montero dixit, con pase vips en los ministerios, compadreando con la mujer del presidente, recibiendo a la señora Delcy Rodríguez en Barajas, siendo condecorado por la Guardia Civil o estando en libertad gracias a que la propia Fiscalía, la misma que ha archivado esa denuncia a la que ayer dio altavoz, le dio credibilidad. Para contrarrestar las mentiras hay que contar alguna verdad.