Entre todos los despropósitos que protagonizó Luis Rubiales, el ex presidente de la RFEF en la noche de Sidney el pasado 20 de agosto, minutos después de que la selección española femenina se proclamase campeona del mundo, con el gol inolvidable de Olga Carmona, la escena de Rubiales tocándose sus genitales al lado de la infanta Sofía y la reina Letizia quedará como la imagen más grosera y chabacana vista en un palco de autoridades. Si algo se cuida en ese espacio VIP de un estadio de futbol es el protocolo y el decoro de sus invitados.
Además de la vergüenza ajena que provoca el vídeo del momento, se suma intuir que la reina, afortunadamente, no se percata del gesto obsceno, al estar disfrutando de la alegría del momento aplaudiendo a las campeonas. ¿Podemos imaginar su asombro al ver la imagen en el avión, de regreso a España?( ¡Qué vergüenza…!)
Nueve meses después de aquello, Letizia volverá a un palco futbolero para presidir la final de la Copa de la Reina el próximo día 18 en Zaragoza. Y entregará el trofeo a la capitana del FC Barcelona o de la Real Sociedad. Esta vez no tendrán que ser las jugadoras quienes recojan las medallas, como sucedió en la Supercopa del pasado año cuando las integrantes de FC Barcelona y Real Sociedad tuvieron que hacer una especie de self service en otra imagen bochornosa e injustificable que jamás se vería en el masculino.
Echando la vista atrás, y pese a que algunas futbolistas como Aitana Bonmatí sigan insistiendo en que “el éxito fue en vano”, es innegable que ellas han logrado iniciar un movimiento de cambio impensable hace solo un año. ¿Quién iba a decir que a Rubiales no lo iba a tumbar Tebas, ni el contrato de la Supercopa, sino Jenni Hermoso?
Decía Aitana en una entrevista a L’Equipe el pasado febrero que la situación en España con el fútbol femenino “desafortunadamente no ha cambiado mucho”, y comparaba lo sucedido en Inglaterra tras ganar la Euro 2022 “hemos visto un gran cambio tras ese éxito a nivel de país, hubo inversiones en el campeonato (..) no puedo decir que sea lo mismo aquí, queda mucho por hacer, tengo la sensación de que el Mundial fue en vano”.
Suena duro, pero no le falta razón a la última ganadora del Balón de Oro sobre la casi nula repercusión que ese Mundial ha traído a la Liga F, ya lo hemos comentado aquí semanas atrás.
Por eso cada gesto ayuda. La reina Letizia asistió a la final de la Copa de la Reina por primera y última vez en 2019. Su ausencia desde entonces en la final de la competición que lleva su nombre, mientras el Rey Felipe entregaba cada año la Copa del Rey, resultaba chocante. Este año, después de todo lo que ha sucedido
en los últimos meses, con el “beso” aún en los tribunales, la presencia de la Reina es como mínimo, reconfortante. Y lo deseable es que se consolide y pase a ser uno de sus actos fijos cada año.
Ahora falta saber quién estará a su lado. Además de la ministra Pilar Alegría, ¿será el investigado presidente Rocha quién acompañe a doña Letizia, o debutará Vicente del Bosque como presidente de la “Comisión de Supervisión, Normalización y Representación” que el gobierno se ha inventado para “restablecer una imagen correcta de la RFEF”?
Pese a no ser una gran seguidora del fútbol, al contrario que su hija la infanta Sofía, doña Letizia ha vivido in situ los mayores hitos del fútbol masculino primero y femenino después. Como princesa de Asturias vio a Iker Casillas levantar la Euro 2008, la Copa del Mundo 2010, y ya siendo reina el Mundial femenino este agosto. Además acudió a Las Rozas para animar y despedir a la selección antes de su viaje a Australia.
Su apoyo al deporte español junto al rey Felipe VI forma parte de su papel institucional y representativo, y sigue la tradición de los reyes eméritos, quienes siempre respaldaron a los deportistas españoles con entusiasmo en los eventos más importantes.
En esta ocasión, y por su papel involuntario en aquel palco de Sydney, su presencia en Zaragoza, justo este año, 5 años después, supone un respaldo y un guiño a esas mujeres futbolistas que tuvieron que ganarse el respeto que merecían librando una injusta batalla lejos del césped, la de la credibilidad. Esa medalla, más importante si cabe que las de campeonas, ya la lograron.
Aún falta mucho camino por recorrer y más barreras que derribar. La presencia de la reina Letizia , que ya habló de manera vehemente de “fútbol sin etiquetas” en aquella despedida en la sede de la RFEF antes del Mundial, es tan importante como simbólica, en un año tan intenso para ellas.