El PP valenciano considera que la manifestación que reunió a 130.000 personas en Valencia en protesta por la gestión de Carlos Mazón de la DANA fue una concentración politizada y pancatalanista. Quien no haya seguido la política valenciana de las últimas décadas quizás no entienda la relación del pancatalanismo con la DANA. Pero los que hemos crecido en tierras valencianas conocemos el poder del discurso anticatalanista. Cataluña es la responsable de todos los males. Electoralmente funciona.
Es cierto que algunas entidades catalanistas estaban detrás de la convocatoria, pero nunca antes por sí mismas esas entidades habían tenido la capacidad de reunión que tuvieron el sábado. Fue una manifestación histórica. Seguramente porque buena parte de la ciudadanía que salió a la calle no lo hizo en clave partidista, sino expresando, dos semanas después de sufrir la peor catástrofe del siglo, la indignación y la rabia que sienten desde el primer día y que se ha visto reflejada sobradamente en las coberturas informativas.
Pero el PP eligió la estrategia de interpretar los movimientos de la ciudadanía en clave de partido, como si la gente no tuviera criterio, capacidad de movimiento o voz propia. Y esta estrategia no es exclusiva del PP. También ocurrió con el lema “Solo el pueblo salva al pueblo”, que fue interpretado por la izquierda como una creación de la ultraderecha.
En ambos casos se intenta socavar la expresión de un sentimiento ciudadano que existe. Las decenas de miles de personas que se manifestaron en Valencia están avergonzadas de la gestión hecha por el gobierno de Mazón, independientemente de a quién voten, del mismo modo que los vecinos de los pueblos afectados, ante la inoperancia de las instituciones, han acabado considerando, al menos los primeros días después de la Dana, que solo la acción solidaria del pueblo es efectiva.
Somos muchas aquellas a las que nos solivianta que la lógica de la polarización se mantenga incluso cuando hay sobre la mesa cientos de cadáveres y una clara desorganización en la gestión de la emergencia. Podríamos pensar que algunos políticos son incapaces de captar los sentimientos populares. O que algunos de ellos manipulan y tergiversan el sentir de un pueblo para tener una coartada que les permita permanecer en el poder.
Cualquiera de las dos explicaciones son peligrosísimas. Cuando los partidos tradicionales desacreditan cualquier manifestación ciudadana como “politizada” o “sectaria,” refuerzan la idea de que el sistema ignora a la gente y eso es lo que necesita la ultraderecha ‘antisistema’. El desconcierto de la ciudadanía y el descontento social nutren a la derecha radical, que se vende como la verdadera voz del pueblo frente a una clase política desconectada. Un líder aparentemente fuerte promete acabar con la fiesta, desarmar el chiringuito de las autonomías, hacer América grande de nuevo, regir la vida bajo el paraguas de Dios, Patria y familia, o cualquier otra idea simple, clara y contundente que nos dé seguridad ante las grandes incertidumbres que tenemos en el horizonte, como son el cambio climático, la crisis de vivienda o los cambios culturales.
Lo que necesita la ciudadanía, y de paso nuestra democracia, es una evaluación seria, imparcial y profesional de la catástrofe, alejada de partidismos, que permita comprender los errores que se cometieron. Se deben ofrecer a la población explicaciones claras de qué acciones se van a acometer y qué nuevos protocolos se van a establecer para evitar que se repita en el futuro la pérdida de vidas y prevenir al máximo los daños materiales. El pueblo necesita un gobierno que disponga de todos los medios para reparar el dolor causado y ayude a su comunidad a reconstruir lo perdido. Y sobre todo necesita sentirse seguro con sus gobernantes, confiar en que sus mandatarios están al nivel de lo que queda por venir. En las antípodas de presidentes que se van de comilona mientras la población se ahoga o de conselleras de interior que ignoran que existe un sistema de alerta móvil.
Las demandas de la ciudadanía buscan una respuesta real y sincera a sus problemas, no una apropiación política de su malestar. Si no, lo que podría venir en el futuro será peor. El que avisa no es Mazon.