La escalada de tensión que rodea al fútbol español en las últimas semanas se palpa especialmente en las redes sociales, el lugar preferido para acosar a árbitros, periodistas y todo aquel que no “compre” el discurso de los más interesados en desprestigiar las competiciones nacionales y las instituciones que las sostienen.
Por desgracia hay que acostumbrarse a vivir con esta lacra. O desaparecer de la redes. A cada opinión que no se alinee con los intereses de los poderosos “patrocinadores” de este acoso, le sigue una cascada de insultos, descalificaciones y amenazas en redes sociales desde cuentas sin identificar, la mayoría desde fuera del país, sin foto ni nombre ni actividad mas allá de la de insultar por encargo. Al margen de lo desagradable del asunto, es sorprendente que alguien crea que, invirtiendo en este juego sucio, va a conseguir que quien opina libremente sobre lo que ocurre en el mundo del deporte cambie su discurso. ¿En serio?
Uno de los temas de la semana ha sido la sentencia del juicio a Luis Rubiales. Más allá de la cuantía de la multa, y de los 3000 euros de indemnización a la víctima, (sí, 3000 euros para Jenni Hermoso) lo mollar de la sentencia es que el famoso “piquito” es ,según ha dictaminado el fallo, acoso sexual.
Fue un beso sin consentimiento, tal y como siempre defendió la víctima. La estrategia de la defensa intentando demostrar que Jenni aprobó el beso y los meses en los que se puso interesadamente el foco en las bromas y risas de la jugadora en plena celebración, con el afán de insinuar que muy traumatizada no estaba, ha sido en vano. Haber sufrido un episodio de acoso sexual, sea del grado que sea, no depende de la actitud posterior de la víctima, sino de lo que haya sucedido en el momento que se juzga. Lo contrario sería como si cuando a uno le roban, tuviese que esconderse en un rincón a llorar para probar que le han robado.
Parece mentira que con un cuarto de siglo XXI aún haya que subrayar esto, pero a juzgar por los comentarios que se leen en redes sociales, es muy necesario hacerlo. “Por fin se acaba esta pantomima, ahora que se pongan los jueces a trabajar en casos reales de mujeres que de verdad están pasando un calvario. Si eres víctima de algo no sonríes y bromeas como hizo ella” en el yate del viaje a Ibiza, pasándoselo en grande, después de sentirse agredida, muy curioso” “qué pesadlos, por un beso, joder…” muy divertidas y bromeando en el autobús, después sonó el teléfono y cambiaron la actitud… raro raro”.
Estos son solo algunos de los comentarios públicos extraídos de mi propia cuenta de Instagram. Puedo imaginar los que le habrán llegado a ella, una mujer valiente, luchadora, decidida y coherente, ¡imperdonable! Es tremendo comprobar la necesidad de exigir una “víctima perfecta” que estos comentarios muestran, el desconocimiento total de la ley vigente en España y la sospecha recurrente de que Hermoso fuese manipulada políticamente y cambiase su discurso. Como si no tuviese derecho a celebrar… ¡Un Campeonato del Mundo! Como si no tuviera derecho a manejar los tiempos para aceptar y procesar lo que pasó ( y vio el mundo entero) y para decidirse a denunciar a pesar de lo que sabría que le iba a caer encima. Es terrible que aún haya quien quiera ver una motivación económica (¿?) en lugar de la valentía de una mujer que solo exigió el respeto que todas las mujeres merecemos.
Jenni sigue sin volver a ser convocada para la selección, se fue a jugar a México y allí sigue. El coste personal que este episodio que ella no provocó y que le arrebató el momento más feliz de su carrera deportiva no lo compensa ninguna indemnización.
Ojalá lo haga al menos saber que su sentencia sienta un precedente con el que muchas mujeres ya no se sentirán indefensas ante situaciones similares. Como ella escribió recientemente en sus redes, “cuando eres coherente con tu esencia te sientes bien contigo mismo”.