Que se olvide el bueno de mi compadre Jeosm: no hay español con más posibilidades de obtener el próximo World Press Photo que Koldo García. Tampoco creo que, mientras escribo, haya otro paisano que enrabiete tanto a Pedro Sánchez como el exasesor de Ábalos. Imagino al presidente en algún salón de La Moncloa, de los que aparecen en ese boato pedante hecho serie que emite –o como se diga– El País, imprimiendo una fotografía del gólem, recortando su rostro, pegándolo sobre una diana y lanzándole dardos, cuchillos carniceros, copias en miniatura de la bomba Little Boy, etcétera. De alguna manera hay que canalizar el cortisol.
Declara la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, en la entrevista de Pilar Gómez que publicó Artículo 14 este domingo: “Ahora ya no puede negar la evidencia de que tenía una relación directa con el comisionista y conseguidor de la trama, trama en la que Sánchez tiene incluso alias”. La foto de Koldo no es de las que tumban gobiernos, pero sí de las que los varean. De las que pueden dejar lesiones crónicas. El líder del Ejecutivo tiene un máster en supervivencia y, pese a los húmedos deseos de los ruanitos, me da que le queda carrete para rato. Ahora bien, su cerco se está estrechando y el sitio institucional y periodístico al que está siendo sometido se intensifica día tras día. El único consuelo que le queda al presidente es que, en la trinchera contraria, se halla una oposición como salida de las aventuras de Pepe Gotera y Otilio, deslavazada y errática, amén de enfrentada entre sí.
En la sesión de control del 16 de octubre, Alberto Núñez Feijóo le preguntó al marido de Begoña Gómez: “¿Dónde y qué hablaron usted y su mujer con el señor Víctor de Aldama, actualmente en prisión?”. También lo hicieron los periodistas el pasado miércoles, en la cumbre hispano-lusa. En ambas ocasiones, Sánchez regateó al personal a lo Lamine Yamal. Gracias a la foto y a la información que publicó en exclusiva El Mundo en la noche de este sábado –enhorabuena, compañeros–, ya sabemos que el expresidente del Zamora y comisionista del caso Koldo, considerado por la Policía Judicial “nexo corruptor” entre la trama de venta de material sanitario con el Ministerio de Transportes que dirigía Ábalos –y al que atribuye, además, el pago de comisiones al exministro socialista–, y detenido el 7 de octubre por, presuntamente, cometer un fraude de más de 180 millones de euros en el sector de los hidrocarburos, se plantó en el madrileño Teatro de La Latina, el 3 de febrero de 2019, para asistir a la presentación de la candidatura de Pepu Hernández –brillante entrenador de baloncesto, fútil político– en las primarias del PSOE para la Alcaldía de Madrid. Aldama fue un testigo de excepción: se situó en la tercera fila del patio de butacas, a 50 metros de Ábalos. Al finalizar el sarao, accedió a la sala VIP acompañado por Koldo, amarró al macho alfa de Ferraz y, entonces, clic, clic: el que fuera asesor del por entonces secretario de Organización de partido le hizo un retrato sin la calidad fotográfica de los de Raúl Cancio, pero con una carga informativa atómica.
¿Se vio Sánchez con Aldama? Sí. ¿Valen las excusas de hojalata ventiladas por ministros y cargos de Ferraz? No fastidiemos, hombre. ¿Por qué el presidente no respondió las preguntas del líder de la oposición y de los periodistas sobre su relación con el preso? ¿Lo hará en los próximos episodios de este culebrón pingüinesco? Permanezcan atentos a sus pantallas. Y, sobre todo, a Artículo 14.