Opinión

El oráculo de Delfos

Pedro Sánchez - Política
María Dabán
Actualizado: h
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Sólo el oráculo de Delfos sería capaz hoy de acertar cuál será el destino de Pedro Sánchez. Te quedarás, no, dimitirás; te quedarás, no dimitirás… De entrada, parece un poco raro, eso sí, que en un sistema no presidencialista el jefe de Gobierno comunique a través de una red social, no al parlamento, que se toma cinco días sabáticos para reflexionar sobre su futuro. Así de pronto, Sánchez tiene varias opciones: seguir, después de que la militancia y su propio partido hayan cerrado filas en torno a su persona y hayan entonado aquello de “Pedro, quédate”; dimitir e irse a su casa, o intentar irse a Europa; dimitir y convocar elecciones, siendo él o no el candidato; o presentar una cuestión de confianza que le obligaría a obtener el sí o la abstención de Junts en plena campaña catalana. ERC ya adelantado que le apoyará, y Puigdemont le ha animado a dar el paso sin desvelar, eso sí, el sentido de su voto. El jefe del Ejecutivo juega con una baza a su favor, que la Ley de Amnistía todavía no se ha aprobado, y que los independentistas la quieren a toda costa.

Vicente Vallés decía en El Hormiguero que Sánchez es “el presidente de las primeras veces”: fue al primero al que echaron de la secretaria general de su partido para luego volver; el primero que llego a Moncloa a través de una moción de censura; el primero que gobernó con la izquierda y con los independentistas; el primero que gobernó aun no habiendo ganado las elecciones… Y puede que sea, también, el primero ¿en?

El presidente atribuía a una “coalición de intereses derechistas y ultraderechistas” el haber

puesto en marcha “la máquina del fango”, cuando en realidad, lo que tiene es un problema judicial. Olvida quizá Sánchez que a Aznar se le llamó asesino, que a Ayuso se le ha acusado de matar ancianos, y que se ha hablado hasta la saciedad de su padre, fallecido, de su madre, de su hermano y de su novio (aquí sí, con razón). Olvida Sánchez que él mismo llamó “indecente” a Mariano Rajoy en un debate televisivo, olvida, que la propia comisión de investigación del Congreso sobre la compra de material sanitario durante la pandemia, ha pedido las declaraciones de la renta de los últimos cinco años de la hermana y del cuñado de Feijóo. Olvida que, en una sesión parlamentaria de hace pocos días, la vicepresidenta María Jesús Montero aseguró que la Xunta, en época de Feijóo, había dado subvenciones a una empresa en la que trabajaba su mujer, obviando, además, que la misma empresa había negado el día anterior esta información. Olvida que él mismo desde el escaño, hacía gestos y murmuraba: “y más cosas”; y olvida Sánchez que, en numerosas ocasiones, ha hablado de los vínculos de Feijóo con un “capo” del narco gallego.

El problema pues, en este caso, no es el fango, es el doble rasero. No puedes ver fango en los ataques de los demás y ver aguas cristalinas en las arremetidas de los tuyos. Harían bien pues los partidos en serenar el debate y dejar que los jueces hagan su trabajo, lo cual no supone presumir, a priori, la culpabilidad de nadie.

En la época de la II República un diputado le llamó a otro en un debate parlamentario “el señorito de los calzoncillos de seda”; a lo que el aludido replicó: “seguro que se lo ha dicho su mujer”. Y la que se lio fue monumental. Sirva este ejemplo para recordar que la bronca, y el fango, no son exclusivos de nuestros días.

De aquí hasta el lunes se multiplicarán las teorías y las hipótesis sobre el futuro de Sánchez, pero a lo mejor a lo que aspira el presidente es a variar un poco la famosa frase de Adolfo Suárez que luego repitió Julio Anguita. Ellos dijeron: “queredme menos y votadme más”. Sánchez dirá “queredme y votadme más”.