Este sábado, mientras Tadej Pogačar protagonizaba su última gesta llegando en solitario a la Piazza del Campo de Siena para lograr su segunda “Strade Bianche” consecutiva, esta vez vestido de arcoíris, un rótulo en la retransmisión de televisión advertía sobre lo inédito de su victoria. “Ningún campeón del mundo ha logrado ganar la Strade Bianche en sus 19 ediciones disputadas.” Y así era, efectivamente en su edición masculina. La “maldición del arcoíris” se hacía añicos de la mano del esloveno extraterrestre.
Pero el propio Tadej se encargaba en la entrevista post victoria de reivindicar que no era él el primero en lograrlo. “Todo el mundo está diciendo que soy el primero en ganar la Strade Bianche de arcoíris, pero si no recuerdo mal, Lotte Kopecky ya lo hizo el año pasado”.
La repuesta de Pogaçar en meta vale más que cualquier campaña de marketing en la semana del 8M. Y más viendo en qué condiciones entró en meta, con el maillot roto y ensangrentada su rodilla tras una dura caída a 50 kilómetros de meta, después de 213 kilómetros de carrera y 16 tramos de tierra. Sus magulladuras no afectaron al mensaje que tenía en la cabeza.
Tadej quiso poner en valor la victoria de la belga Lotte Kopecky el pasado año, ciclista extraordinaria, vestida de arcoíris, como él. Pudo añadir a Annemiek Van Vleuten, que también ganó en 2020 la carrera toscana vestida de arcoíris. Cada uno o una en su competición, cada uno o una su mérito.El mensaje feminista de Pogaçar fue difundido rápidamente por los medios de comunicación y las redes sociales.
El ciclista esloveno conoce de primera mano las diferencias entre la repercusión de su deporte a nivel masculino y femenino. Su novia, la también eslovena Urska Zigart es ciclista profesional en el AG Insurance Soudal. Ella también corrió la Strade Bianche el sábado, en su edición femenina, entrando en el puesto 51.
El mejor ciclista del mundo aprovecha cualquier ocasión para poner en valor el trabajo de su compañera de vida, y en definitiva, de las ciclistas que compiten con unos salarios infinitamente inferiores a los de sus compañeros masculinos, pero con una dedicación y entrenamiento semejante, aunque algunas carreras estén recortando las diferencias en premios.
El pasado verano, Urska Zigart sufrió una gran decepción al no ser convocada por su país para los JJOO de París, pese a ser la vigente campeona eslovena. Tadej recurrió a su Instagram para reivindicar el disgusto “Wow, qué decepción, Urska Zigart, la doble ganadora de Eslovenia y la mejor corredora del país no ha sido seleccionada para los JJOO. Sin palabras”. Ella reveló en una entrevista posterior que le aconsejó que no lo hiciera.
La cosa fue mucho más allá de un post en Instagram. Veinticuatro horas después de ganar su tercer Tour de Francia, Tadej Pogaçar anunció que renunciaba a correr los JJOO de París representando a su país. Sin explicación oficial, no parece haber ninguna otra más que la de su indignación por la exclusión de Urska en la convocatoria femenina.Sin ser ni de lejos una fuera de serie como él, suena extraño que el seleccionador Gorazd Penko optase por otra corredora, Urska Pitar, que casualmente corre en el equipo que él dirige, el BTC City Ljubljana Zhiraf Ambedo en detrimento de la vigente campeona nacional en ruta y contrarreloj Zigart.
Son escasos los ejemplos de deportistas hombres que reivindiquen el deporte femenino y los méritos de sus compañeras.En España echamos de menos las voces de los jugadores de la selección cuando estalló el caso Rubiales . Tampoco advertimos gran entusiasmo de los futbolistas ante el éxito del Mundial de Australia que lograron, contra viento y marea, sus compañeras.
Son necesarios más ejemplos como el del extraterrestre Tadej Pogaçar, que a los numerosos valores que ya conocíamos, esta semana ha sumado uno más. El de reivindicar que los triunfos de sus compañeras tengan el reconocimiento que merecen.