Sí, los hombres también son víctimas de la violencia de pareja. Y, en nuestra parte del mundo, cada vez más. Lo dice un interesante estudio publicado en la revista Sage titulado Cross-Cultural Differences in Physical Aggression Between Partners: A Social-Role Analysis. En el mismo, leemos: “En las naciones occidentales desarrolladas, ambos sexos cometen actos de agresión física contra sus parejas. Los datos de 16 naciones mostraron que este patrón no se generalizaba a todas las naciones. La magnitud y la dirección de la diferencia entre los sexos estaban altamente correlacionadas con las variaciones a nivel nacional en el empoderamiento de género y el individualismo-colectivismo. A medida que aumentaba la igualdad de género y el individualismo, la diferencia de género en la violencia de pareja se desplazó en la dirección de una menor victimización femenina y una mayor victimización masculina. Un segundo análisis de 52 países mostró que 3 índices de victimización de las mujeres también estaban inversamente correlacionados con la igualdad de género y el individualismo. Las actitudes sexistas y la aprobación relativa de las palizas a las esposas también se asociaron con las tasas de victimización de las mujeres, pero no los niveles generales de delitos violentos. Los hallazgos se discuten en términos de un enfoque de rol social para las variaciones en las diferencias sexuales entre culturas.”
Efectivamente. Desde los años setenta del siglo pasado se acumulan estudios y metaanálisis (estudios de estudios) que muestran que en el ámbito doméstico hay víctimas masculinas y agresoras femeninas. Estos trabajos se basan en encuestas confidenciales y anónimas suministradas por investigadores a diferentes grupos de la población, lo que incluye a estudiantes, muestras clínicas y de comunidad. Se hacen así para paliar los sesgos de los datos sobre abusos procedentes exclusivamente de registros policiales y hospitalarios, que según los expertos tienden a subestimar la victimización masculina. Cometiendo la mayor de las injusticias contra nuestros conciudadanos varones. Es más que posible que el sectarismo y la ideología cerrada mantengan estereotipos sobre la pareja en los países occidentales que no se corresponden ya con la realidad.
Y eso me hace pensar en una situación que viví cuando, siendo eurodiputada, organicé en Bruselas un acto que llevó por nombre: Understanding Intimate Violence Partner Against Men. Verán. Estábamos en diciembre del 2018. Hacía un año del intento de golpe de estado separatista en Cataluña. Eran tiempos de tensión. Y a mí, cuando celebraba algún evento, sobre todo si tenía tintes “comprometidos”, y los tenían casi todos, me solía aparecer algún independentista, su asistente o algún otro enviado para tomar notas de lo que pudiera serles útil para poder acusarme de algo. Y apareció uno de ellos, y de los importantes. Un individuo alto y fuerte entró en la sala de la conferencia llevando en la solapa el inconfundible lazo amarillo de los indepes. En este caso un diputado de la derecha flamenca, que estaba siempre con Tremosa, Puigdemont o algún otro. El acto transcurrió sin incidentes y llegó el turno de palabra. El flamenco tomó el micro, y la situación dio un vuelco de arriba abajo. Ni era un espía, ni había venido a ver qué pillaba ni, por lo que parecía, tenía la menor idea de quién era yo, aparte de una diputada de Alde. Y con voz emocionada y trémula fue y me dio las gracias por lo que consideró una charla extraordinaria que nunca creyó posible ver en el Parlamento. Y que supiera lo reconocido que estaba de que por fin alguien hubiera tenido el valor de plantear el delicado tema de la victimización masculina en la pareja en aquel lugar. Que él había sido durante años un hombre maltratado, sin ser siquiera era capaz de hablar de ello ni denunciarlo. Que la última vez que tuvo una discusión con su esposa ésta le envió al hospital.
Los asistentes estaban sobrecogidos. Ante sus ojos un eurodiputado les estaba confesando que su mujer le pegaba. Y eso, créanme, es muy valiente y nada usual. Pero, como he dicho al principio, a nadie le importan los hombres maltratados. La Fundación Defensa Hombres Maltratados (FundaHOM), por ejemplo, que llegó a atender a 820 hombres víctimas de violencia de pareja, ha tenido que dejar temporalmente de ofrecerles sus servicios de atención directa por falta de medios. Y eso que, como informa el vicepresidente de la asociación ANAVID Jesús Muñoz “en el 2024, en el ámbito doméstico, han muerto asesinados 34 hombres”. Algún día miraremos atrás y no lo entenderemos.