Opinión

El juego de la oca

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De elección en elección, y tira porque te toca. El pasado fin de semana asistimos a la más reciente partida del particular “juego de la oca” de la política española.

Los resultados de las elecciones europeas han provocado un terremoto con varios epicentros a lo largo del continente, incluida una nueva convocatoria electoral en Francia y dimisiones de diferentes líderes políticos, entre los que se cuenta nuestra ministra y vicepresidenta Yolanda Díaz.

En España la ciudadanía le ha otorgado la victoria al Partido Popular, aunque menos holgada de lo que algunos podían esperar, mientras VOX no pierde fuelle y se afianza como tercera fuerza en el tablero político. Del otro lado, el PSOE de Pedro Sánchez ha logrado salvar los muebles a costa de quitar apoyo a casi todos sus socios de investidura, con una debilidad manifiesta de la mayoría de los partidos nacionalistas y el recrudecimiento de la guerra entre Podemos y Sumar.

Y a la derecha de todos, la irrupción de un diferente y subestimado invitado: Se Acabó La Fiesta.

El PP ha sumado el apoyo de casi un millón y medio de nuevos votantes, comparado con sus resultados de 2019, lo que se ha traducido en nueve escaños más en la Parlamento Europeo; pero queda, de nuevo, la sensación de que a los de Feijoo les cuesta carburar en la campaña. Tendrán que reflexionar en Génova sobre lo que ha sucedido en las más recientes citas electorales, y por qué la recta final de la carrera se les hace larga y agotadora, a pesar de tener el viento a favor.

Dos millones cien mil votos se ha dejado el PSOE por el camino desde hace cinco años. La cifra suena abultada, pero la realidad es que ha supuesto la pérdida de tan solo un escaño. Las cartas de amor y la estrategia de victimizarse están resultando muy rentables. A los tácticos de Ferraz les pasa todo lo contrario que a sus adversarios: han demostrado que son capaces de reconducir tendencias en campaña, sobre todo en los últimos días antes de la cita electoral.

A la izquierda del Partido Socialista, los excompañeros de coalición Podemos y Sumar han perdido casi ochocientos mil votos. Un resultado muy por debajo de sus expectativas, que ha provocado la casi-dimisión de la ministra, que anunció que dejaba la dirección de Sumar, pero que no se apartaría ni de la Ejecutiva de la organización, y mucho menos de la silla en el Consejo de Ministros. Un fracaso, el de Díaz, que se redondea con el “come back” de Irene Montero a la primera línea.

Y apenas se confirmaron los resultados definitivos, en los medios de comunicación solo se hablaba de la gran sorpresa de la noche: los 800.000 votos que alcanzó la nueva plataforma de Alvise Pérez. Un resultado que debería provocar una enorme reflexión, y no hablo de ideología ni de propuestas; me refiero a la estrategia de campaña desplegada en los últimos meses por Se Acabó La Fiesta.

Una candidatura que entendió cómo han mutado las formas de comunicarse con los electores y ha utilizado a su favor el “efecto madriguera”, el algoritmo de las redes sociales, llegando a una gran base de nuevo votantes que no se sienten interpelados por la política tradicional. Una campaña low cost, disruptiva y desarrollada únicamente en canales digitales.

Nuevos métodos y mensajes que saben llenar el espacio que ha quedado vacío, por ejemplo, por la caída de las diferentes coaliciones de partidos nacionalistas o por la -esperable, según todos los sondeos- desaparición de Ciudadanos. ¿Cambia algo en el panorama europeo? Parece que no. La formación del nuevo gobierno en Europa sigue en manos de populares, socialistas y liberales, por lo que no se esperan cambios significativos. Pero el aumento de apoyo de los movimientos de extrema derecha en todo el continente deja una sensación de incertidumbre sobre el futuro.

Las nuevas instituciones comunitarias deberán tener en cuenta que el romanticismo no siempre resuelve, que las teorías abstractas no llegan a la sociedad y, sobre todo, que desde hace mucho tiempo no se atienden las preocupaciones del día a día de los ciudadanos.

Asfixiar el campo europeo no es una opción, y tampoco se pueden postergar más los acuerdos serios en materia de inmigración irregular. Y asuntos capitales como hablar de defensa y de seguridad debe dejar de ser un tema tabú en Estrasburgo y en Bruselas. Por ahora toca esperar un tiempo antes del próximo movimiento en esta partida. Veremos si los líderes del continente han aprendido algunas lecciones, mientras en España seguimos tirando los dados para no salir de la misma casilla.