Comienza el 2025 y como no puede ser de otra manera, también comienza el desarrollo de esas listas infinitas de propósitos que por supuesto – véase la ironía – cumpliremos en este nuevo año. Listas más elaboradas que las enviadas a sus majestades los Reyes Magos de Oriente.
Un país que se precie debería también presentar esos nuevos propósitos y objetivos para conseguir contagiar una motivación en la población y así avanzar como sociedad, con objetivos y con sendas establecidas para la consecución de estos.
Desde hace mucho tiempo escuchamos descontento, escuchamos queja, indignación y sobre todo mucha desgana. Los discursos acerca de lo malo que es el mundo, sobre todos los derechos que tenemos y cuantos se están vulnerando en cada segundo cada día cobran más protagonismo. La queja por la queja, la reclamación de derechos por bandera y un poco de animosidad contra el que “tiene” salen a pasear.
La envidia como deporte nacional hace que parte de nuestra sociedad vea como algo negativo que ciertas personas prosperen, que ciertas personas avancen, que crezcan, y que incluso ¡sean ricas!
La realidad es que todos partimos de los mismos derechos, y es por esto por lo que el reclamarlos entra dentro de una perspectiva lógica. Lo que queda fuera de esta visión racional es el pensar que mis derechos no van asociados a deberes, o que por ejemplo, los logros no llevan aparejados ciertos esfuerzos.
Uno puede decidir no hacer nada, vivir del estado, evolucionar hasta ser en un experto en subvenciones y, al fin y al cabo convertirse en una rémora del estado. Pero también uno puede decidir trabajar, esforzarse, mejorar y superarse.
No pretendo con estas líneas abrir un debate sobre la igualdad, pero en cierto modo, es necesario empezar a romper ciertos tabús impuestos.
Es injusto que dos personas trabajen en un mismo puesto y ganen diferente, en eso estamos todos de acuerdo; pero convendrán conmigo que también es injusto que todos queramos lo mismo, sin tener que esforzarnos de igual manera.
Uno tiene derecho a decidir no trabajar, a elegir las prioridades en su vida y cómo la quiere vivir, pero tenemos que ser conscientes de que cada decisión va aparejada a un resultado.
No debemos pretender tener lo mismo sin trabajar que uno que trabaja, no debemos pretender prosperar igual que uno que le dedica a su empresa todas las horas del día, no debemos pretender tener si no queremos esforzarnos para llegar a ese punto.
Todos tenemos derecho a todo, pero también tenemos unos deberes asociados que muchos ignoran de manera deliberada.
El suprimir la meritocracia nos ha llevado a este estado utópico en el que creemos que todos merecemos lo mismo; y la realidad es que no. Las viviendas no son gratis, los ahorros no caen del cielo, los trabajos no salen de debajo de las piedras, y el “trabajo” en el que se cobra por no hacer nada no existe, a eso se le llama subvención.
Quizás puede parecer duro el término de “rémora del estado” que utilicé unas líneas más arriba, pero la realidad es que el estado y todo el sistema ha de servir de paraguas protector para aquel que no puede, para aquel que SÍ que es vulnerable, para aquel necesita en un momento que se le rescate; y NO para
aquellos que aplicando la Ley del mínimo esfuerzo viven del trabajo de otros aspirando a que alguien les dé por derecho, lo que otros trabajan.
El privado no puede ser el “escudo social”, porque para eso ha de estar el estado; y el “escudo social” ha de existir para los que realmente son vulnerables. La responsabilidad del gobernante en este asunto es ineludible, aunque desde hace un tiempo miran hacia otro lado porque es más sencillo descargar esas “cargas” en el trabajador.
En la virtud del pedir está la del no dar se decía, y en la de codiciar el bien ajeno debería estar la del trabajar para llegar allí.
Los derechos tienen aparejados deberes, y sin estos últimos, no seremos más que una sociedad pobre, sin aspiraciones y sin opciones de mejora.
A modo de reflexión final me gustaría plantear unas cuestiones: ¿quién se beneficia de una sociedad pobre? ¿quién gana?, ¿a quién le interesa un escenario de buenos y malos?
Imagínense que sociedad seríamos si nos enseñasen de nuevo a que el esfuerzo es imprescindible para poder avanzar.