Opinión

El dólar se llama Donald Trump

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Todos le conocemos. Es la imagen del billete verde que domina la economía mundial. George Washington no sólo fue el primer presidente de los Estados Unidos, sino que es considerado como el padre de la patria. Gestionó el país entre 1789 y 1797. De él escribió el congresista y militar Henry Lee III que era “piadoso, justo, humano, templado, sincero, uniforme, digno y sobresaliente”. Por eso, su nombre lo lleva la capital el país, un estado, universidades, colegios, calles y plazas. Su imagen es tan icónica como la bandera, el himno o el escudo. Buena parte de su legado se encarna en los valores americanos.

Donald Trump, a no ser que se produzca un improbable vuelco de última hora, será en enero el 47º presidente de los Estados Unidos de América. Su poder no sólo regirá sobre los límites del territorio americano, sino que su influencia será enorme en el resto del planeta. La campaña ha sido dura entre ambos candidatos y llena de reproches, descalificaciones e insultos. Un ejemplo más de lo peor de esta polarización ideológica que domina la mayor parte de la política mundial. Ese fango que mancha la conciencia de los países insulta su historia y asquea a una mayoría de la población que prefiere la inclusión, la concordia y el respeto.

La campaña económica

Impuestos y aranceles han dominado la campaña en el terreno de la economía. Como telón de fondo aparece el proteccionismo, la enemistad con el exterior y la lucha contra el cambio climático. La agenda económica trumpista, conocida como maganomics, no se puede calificar como un cuerpo político, más bien como una aplicación improvisada de los principios y creencias del líder republicano. Los acontecimientos y los fantasmas del candidato han insuflado mayores dosis de populismo y radicalidad con respecto a la que le llevó a la Casa Blanca en 2016. Trump la resume en esta frase que habla por sí sola: “Ofreceremos impuestos bajos, regulaciones bajas, costes energéticos bajos, tipos de interés bajos e inflación baja, para que todo el mundo pueda permitirse comprar alimentos, un coche y una bonita casa”.

Los ejes de la política económica del nuevo presidente se centran en una atrevida bajada de impuestos, altos aranceles para los productos extranjeros, mínima regulación bancaria, potenciación de los combustibles fósiles y reducidos tipos de interés. La caída de la recaudación fiscal la pretende cubrir con sus agresivos aranceles. Estas medidas podrían conducir a un crecimiento de la economía, aunque limiten la recaudación fiscal y eleven el colosal déficit.

Trump está dispuesto a mantener la tensión comercial con China y Europa elevando las barreras comerciales. Plantea un arancel del 60% para la importación de los productos chinos. Para el resto del mundo, fluctuaría entre un 10% y un 20%. Es su medida para proteger la industria y los puestos de trabajo de los americanos. En su discurso ante la Convención Republicana, lo dijo con todas las letras: “hace tiempo que otros países se aprovechan de nosotros, siendo a menudo considerados nuestros aliados. Nosotros perdemos empleos e ingresos, ellos lo ganan todo y acaban con nuestras empresas”.

Bajos impuestos ha sido, es y será su bandera. Defiende una rebaja fiscal con tipos mínimos para la renta, créditos fiscales para familias y para recién nacidos, exenciones para sucesiones y reducción o eliminación de los impuestos sobre plusvalías o patrimonio. También eliminará, algo muy popular en el país, la no tributación por las propinas en restaurantes. Trump quiere rebajar del 21% al 20% el impuesto de sociedades y no descarta que su opción final sea dejarlo en un 15%. También quiere deducciones para innovación e inversiones de capital.

No hay agenda verde que valga

Sobradamente conocido es su escepticismo sobre el cambio climático. Se ha mostrado dispuesto a retirar las ayudas al coche eléctrico, aunque su aproximación a Elon Musk puede que le haga suavizar este rechazo. Siempre, ha favorecido el petróleo y el gas y una energía barata. No cree en la agenda verde.

España y Europa no pueden esperar mucho de Donald Trump. La imposición de aranceles podría costar unos 180.000 millones de euros a los europeos. La industria del automóvil y la agricultura serán las grandes perjudicadas. “No compran nuestros coches, no compran nuestros productos agrícolas. Venden millones de vehículos en Estados Unidos. Van a tener que pagar un alto precio”, advirtió. España sufriría por el peso del sector primario exportador y por la importancia de la industria automotriz. Nuestro país exportó a Estados Unidos el año pasado unos 19.000 millones de euros, lo que significa un 13% de las exportaciones extracomunitarias.

El triángulo mágico

La nueva presidencia americana regirá los destinos de la mayor economía del mundo. Altamente industrializada y con el mayor desarrollo de las nuevas tecnologías. Un país de alta productividad y enorme capacidad de innovación y de recursos financieros. El petróleo, el automóvil, la tecnología, la agricultura, la maquinaria, la química y las finanzas son sus sectores clave. Posiblemente, finanzas tecnología y energía forman el triángulo mágico de la economía americana

Biden entrega a Trump una economía con muy buenos datos. En la actualidad presenta altos niveles de empleo, con un consumo interno que se ha recuperado favorablemente y una inflación controlada. En los últimos años, el déficit público está oscilando entre un 6 y un 8%, con una deuda monumental que supera ampliamente el 120% del PIB. La tasa de desempleo se sitúa en un 3,6%, la renta per cápita en 80.000 dólares, el PIB alcanza los 28.800 billones de dólares, una inflación inferior al 3% y una tasa de pobreza del 11%, por una desigualdad impropia de una economía tan rica.

Donald Trump regresa a la presidencia de los Estados Unidos cargado de proteccionismo, populismo extremo y nacionalismo estrecho. Añade un clavo más en el féretro del libre mercado, de la democracia liberal y del conservadurismo compasivo de los republicanos. Poco queda de aquel presidente “piadoso, justo, humano, templado” que era George Washington.

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