Tengo la sensación de que, después de estas europeas las cosas han cambiado un poco, pero no han cambiado tanto. Pasa como en el microcuento de Augusto Monterroso: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Está Pedro Sánchez, que ha perdido las elecciones, el PP le saca setecientos mil votos y cuatro puntos de diferencia, pero seguirá en la Moncloa hasta que él quiera, hasta el 2027, dice. Seguirá, eso sí, con la misma debilidad que le está impidiendo sacar adelante leyes en esta legislatura, y seguirán instruyéndose los casos contra Begoña Gómez y la trama Koldo. Que Sánchez haya resistido, no archiva nada.
Sigue también sin resolverse si Salvador Illa será presidente de la Generalitat catalana o no. El movimiento de Esquerra apoyando a Junts para que presida el Parlament no augura nada bueno. Y, si hay repetición electoral en otoño, no hay que descartar que las generales coincidan con esos nuevos comicios que probablemente impulsarán más al PSC y, por ende, a un Pedro Sánchez que se está merendando el espacio electoral que tiene a su izquierda.
Seguirá Alberto Núñez Feijóo como líder de la oposición, y su liderazgo no será puesto en duda, pero no olvidemos que, hace seis meses, las encuestas le daban una ventaja de casi doce puntos sobre los socialistas. Como me dijo una vez un dirigente popular, “este es un partido ciclotímico, y pasamos de la euforia a la depresión en nada”. Pero es que también es cierto que, como aseguraba Giulio Andreotti: “el poder no desgasta, lo que desgasta es no tenerlo”. Y el PP sigue esperando.
Y seguirá Yolanda Díaz, al menos como vicepresidenta, que una cosa es dimitir como líder de Sumar, y otra perder el poder, y el coche oficial. La vicepresidenta segunda ni siquiera tuvo a bien acudir a la sede de su formación la noche electoral. Y quizá debería aplicarse esos versos de Mario Benedetti que decía que “la culpa es de uno cuando no enamora, y no de las excusas ni del tiempo”.
Seguirá Abascal, que resiste a pesar de la entrada en escena de Alvise Pérez, el antisistema cuyo discurso es una mezcla de Bukele, Miley y Trump y que ha seducido a 800.000 personas. Habrá que ver si Alvise ha llegado para quedarse o le pasará como a Ruiz Mateos, que, después de sacar dos eurodiputados, quiso dar el salto a las generales y fracasó estrepitosamente. Y por seguir, seguirá hasta José Félix Tezanos, que lleva ya tiempo siendo el presidente más indigno que ha tenido el Centro de Investigaciones Sociológicas, indignidad que combina con la chulería de sus críticas a la oposición, a sabiendas de que nadie le va a mover la silla.
Hacen mal los que pretenden extrapolar los resultados de las elecciones del domingo a unas generales, para empezar porque el sistema electoral ya no será de circunscripción única, y los escaños de los partidos pequeños serán más caros de conseguir, pero lo que si es cierto es que el PP ha vuelto a ganar unas elecciones nacionales, y que su tendencia sigue siendo al alza. Feijóo no ha conseguido fagocitar a Vox, pero se ha hecho con el centro sociológico que representaba Ciudadanos. En Génova les puede consolar además ver que el electorado, esta vez, no ha castigado sus pactos con Vox.
Giuseppe Tomasi di Lampedusa decía en su famosa obra El Gatopardo que “hay que cambiar todo, para que todo siga igual”. Aquí ni siquiera ha hecho falta cambiar nada. Seguimos igual, ¿o no…?