No dejan de sorprenderme ni la falta de conocimiento, ni la manipulación interesada o no que los medios de comunicación europeos, con escasas excepciones, suelen realizar no solo sobre las elecciones en Estados Unidos, pero también sobre su realidad social, económica y política. Tengo el enorme privilegio, frente a lo anterior, de recibir constantemente información directa no solo de mi familia (mi madre es norteamericana), sino también de amigos y actores políticos y mediáticos, de todas las tendencias ideológicas y amplio espectro social de la diversa sociedad de aquel país. Y digo bien “privilegio”, pues ya desde niño he vivido con enorme frustración la distancia entre los Estados Unidos que yo conozco y lo que de ellos se cuenta a este lado del Atlántico, no entendiendo a qué razón obedece tal distancia, sino es por envidia, por manipulación ideológica, o simplemente por no salir de Nueva York o Washington y conocer ese gran país en su enorme complejidad social.
Recuerdo con especial cariño las crónicas de los ochenta en Televisión Española de Rosa Maria Calaf desde Nueva York, entrevistando a vagabundos o alcohólicos en la calles de la gran manzana sobre cualquier asunto de actualidad, proclamando con cansina tenacidad el final del sueño americano, o programas-documentales de cadenas europeas, entrevistando a presos en el corredor de la muerte o miembros del Ku Kux Klan sobre su voto en futuras elecciones.
Desde los triunfos electorales de Ronald Reagan, el cowboy diabólico para la izquierda europea, a principios de los 80, la prensa europea tomó decidido partido por candidatos demócratas por inútiles que fueran, como por ejemplo Michael Dukakis o mas recientemente Kamala Harris.
Mi familia en Estados Unidos es reflejo de la mayoría de familias de la América de hoy en día; fuertemente polarizada, con alguna curiosidad que pueda explicar el reciente resultado electoral. Los partidarios de los demócratas son parte de la élite cultural y financiera de la costa este, los cuales ya me anunciaron este verano que no votarían por la nula confianza y falta de información sobre el programa de la candidata demócrata, considerada, y nunca sabremos si con certeza o no, como exponente radical del ala izquierda del partido . Irónicamente, no puedo dejar de comentar y seguro que para sorpresa de muchos, que Donald Trump proviene de esa misma franja social que mi familia y que fue fiel apoyo y votante demócrata durante años.
Los Republicanos, que en mi caso familiar viven en Texas o en el Sur del país, no votaron a Trump por ser “estúpidos blancos del medio oeste “, sino por hartazgo de la cultura woke, que lleva campando a sus anchas y con singular crudeza a lo largo y ancho del país, muchos mas años que en Europa. Junto a ellos votaron miles y miles de minorías sociales y económicas (no se entendería esta victoria de Trump sin ellos) que antepusieron su esperanza por una reactivación económica y de prestigio del país a cuestiones como la migración o las políticas sociales del partido demócrata, más dedicadas al cambio climático o cuestiones de genero que a sus preocupaciones mas inmediatas, que son ni mas ni menos que llegar a fin de mes y un trabajo digno.
La gran preocupación que me queda de estas elecciones, no es la victoria de Trump, que ya ganó en 2016 y el mundo no sólo no se acabó, sino que Estados Unidos vivió una etapa singular sin guerra y con gran desarrollo económico. No, mi gran preocupación es que una sociedad que antaño era ejemplo de transparencia electoral, donde cualquier ciudadano mostraba orgulloso su sentido de voto, hoy oculta su voto a las encuestas.
Fenómeno que desgraciadamente conocemos bien en España y que damos por sentado como algo normal, pero creo es un elemento de preocupación en cuanto al desarrollo democrático de un país. El episodio del asalto al Capitolio en 2021, es máximo exponente de una deriva preocupante y sin final definido en la primera democracia de Occidente.
Me queda como europeo una doble preocupación; primero, espero que en la próximas elecciones de 2028 y tras la humillación recibida por la falta de conexión entre sus informaciones y la realidad, la prensa europea recapacite y analice e informe de forma imparcial sobre el verdadero Estados Unidos. Cuantos gobiernos y empresas europeas habrán tomado decisiones equivocadas debido a esto los últimos meses es difícil de calcular, como ya les pasó con la derrota de Hillary Clinton en 2016 a algunos gobiernos europeos que se apresuraron a felicitar a la candidata meses antes de su estrepitosa derrota electoral. Segundo, espero que en vez de sentir el “silencio de los corderos” llorando por las calles de Bruselas, los europeos reaccionemos, entendamos que la próxima presidencia Trump será difícil para nosotros en asuntos clave como nuestra seguridad y también nuestra relación comercial con Estados Unidos y que como buen hombre de negocios de la fauna financiera neoyorquina, Trump solo entiende la fuerza y la victoria.
Como decía el General George S. Patton, “los americanos juegan a ganar, odian a los perdedores”. No seamos perdedores de salida y llevemos la batalla comercial que se avecina a la puerta de Trump , antes de que lo haga él.
Y como español, finalmente, me queda una única preocupación; que el gobierno de Pedro Sanchez, ante el lento pero firme debacle del socialismo en Europa, intente convertirse en la reserva de la izquierda espiritual de occidente y enfrentarse sin argumentos económicos o políticos , sino simplemente ideológicos a Trump. Perderán y con ello nuestro país puede verse perjudicado seriamente. Lamentablemente , los últimos episodios de política internacional de este gobierno , como el abandono del Sahara, el enfrentamiento abierto con Israel o la habitual genuflexión ante los dictadores latinoamericanos de turno, no llaman a la tranquilidad en este campo .