Hay un caldo de cultivo en esta tragedia inédita que transmitían desde el primer los periodistas sobre el terreno y cualquiera que mire con mínima empatía la devastación de la DANA. Hay enfado y hartazgo, desesperación en medio de haberlo perdido todo y una sensación de honda desprotección institucional. Seis días después de la riada mortal, la comitiva al más alto nivel en Paiporta, símbolo de la zona cero, era un error. Casa Real, Pedro Sánchez y Carlos Mazón no midieron el desgaste de la gente metida en el barro, sin medios y buscando cadáveres, a vecinos desaparecidos con nombre y apellido. “Si hubiérais venido el primer día”, increpaba un joven.
La visita a Paiporta impacta por el revulsivo de indignación y furia en presencia del rey. Por la violencia física contra un presidente del Gobierno. La imagen de Felipe VI y Letizia Ortiz salpicados de lodo o una turba tirando palos y palas al coche oficial de Sánchez por inédito, es traumático. Y deja la sensación de un punto de ebullición que puede desbordarse. Felipe VI no era el rey, era ‘¡Felipe!’; y la reina terminaba abrazada a Nerea, una joven de 19 años, mientras se oía a otra vecina desesperada: “- A tí no te falta de nada’. Quien vea en esta desesperación a la ultraderecha se equivoca. Y esto es compatible con que los ultras hayan operado por detrás provocando los episodios de violencia.
En la anatomía forense de la respuesta a la DANA Carlos Mazón no sale bien parado. No sabemos si el Gobierno pudo haberle empujado a pedir más efectivos. Y ya habrá tiempo para determinar por qué fallaron las alertas, los protocolos y la respuesta inmediata. Más allá de las responsabilidades políticas, hay un panorama bélico, un desastre humanitario, una necesidad urgente de ayuda. La visita oficial ignoraba ese escenario. Las dos ruedas de prensa de Sánchez y Mazón previas a la visita, escenificaban el reparto de competencias pero estaban desconectadas del trauma social. Hay una razón que ni Sánchez ni Mazón han sabido ver. Cuando alguien se está ahogando, no le describas el agua. La batalla competencial es ajena a los afectados y miles de voluntarios que ayudan con sus medios.
En este contexto, está la grieta. Las organizaciones vinculadas a la extrema derecha, antisistemas y ultras ven en la catástrofe su oportunidad. La desinformación a la que apelaba al rey se difunde por sus canales y redes. No están ocultando las cifras de desaparecidos -aunque debiera haberla, como en el 11-S-; el ejército no se ha marchado -es el mayor despliegue conocido-. La infoxicación -difusión intencionada de bulos y mentiras- pretende generar el caos donde ya lo hay. Y ahí están ellos. Apoyados por VOX, que se ha apropiado del apedreo al coche oficial y a Sánchez.
La campaña orquestada desde la extrema derecha, con ultras incentivando la antipolítica, mueve bulos interesados. Se lo decía el rey en una conversación con un joven. Hay “mucha intoxicación informativa y hay muchas personas interesadas en esto. ¿Para qué? Para que haya caos. Y hay mucha gente interesado en esto”.
Paiporta lanza un aviso que no puede ignorarse. En la sensación de vacío institucional y abandono que han tenido las miles de víctimas de la DANA crece la desafección. Y ahí, en ese agujero de desinformación abonado por bulos y antipolítica, mientras se pelean por las competencias, pierden todos.