Pocas ciencias hacen más previsiones que la economía; pocas ciencias fallan tanto en sus previsiones como la economía. La historia reciente y pretérita nos enseña cómo cualquier acontecimiento geopolítico, pandémico o tecnológico es capaz por sí solo de dar un vuelco a las previsiones. El ejemplo de Deepseek es lo suficientemente expresivo. Nadie le esperaba, pero se ha presentado como un invitado sorpresa y ha puesto en cuestión los valores, los precios y la calidad de los multibillonarios proyectos de Inteligencia Artificial desarrollados por las siete tecnológicas americanas, con Nvidia a la cabeza, provocando el pánico en Wall Street, la duda en Sillicon Valley y dejando empequeñecido el proyecto Stargate, anunciado apenas unos días antes por Donald Trump.
La economía va bien. Tras dejar atrás la pesadilla de la inflación, que ha erosionado los últimos ejercicios de las economías mundiales, el año 2025 se presenta con las expectativas de un renovado optimismo, animado por la reducción progresiva de los tipos y con previsiones de crecimiento en los principales países. También existe una cierta confianza en una solución para la guerra de Ucrania -sin entrar en detalles sobre su desenlace- y para el conflicto de Oriente Medio. No cabe duda, de que si estos procesos van hacia delante el mundo se liberará de mucha presión. Además, se abordarían posteriores proyectos de reconstrucción que siempre benefician el desarrollo económico.
Sin duda, la gran interrogante viene representada por los efectos de la agresiva política arancelaria cacareada a todas horas por el presidente Trump contra el resto del mundo. La guerra comercial con China es su gran objetivo, pero a su estela surgen aquello países con los que tenga una posible tensión. Colombia y México, por la inmigración; Canadá, por sus indisimulados afanes expansionistas, o España, por su bajo presupuesto destinado a gastos de Defensa. A Trump le vale un roto o un descosido para clavar aranceles urbi et orbi contra la importación de productos extranjeros en su Make America Great Again. La potencial escalada arancelaria representa uno de los principales riesgos por sus consecuencias inmediatas en forma de inquietud, incertidumbre y atomización de la economía mundial, junto a la ruptura de la cooperación económica internacional. Otra consecuencia posible sería un fortalecimiento del dólar, acompañado de una reducción de la liquidez en los mercados financieros. Esta sucesión de circunstancias aparejaría un deterioro de economía medias como la española o más débiles como ocurre con América Latina.
Los elevados aranceles con los que Trump amenaza a China puede ocasionar un serio quebranto en su economía, que multiplica las dudas sobre su salud, toda vez que su crisis inmobiliaria está lejos de ser superada, agravada por la caída del consumo interior.
Europa no se escapa de la alargada sombra de Trump y de las propias limitaciones derivadas de su exceso de regulación, su falta de innovación, su carencia de dinamismo y sus exageraciones medioambientales. Los informes de Letta y Draghi demandan un amplio plan de inversiones que apueste por la tecnología, el aumento del gasto en Defensa y una reindustrialización. Sobre todo ello, sobrevuela la crisis de Alemania y Francia, de distintas características, pero de similar profundidad. Esperemos que el nuevo gobierno alemán tome las medidas adecuadas y que Francia encuentre una estabilización política que le permita aprobar un presupuesto. El clima de polarización en ambos países no augura nada bueno. Potencias medias, como es el caso de España e Italia, presentan una mejor cara. Nuestro país, alabado por The Economist, presenta un buen crecimiento, una mejora del empleo y un control de la inflación, pero sigue con una elevada deuda y un déficit crónico al que no se ven solución a corto.
El Banco Mundial acaba de hacer públicas sus previsiones en el informe “Perspectivas económicas”. Apunta a un crecimiento del 2,7% en 2025 y 2026, amparado en el control de la inflación y de las tasas de interés. En las denominadas economías avanzadas anticipa un crecimiento del 2,3% para Estados Unidos, el 1% para la Zona Euro y un 1,2% para Japón. Asia y Pacífico crecerán un 4,6%; Europa, un 2,5%; América Latina, un 2,5%, Oriente Medio, un 3,4%, y África, un 4,1%.
Las previsiones para España son aceptablemente buenas, convirtiéndose en una de las locomotoras de la Zona Euro. Se prevé un crecimiento del 2,3%, impulsado por una recuperación del poder adquisitivo ante la contención de la inflación, la buena marcha del turismo y el aumento y rejuvenecimiento de la población, consecuencia de la inmigración.
El año 2025 trae consigo la consolidación de algunas tendencias y la aparición de otras nuevas. Se prevé que los inversores seguirán apostando firmemente por las empresas tecnológicas y la Inteligencia Artificial. También se anticipa un cierto castigo a los países que acumulan déficit tras déficit y con gobiernos derrochadores como es el caso de Francia, Reino Unido o Brasil. Y se presume una apuesta por países del Sur de Europa como Italia, España, Grecia o Portugal, o países en desarrollo, como la Argentina de Milei o Turquía. China merece capítulo aparte. No gusta en su conjunto para invertir, pero si entusiasman algunas de sus empresas, en especial la situadas en tecnología y automoción. El comercio internacional, por su parte está reaccionando a la tormenta Trump con la creación de alianzas entre países de menor tamaño. El reciente acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur representa un claro ejemplo.