Voy a dar los datos más fiables que tenemos sobre menores condenados en nuestro país por delinquir, autóctonos y extranjeros. En 2022, el 79,3% de los menores condenados en España fueron españoles. Son datos oficiales del INE, se elaboran en virtud del Acuerdo de Colaboración suscrito con el Ministerio de Justicia, a partir de sentencias firmes. Prácticamente el 80% de los de los jóvenes que delinquieron en 2022 eran del país.
Publiqué este dato hace unos días en mis redes sociales. ¿Se sorprenden si les digo que parte de mi comunidad lectora me acusó de mentir? A mí no me sorprende. Indiqué la fuente, y que no se trata de una estadística, que podría contener un margen de error, sino de faves comptades, como dirían en mi pueblo, pero ignoro si sirvió de algo.
El perfil abrumadoramente mayoritario del menor que delinque es un varón español de 17 años, y los delitos que más comete tienen que ver con lesiones, seguidos de robos y amenazas.
Pero este dato no es noticia, no conozco un medio que lo haya destacado. Les voy a dar el dato que sí daría para titular.
La tasa por cada 1.000 habitantes de 14 a 17 años fue algo más del doble en los de nacionalidad extranjera (14,3), que en los de nacionalidad española (6,0). Claro que ni el INE ni el Ministerio de Justicia relacionan la tasa de menores condenados, españoles o extranjeros, con sus contextos económicos y sociales, que podríamos sospechar de vulnerabilidad en muchos casos. No lo hace porque la justicia no pregunta cuántos ingresos tiene su familia a la hora de juzgar un delito. Pregunta nombre, sexo, edad, nacionalidad. Punto.
Si preguntáramos a aquellos jóvenes por sus entornos económicos y sociales, quizás viéramos un común denominador, que tiene menos que ver con el origen y más con el parné. Les doy otro dato, la tasa de riesgo de pobreza entre la población española en 2012 (no he encontrado datos oficiales más recientes) era del 18,5%. Entre la población extranjera que no es de la unión Europea era del 46%.
Hoy en día a nadie se le escapa que la pobreza, la falta de oportunidades educativas y laborales, así como la desintegración familiar, son factores que pueden influir significativamente en el comportamiento delictivo de los jóvenes. Tampoco que la estigmatización de ese apabullante 85,7% de cada 1.000 menores extranjeros que no delinque no puede traer nada bueno.
La mayoría de los jóvenes extranjeros desea integrarse en la sociedad y llevar vidas pacíficas, pero pocas veces vemos sus casos en los medios porque su normalidad no nos llama la atención. Por eso sigue siendo necesario insistir en una idea de perogrullo. Los casos de delincuencia de una parte de un colectivo no deben ser usados para estigmatizar al total del grupo. Señalar a niños que acaban de llegar al país como sospechosos solo contribuye a la exclusión y dificulta su integración.
Aquellos que se llenan la boca con la falta de integración de los menores no acompañados son los que más contribuyen a la misma. Y aquellos que solicitan su deportación, en realidad lo que están pidiendo es que España contravenga la ley.
Las obligaciones internacionales de España respecto a los menores no acompañados están enmarcadas en diversos tratados y convenios internacionales, entre ellos la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU, el Protocolo de la Convención sobre los Derechos del Niño, el Convenio Europeo sobre el Ejercicio de los Derechos de los Niños de 1996, la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea y la Ley Orgánica 1/1996 de Protección Jurídica del Menor, que han servido, entre otras, para implementara estos principios a nivel nacional.
En resumen, España está obligada a proporcionar un entorno seguro y propicio para el desarrollo de sus menores, autóctonos o extranjeros, asegurando su acceso a la educación, la salud, la justicia y la integración social. Y no solo es una obligación legal y moral, sino una cuestión de supervivencia. Un niño que se ha ido de su casa con el sueño de una vida mejor es material de primera para hacer de él un ciudadano comprometido, serio, digno. Si conseguimos que su vida no se tuerza a base de estigmas.