Soy de las que creo que cuando Pedro Sánchez escribió el pasado miércoles la famosa carta a España amagando con una posible dimisión, el presidente del Gobierno se sintió víctima de una campaña orquestada en contra de su familia. No entendí muy bien lo de abrir un debate en público porque en estos casos lo acertado me parece que pasa o por aguantar en el cargo hasta tomar una decisión definitiva o por dimitir directamente, pero entiendo lo del colapso personal y creo que siempre hay que intentar ponerse en la piel del otro. Es decir comprendo las razones humanas pero me cuesta entender más la decisión política.
Que el presidente del Gobierno se haya limitado a decir que seguirá al frente del Gobierno con “más fuerza” subrayando la necesidad de una regeneración democrática solo ha alimentado la tesis de los que nunca le han creído. La teoría de todos aquellos que durante estos cinco días de reflexión han tenido siempre claro que Pedro Sánchez no iba a irse y que la estrategia política estaba diseñada desde el primer minuto que se retiró a pensar en su complejo residencial de Moncloa en compañía de su familia.
Estoy convencida de que este paréntesis no va a contribuir a mejorar el clima político, al revés creo que la polarización va a aumentar. Los que quieren a su líder le van a querer y apoyar más, al menos públicamente y los que le critican le van a crucificar con más virulencia. Da igual las medidas que ponga en marcha porque si el objetivo de Sánchez era desembocar en una “reflexión colectiva” creo que no lo ha conseguido.
Regeneración mediática sin preguntas
Personalmente creo que el propósito de regenerar la política es muy ambicioso sin contar con la oposición y con la mayoría que tiene ahora no hay posibilidad de que el compromiso del punto y aparte llegue a buen puerto. Luchar contra la desinformación y la judicialización de la vida política exige grandes consensos porque salpican pilares fundamentales de nuestro Estado de Derecho. En las últimas horas se han desatado todo tipo de especulaciones sobre la actuación que tiene diseñada el ejecutivo en los ámbitos judicial y mediático. Los jueces se han sentido atacados y expuestos y los periodistas nos hemos quedado a la espera de que alguien concrete estas medidas. El episodio que hemos vivido como medios de comunicación, pero, sobre todo, como ciudadanos no se puede resolver con una declaración de continuidad en una comparecencia sin preguntas para la prensa. Quedan en el tintero muchas explicaciones y deberían llegar cuanto antes si realmente el propósito es regenerar la vida política.
El PSOE respira aliviado a pesar de que distintos dirigentes socialistas confiesan en privado su incomprensión por cómo se ha gestionado esta crisis política. En el comité federal del PSOE el ambiente que se vivió el pasado sábado era que Sánchez se iba. Había falta de información y la mayoría de los ministros, de los líderes territoriales y de los cargos orgánicos estaban fuera de juego. Muchos de ellos creen incluso que la idea de retirarse cinco días ha sido un error sobre todo por el resultado: no se ha planteado una cuestión de confianza y no ha habido concreción en detallar que supone exactamente la regeneración pendiente.
El inicio del post-sanchismo
Ahora queda por ver cuáles son las consecuencias reales que estos cinco días han creado dentro del partido socialista. Públicamente todos los ministros y cargos se empeñan en asegurar que no va a haber ningún movimiento y que Sánchez sale reforzado dentro del partido al menos de momento. En mi opinión, el debate sucesorio se abrió el mismo día que arrancó el retiro espiritual de nuestro presidente. El fantasma de la renuncia le pilló al partido sin relevo y sin planes diseñados y el debate de la sucesión ha sobrevolado estos días y continúa porque los barones socialistas están preocupados por lo que podría haber pasado si llega a renunciar.
¿Ha comenzado el post-sanchismo? Probablemente no. Tanto Moncloa como Ferraz son categóricos y subrayan en que el liderazgo del presidente no está en cuestión. El mismo Pedro Sánchez ha querido cerrar el debate postulándose de nuevo para la reelección y además cae por su propio peso que el que salga ahora en la foto nunca sobreviviría. Es decir todo apunta a que el debate no toca ahora y que seguramente solo llegará por factores exógenos como el resultado de unas elecciones catalanas donde Carles Puigdemont pueda poner fin a legislatura o un resultado catastrófico en las europeas.