Opinión

Dejar un libro a medias

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Lo he vuelto a hacer. He vuelto a dejar un libro a medias. Bueno, en realidad no había leído más que una tercera parte, pero lo he dejado.

Algo tienen los libros, algo tienen que hace que muchas personas empiecen una novela, por ejemplo, y aunque no les esté gustando la leen hasta el final, no son capaces de dejar el libro a medias.  El otro día hablábamos de esto.  «Yo soy incapaz, aunque no me guste, leo el libro hasta el final», dijo una de las personas que estaba en la charla.  Le entiendo, a mí me costó mucho.  También se lo dije.  Pero hace mucho tiempo que decidí que no me siento culpable cuando un libro no me engancha y no me apetece seguir leyéndolo. Tengo tantos libros por leer, esperando, que sin ningún remordimiento dejo libros a medias o incluso habiendo leído tan sólo unas páginas.  “Los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo” decía Julio Cortázar, por eso no dudo en cuidar ese lugar.

La verdad es que muchas veces no sabemos por qué elegimos un libro.  A mí me ha bastado en muchas ocasiones abrirlo por la mitad, en la librería, y leer un párrafo cualquiera para llevarme a casa el libro de un escritor que hasta entonces era desconocido para mí.  También me ha ocurrido después de leer el comienzo.  Otras veces sí lo tenemos claro.  Conocemos al autor, nos gusta, y apostamos de nuevo por él o por ella, a menudo con el temor de sentirnos defraudados si hemos oído comentarios negativos sobre la nueva obra. «Nada que ver con su obra anterior, qué decepción».

Decía Paul Auster que la literatura es esencialmente soledad, se escribe en soledad, se lee en soledad y, pese a todo, el acto de la literatura es un acto de una comunicación entre dos seres humanos.  Y algo de esto debe de haber.  Leer es una especie de compromiso, de relación, que uno como lector establece con el escritor cuando elige su libro, la historia que ha creado.  Un acto de comunicación, una relación, en el que a uno como lector le parece casi violento dejar de leer ese libro, como si el escritor pudiera ver lo que hacemos con su obra.  Como si colgáramos el teléfono sin avisar a mitad de una conversación.

Yo reconozco que me costó mucho ser capaz de dejar de leer un libro que ya había empezado.  Ahora, como dije apenas unas líneas más arriba, no tengo ni pizca de remordimiento. Siento que el tiempo es limitado y que tengo que ir eligiendo.  La literatura, como tantas otras cosas que tenemos en nuestras vidas necesitan acoplarse a nuestros momentos, no siempre uno está igual de receptivo.  Y esto no sucede solo con la literatura, nos pasa con la música, por ejemplo, y al igual que uno no quiere escuchar siempre la misma música, en un mismo día uno puede querer leer distinta literatura.  No digamos ya cuando va pasando el tiempo, van pasando los años.

Soy una lectora relectora.  Muchos libros de mi biblioteca los he leído innumerables veces.  Y sé que en esto tampoco soy la única. Hay muchos lectores relectores.  Muchas veces vuelvo a una de las estanterías para buscar aquel libro que leí, a veces hace diez, quince o veinte años y lo abro de nuevo con la esperanza de encontrarme con aquello que hace tiempo me hizo sentir de aquella manera.  Aunque no siempre sucede y, con extrañeza, confirmamos que no sentimos lo mismo, que ahora el libro nos parece cursi o mal escrito y lo volvemos a cerrar.  Nos cuesta reconocer que aquella obra nos gustara tanto entonces.  Y es que nosotros, al contrario que los libros, hemos cambiado, y sentimos que la relación con la obra, con el autor, también ha cambiado.   No es el libro, no es el autor, somos nosotros.

También están los clásicos, que como definió Italo Calvino, son aquellos libros que nunca terminan de decir lo que tienen que decir.  Y creo que no me equivoco si digo que cada uno tenemos nuestros clásicos, y los podemos leer una y otra vez, nunca terminan de decir lo que tenían que decir y nunca nos cansamos de leerlos.

Creo que a un escritor lo mejor que se le puede decir es que su libro nos ha enganchado de tal manera que no podíamos dejar de leerlo.  Puede ser su manera de escribir, puede ser la historia, cómo nos hace sentir, o todo a la vez.

Aunque pensándolo mejor creo que sí hay algo mejor que se le puede decir a un escritor.  Y es cuando te dicen que no pudieron dejar de leer tu libro y lo leyeron del tirón, pero han vuelto a empezar a leerlo de nuevo, más despacio, para poder ir saboreando la lectura.

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