El pasado lunes aterrizaba el avión que traía a los campeones de Europa desde Berlín, y allí, en lo alto de la escalera, aparecía Pedro Rocha levantando la copa junto a De La Fuente y Morata, sin eludir el protagonismo. Una foto buscada por el todavía presidente, sabedor de que quedaban pocas horas para que le cayera la resolución del TAD inhabilitándole.
Al día siguiente, efectivamente, el Tribunal Administrativo del Deporte impuso una sanción de dos años de sanción al presidente de la Federación Española de Fútbol, con lo que actualmente los dos últimos presidentes, Rubiales y Rocha están inhabilitados, y el anterior, Ángel María Villar, en libertad bajo fianza pendiente de juicio por el “caso Soule” que se remonta a 2017.
Antes que ellos, Jose Luis Roca o Pablo Porta, primer presidente elegido democráticamente, también se vieron involucrados en escándalos relacionados con la corrupción y la malversación, obligando al gobierno de Felipe González a echar a Porta a través de un Decreto ley. Ni un presidente limpio en la federación española en casi 50 años de democracia.
Es evidente que ese tortuoso camino en lo institucional no afecta al rendimiento deportivo. Nunca ha sucedido y tampoco recientemente. Semifinalistas en la anterior Eurocopa, campeones en la de Alemania, campeones de la Nations League hace un año, campeonas del mundo y campeonas de la Nations League, las selecciones absolutas masculina y femenina así lo demuestran. Y con una gran expectativa para los inminentes JJ. OO. de París, con ambos equipos, masculino y femenino.
Por el contrario, los sucesivos escándalos sí afectan a la credibilidad de la institución y a la imagen de país. Y la manera de actuar de los presidentes se repite una y otra vez en un intento por blindarse, atrincherados en un modelo de organización intocable, que les permite elegir a sus sucesores perpetuando el modelo.
Así lo hizo Rubiales, cuando se vio acorralado, días antes de la famosa asamblea del “no voy a dimitir”, reestructurando la cúpula de la federación. Se cargó a todos los vicepresidentes, dejando solo a uno, Pedro Rocha, hasta entonces presidente de la extremeña y su mano derecha.
Al día siguiente de esa decisión de Rubiales llegó la suspensión de toda actividad ligada con el fútbol por parte de FIFA.
Rocha empezó con perfil bajo al frente de la Comisión Gestora de la RFEF “es fundamental para garantizar el futuro del fútbol español, acometer transformaciones de forma progresiva y recuperar la dignidad y la credibilidad perdida tras los acontecimientos del Mundial” declaró.
Su presencia, se deslizaba desde la RFEF, se limitaría a liderar ese proceso de transición hasta las elecciones, sin ninguna intención de protagonismo alguno ni de presentarse. Ni una entrevista, perfil bajo y a trabajar. Pero a primeros de abril, 7 meses después de su llegada y tras “heredar” el sueldo del anterior presidente por valor de 675.671 euros anuales aprobado en la asamblea anual del 21 de diciembre, cambió de opinión y se presentó a las elecciones que él mismo convocó.
Mientras tanto, como presidente de la Comisión Gestora, Rocha hizo aquello que le pidió el defenestrado presidente del CSD Víctor Francos en la crisis de Oliva, cargarse al secretario general Andreu Camps, y al despacho de abogados de Tomás Cueto, GC, que trabajaba en paralelo para la RFEF desde los tiempos de Rubiales. Cumplió con lo que le pidió Francos, es cierto, pero cometiendo un grave error que ahora le ha costado la inhabilitación del TAD.
Y es que Rocha no tenía potestad por sí mismo para tomar esas decisiones, que según el reglamento de la RFEF debían ser aprobadas por la Comisión Gestora y, sin embargo, nunca se sometieron a su aprobación. Por la forma, extralimitarse en sus funciones y no por el fondo, el TAD ha dictado la inhabilitación para la que ahora ha pedido Rocha la suspensión cautelar, en su intento por seguir al frente de la RFEF y poder así presentarse a las elecciones previstas para finales de año, cuando hubiera finalizado el mandato del suspendido Rubiales.
¿Qué ha hecho Rocha igual que Rubiales? Reestructurar la cúpula y nombrar heredero, en este caso heredera, en previsión de lo que pudiera pasar. Idéntico modus operandi. El 29 de abril anunciaba una Junta Directiva de 12 hombres y 8 mujeres, subrayando que, por primera vez, la federación española contaría con un 40% de mujeres al frente del fútbol español.
Una de ellas es María Ángeles García Chaves, nombrada por Rocha, vicepresidenta adjunta de esa directiva. “Yaye” como se la conoce, es de Cáceres, como Rocha, exfutbolista, entrenadora y profunda conocedora de la cantera, además de graduada en Ciencias del Deporte. Llegó a la Las Rozas en 2022, con Rubiales, siendo la primera mujer en la Comisión Delegada de la RFEF y está casada con Alberto Montes, el secretario de Pedro Rocha cuando estaba al frente de la Federación Extremeña de Fútbol. Estuvo en las semifinales y en la final en el palco, cerca de Rocha, en previsión de lo que iba a venir.
Así, de la misma forma que Rubiales designó hace un año a una persona de su total confianza, Pedro Rocha, ahora este designa a otra persona “fiable”. Por lo que pueda pasar. La rueda sigue girando, esta vez con nombre de mujer.