Nuestra atea favorita siempre había sido Ayaan Hirsi Alí, la americana de origen somalí, actualmente esposa del historiador Niall Fergurson. Activista célebre y crítica radical del Islam, había renegado de la religión y se había declarado atea. Su periplo político la llevó, en la Holanda que le dio el primer asilo, de la socialdemocracia al conservadurismo del Partido Popular por Libertad y la Democracia, por el que se presentó a las elecciones, siendo elegida diputada en enero de 2003. Amenazada por el Islam y despreciada por la izquierda, el “buenismo” de la sociedad que la acogió y la ingenuidad de la misma con lo “multicultural” la decidieron por irse a los EE. UU. para sentirse más segura. Feminista muy activa, es una de las críticas más severas de la mutilación genital femenina, y una de las activistas por el secularismo más importantes de los últimos años… Hasta que se convirtió al catolicismo en noviembre de 2023.
Hirsi Alí ha manifestado en Restoration que la grandeza de Occidente depende de pilares morales y legales que proceden de su herencia cristiana fundacional. Eso es debido, según ella, a que sus principios definitorios son la libertad de conciencia y de expresión, la responsabilidad personal y, quizás lo más importante, dice, “un respeto santificador por la familia nuclear.” Como comprenderán, todo esto ha levantado ampollas en el progreísmo más clásico y una decepción muy grande entre las organizaciones seculares y laicas a las que hace poco decía pertenecer. Para el primero, la denuncia de la activista de la retórica “antifamilia” que según ella llevan aparejados los partidos que se catalogan como “progresistas” (incluidos los de “centro-derecha”) parece una regresión. Y que Hirsi Alí se declare preocupada por el declive poblacional y eche en cara a los millennials que no quieran tener hijos por motivos woke como la “crisis climática” o que tengan reparos en criar hijos en una “cultura supremacista blanca” no ayuda a la comprensión. Para la escritora, los jóvenes estadounidenses creen cada vez más que casarse y formar una familia exige no solo estabilidad financiera, sino también riqueza. Y tienen razón solo en parte.
Para el movimiento humanista secular, su conversión es preocupante en un mundo donde los valores universalistas están amenazados. Según la narrativa secular, el progreso humano es causado esencialmente por los valores de la “Ilustración”, a menudo vistos en contraste con los valores tradicionales, religiosos y cristianos. Los intelectuales modernos ven el progreso no solo en términos tecnológicos, sino también en términos morales más amplios: la disminución de la mortalidad infantil o de los homicidios, la abolición de la esclavitud, la tortura o la pena de muerte, los derechos de las mujeres, etc., se entienden sistemáticamente como “progreso” causado por la racionalidad, la ciencia y el secularismo. El humanismo secular ha sido siempre una especie de colchón amortiguador entre comunidades, a veces demasiado pasionales en sus creencias. ¿Ha llegado a su fin? En muchos lugares del mundo su papel es imprescindible.
Muchos no creyentes, librepensadores y ateos –también de orígenes musulmanes– aún son arrestados, castigados y sentenciados a muerte en lugares como Egipto, Arabia Saudí o Irán. Para poner las cosas en perspectiva, el régimen de Arabia Saudí ha redefinido el ateísmo como terrorismo en una ley reciente. Incluso en Europa discutir la religión no es fácil. En el caso de la crítica del Islam, a menudo se equipara con intolerancia hacia las minorías islámicas y es una bandera que enarbolan los militantes de la DEI (Diversidad, equidad e inclusión) y de las doctrinas Woke. Los defensores occidentales del multiculturalismo y de la “política de la identidad” parecen estar ciegos.
Estoy segura de que Hirsi Ali cree que los pensadores de la Ilustración pueden compartir con los creyentes la búsqueda de valores comunes y universales, típicos de las religiones mundiales, y los representantes religiosos pueden reconocer algunos “logros genuinos” del progreso humano. Sin embargo, todavía se debaten cuestiones sobre Dios, los límites del racionalismo o el papel del cristianismo en la cultura occidental. Para ella, su giro hacia el ateísmo fue provocado por su experiencia de la cruel opresión de las mujeres bajo el Islam. Pero su necesidad de respuestas y su miedo a perder la batalla ante la combatividad del irracionalismo islámico la hayan llevado a dar este paso. ¿Es una lástima?