«La inteligencia artificial destruirá 400.000 empleos en los próximos años» se irá sumando a otros grandes titulares en prensa, tan catastrofistas como alarmantes. Sin lugar a duda, la IA será una de las grandes tendencias mediáticas estos próximos meses.
¿De qué viviríamos sin tener una amenaza constante? En definitiva, somos supervivientes natos y necesitamos esas habituales inseguridades.
Tras el reciente flop del esperadísimo Metaverso, (que dio, eso sí, lugar a cientos de conferencias y eventos durante un tiempo) este «nuevo» avance tecnológico es nuestro nuevo lobo, nuestro enemigo público, un tema de preocupación y de conversación.
Según un estudio de la empresa Randstad Research, más de la mitad de los empleados españoles (el 57,9% exactamente) están preocupados por el potencial impacto de la inteligencia artificial en sus puestos de trabajo.
Y no es para menos. La participación de la IA en asuntos de estado, empresas y organizaciones es patente en todas las tomas de decisiones, políticas, económicas o sociales.
¡La Inteligencia Artificial ya está aquí!
En su sentido más amplio, y para explicarlo a los que aún no lo tienen muy claro, la inteligencia artificial es la capacidad de las computadoras de realizar tareas que habitualmente requerían la intervención del cerebro humano.
Al procesar grandes cantidades de datos, los ordenadores van aprendiendo y pueden ayudarnos a tomar decisiones, desde las más rutinarias a las más relevantes, como el hecho de decidir dimitir de un puesto relevante o facilitar el aterrizaje de un Boeing 777. La IA abarca una amplia gama de tecnologías y aplicaciones y está omnipresente en nuestros bolsillos, ordenadores y aviones.
Un iPhone podría organizar el equivalente a millones de misiones a la luna. Ese smartphone hubiera sido, sin lugar a duda, el mejor compañero de viaje para la angustiada tripulación, en ese famoso alunizaje del Apollo 11.
Inteligencia Artesanal: en busca de lo genuino.
Una noche, cenando con Clara y Jaume de La Gastronómica, les comenté mi afición por su genuina «Inteligencia Artesanal». Esta pareja catalana, compuesta por un fisio y una dietista, decidió dejar sus anteriores labores, para dedicarse a su verdadera pasión, la gastronomía. Empezaron recibiendo unos amigos, luego fueron apuntándose pequeños grupos de gente. Se animaron a abrir las puertas de su domicilio y recibirles en su propia cocina.
Siete años después, ya han ofrecido decenas de experiencias culinarias en unos entornos entrañables. Se desplazan a menudo por su querida tierra, el Empordà, por la costa de Girona y por toda Cataluña. Se autodefinen como transmisores de valores, defensores de la historia y del pasado de su territorio. Yo les definiría incluso como protectores de su naturaleza.
La simpática pareja ha hábilmente confeccionado, con otros artesanos de su zona, un verdadero ecosistema de profesionales, a medio camino entre proveedores y amistades. Llamamos por teléfono, en plena cena, a su amigo productor de miel para hablar de sus abejas y de su gusto por las flores.
El proyecto crece constantemente, pero han sabido conservar su genuino toque. Apasionados por los productos considerados como “kilómetro cero”, usan en sus showcookings unas vajillas artesanales y antiguos porrones. «Si no les damos uso a estos recipientes, irán poco a poco desapareciendo y cerrarán sus fabricantes» me dicen.
Reciben también a grupos de directivos extranjeros atraídos por su cocina y su ancestral arte. Uno de los locales preferidos de ese tipo de clientela es una pequeña cabaña de pescadores. Ahí, a orillas del mediterráneo, se cuentan sus aventuras personales y profesionales, catan un buen vino y cocinan todos juntos lejos de pantallas digitales.
Disfrutan de lo genuino, del efecto sorpresa, de las gambas de Palamós y de lo aleatorio de las conversaciones. En otras ocasiones, como en la reciente celebración de Sant Jordi en Madrid, Clara y Jaume sorprendieron incluso, con un exquisito concierto de violín y violoncello a sus comensales.
IA contra IA: Artificial vs Artesanal.
En el 2008, en su libro llamado El artesano, el escritor y sociólogo Richard Sennett, argumentaba ya que la Inteligencia Artesanal era la habilidad para resolver problemas a través de la experiencia y de la práctica frente a la llegada de la automatización.
Esa función, hasta entonces exclusiva del ser humano, hace de cada uno de nosotros un individuo único, con su señal de identidad, su propia creatividad y originalidad. Sennett anticipaba ya la importancia de saber conservar nuestras habilidades en un mundo dominado por la tecnología.
Y es cierto. En la era de los callcenters automatizados y de los chatbots, seguiremos valorando por encima de todo el contacto, el trato humano y cercano. Apreciaremos las cosas hechas desde el corazón, con las manos y los cinco sentidos. Será, en definitiva, lo que nos diferenciaría de la aséptica perfección de las máquinas.
Nuestras vidas se verán afectadas por los avances tecnológicos, claro. La presencia irrefutable en nuestro día a día de la Inteligencia Artificial influirá en todos los campos, desde la educación al mundo del trabajo pasando por nuestras relaciones y pensamientos.
¿Podría llegar la IA a moldearnos a todos bajo un mismo patrón? ¿Podría dirigir nuestras mentes y hacernos perder nuestra propia personalidad? Es posible, pero la falta de perspectiva y de criterio se demostró desgraciadamente, a lo largo de la historia, en todas las civilizaciones.
La Inteligencia Artificial bien aplicada, vendrá a enriquecer nuestras capacidades y fortalecer nuestros conocimientos prácticos. La combinación de ambas inteligencias nos permitirá agregar a las actuales habilidades cognitivas, un conocimiento computadorizado, ilimitado y universal.
Veo cada vez más como, en el mundo del turismo, los viajeros quieren hacer algo diferente. Sueñan con «salir del molde», de los caminos ya pisoteados y meterse por senderos inexplorados. Viajar sigue siendo un placer singular de desconectar, disfrutar del momento y descubrir nuevos destinos.
Esperemos que muchos de esos aventureros digitalizados ávidos de nuevos horizontes, se encuentren (por casualidad o por serendipia algorítmica) con experiencias artesanales parecidas a la que Jaume y Clara nos ofrecen.