Opinión

Cuando el espectáculo es real y es la guerra al otro lado de la frontera

Actualizado: h
FacebookXLinkedInWhatsApp

Supongo que era cuestión de tiempo. Estamos tan acostumbrados a ver todo tipo de cosas en los telediarios o en la ficción, que a muchas personas ya se les queda pequeño lo que ven, se les queda corto. Quieren verlo en la realidad. Supongo que quieren verlo porque no lo han vivido, porque si lo hubieran vivido, también supongo que querrían estar lo más lejos posible.

De lo que hablo es del nuevo turismo en el que las personas se acercan a la guerra, se acercan a enclaves donde pueden ver como caen las bombas al otro lado de la frontera. Es un nuevo destino turístico y la frontera es la frontera de Israel con Gaza. En algunos emplazamientos hay hasta sofás desde donde puedes ver donde caen las bombas al otro lado de la frontera. ¿Te imaginas poder ver la guerra desde la distancia, con unos prismáticos, y con la certeza de que estás en un lugar seguro? Pues esto ya lo ofertan como un tour. El otro día lo contaban en las noticias.

Me gustan las películas de guerra, no todas, lo reconozco. Algunas se me hacen demasiado duras y no puedo verlas, pero hay otras películas que me gustan mucho. También hay multitud de libros en los que la guerra es la protagonista o está como escenario de la historia que me han gustado mucho, aun cuando retrataban el espanto de cualquier guerra.

Muchas películas nos muestran guerras muy antiguas o de lugares muy lejanos, donde uno no se siente quizá tan identificado con lo que está viendo. Era otra época muy muy lejana, una vida muy distinta de la que vivimos ahora y en este lugar. Puede resultar fácil verlas.

Muy distinto es cuando uno ve en la pantalla películas en las que estuvieron las generaciones de nuestros abuelos, personas que vivían donde vivimos nosotros y con vidas muy parecidas a las nuestras. O películas donde vemos a personas vivir vidas como las nuestras que la guerra se ha llevado por delante.

De las películas producidas en los últimos años, a bote pronto recuerdo especialmente una basada en la Segunda Guerra Mundial, Dunkerque, y dos que hablan de la Primera Guerra Mundial: 1917 y Sin novedad en el frente. En esta última unos chicos de apenas dieciocho años se alistan para ir a la guerra, para ellos es como ir a una aventura. Cuando uno termina de ver la película entiende el mensaje principal de la película, que no es sino el mensaje que tantas obras que hablan de la guerra intentan transmitir: la guerra no es una aventura. Para nadie.

Cuando veo estas historias siento un agradecimiento inmenso por no haber vivido una guerra y espero no tener que vivirla nunca. Mis abuelos vivieron una guerra, la guerra civil de España y recuerdo que cuando les quería preguntar cosas sobre la guerra, nadie quería hablar de ella. La respuesta se resumía en que todo había sido un horror.

Escribió Saint-Exupery, «la guerra no es una aventura, la guerra es una enfermedad». La guerra es un horror. Quizá por eso tantas obras que hablan de la guerra fueron escritas por personas que sobrevivieron a una. En Matadero 5, la novela de Kurt Vonnegut, que sobrevivió al bombardeo de Dresde en la Segunda Guerra Mundial, el escritor escribió todo lo que se puede decir sobre la guerra: «no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una matanza solo queda gente muerta que nada dice ni nada desea: todo queda silencioso para siempre».

Me cuesta entender que alguien quiera ir de fin de semana a ver cómo al otro lado de la frontera caen las bombas. No es una película, es la vida real. Aunque después de haber visto la serie Black Mirror (que cada día se parece más a la vida real) o leer determinadas obras, supongo que uno puede creerse ya cualquier cosa.

TAGS DE ESTA NOTICIA