En medio del controvertido momento que vive la judicatura en España -exacerbado en los últimos tiempos por, entre otros, decisiones extemporáneas de determinados jueces y fiscales, la división interna en la fiscalía ante la ley de amnistía o la inmovilidad en la renovación de la cúpula del Consejo General del Poder Judicial- merece la pena destacar el trabajo de magistrados y magistradas que a diferencia de los órganos más mediáticos de la judicatura, ganan prestigio cada día impartiendo justicia, y algunos de ellos gracias a su creativa manera de ejercerla.
Una de esas juezas es Reyes Martel, magistrada del Juzgado de Menores número 1 de Las Palmas de Gran Canaria. Martel es una figura muy destacada en el ámbito de la justicia juvenil en España, conocida por su enfoque innovador y humanitario en el ámbito de la justicia restaurativa, que se centra en la reparación del daño y la restauración de las relaciones, en lugar de simplemente castigar al infractor. Y en ese contexto, la jueza ha implementado programas donde los jóvenes que han cometido delitos tienen la oportunidad de entender el impacto de sus acciones y trabajar activamente para reparar el daño causado, o bien formarse, disfrutar de un ocio saludable o cambiar de vida.
Uno de los programas más conocidos de la magistrada Reyes Martel es el Camino de los Valores que iniciará su recorrido este 20 de junio en Gran Canaria. Irene Villa y Vicente del Bosque son la madrina y padrino de honor de este año, en que el evento alcanza su octava edición, y en la que tendré el placer de participar con una conferencia ante un público muy especial.
Y es que el Camino de los Valores reúne a menores y jóvenes en situación de vulnerabilidad o en riesgo de padecerla, y a otros que están bajo medidas judiciales, y, tras las charlas, persigue la realización del Camino de Santiago, tanto en su etapa canaria, ahora en junio, como en la gallega, ya en octubre. El objetivo principal, según Martel, es que los participantes descubran mediante la actividad física, la cultura y la naturaleza, sus potencialidades, y que paso a paso vayan construyendo nuevas experiencias, relaciones, y adquiriendo aprendizajes y valores que les ayudarán a ser más felices.
En el recogimiento del Camino de Santiago, puedo imaginar las conversaciones entre los jóvenes en riesgo de caer en conductas delictivas con los que ya han pisado baldosa de juzgado y hasta centro de menores. Los unos, conociendo de cerca las consecuencias del delito. Los otros, compartiendo experiencias, puede que sintiéndose útiles por primera vez en su vida. Y Martel al frente, marcando el paso para cambiar la percepción pública sobre los jóvenes infractores. En lugar de verlos como criminales irredimibles, ha promovido la idea de que son individuos con potencial para el cambio y la mejora. Este cambio de paradigma es crucial, ya que la estigmatización y el rechazo social solo perpetúan el ciclo de criminalidad.
Los resultados de estos programas son impresionantes. Jóvenes que anteriormente estaban atrapados en un ciclo de delincuencia y exclusión social han encontrado nuevas perspectivas y oportunidades para rehacer sus vidas. Como Wynna Zady, que se vio las caras en varias ocasiones con la magistrada en los juzgados. Una docena de veces la condenó Martel por robos y otros delitos. Hasta que Wynna hizo click y pasó de ver a la jueza como su verduga a convertirla en su referente. 15 años más tarde, Wynna ha estudiado derecho y sueña con convertirse en fiscal.
Un éxito como este no solo beneficia a los individuos directamente involucrados, sino también a la sociedad en general. Reducir la reincidencia y fomentar la reintegración social disminuye la carga sobre el sistema judicial y crea comunidades más seguras y cohesionadas.