Con más de 700 millones de suscriptores a las plataformas de streaming, la industria musical se ha convertido, junto con los juegos online y el negocio audiovisual, en uno de los pilares fundamentales de nuestro entretenimiento diario y digital.
Recuerdo aun cuando Sony revolucionó nuestra forma de consumir los éxitos de verano. Podíamos llevarlos de repente a todas partes en nuestro walkman amarillo. Veinte años después fue Steve Jobs quién daría un nuevo pasito, el iPod supondría el no llevar nunca más vinilos, ni casetes y disfrutar de tus temas favoritos gracias a un diminuto aparato.
Spotify daría el siguiente salto y aunque no fue la primera plataforma en proponerlo, consiguió hacer cambiarnos el chip, luchar contra la piratería, y aceptar dedicarle mensualmente un micropago. Ese consumo de música “abaratado” se fue haciendo un hueco importante en nuestras casas y por supuesto en nuestro bolsillo. Las redes sociales dieron también la nota. Con Youtube, Instagram y TikTok a la cabeza, revolucionaron la forma de promocionar la música, de descubrir nuevos talentos o de lanzar un prometedor artista.
Queda por ver cómo la IA (Inteligencia Artificial) impactará también en este movidizo panorama. Supondrá un nuevo reto para una industria musical, con el alma y los negocios, siempre en vilo.
El streaming: de herramientas útiles a distribuidores
Las plataformas de streaming son los nuevos templos donde los melómanos acuden diariamente para rendir culto a sus artistas favoritos. Spotify, con sus más de 600 millones de usuarios activos (un 40% en la modalidad de pago), no solo ofrece una vasta biblioteca de canciones, sino también el descubrir nuevos géneros a través de listados personalizados. Es una inagotable gramola gigante que nos moldea los gustos musicales, ofreciéndonos desde sinfonías clásicas a ambientes discotecales. Eso sin olvidar su reciente apuesta por los podcasts audiovisuales.
Apple Music jugó la baza de su amplio catálogo y la integración con su complejo ecosistema, apostando sobre la calidad en su escucha. YouTube Music sigue ofreciendo, y sin envejecer un pelo, una experiencia de usuario entre la vista y el oído, añadiendo la potencial narrativa visual que la acompaña. Amazon Music, aunque menos predominante, ha integrado a la perfección, la mayor comodidad de uso con Alexa, su virtual y casero asistente. Tidal apuesta sobre la alta fidelidad para los amantes de la música, de verdad. De cara a las nuevas generaciones, no deberemos perder de vista a SoundCloud que, con un concepto bien diferente, ayuda ya a miles de DJs noveles y productores musicales independientes a dar a conocer sus producciones.
RRSS: de intermediarios a promotores
Youtube desintermedió toda la cadena de promoción de talentos, el primero. En nuestro país artistas como Pablo Alborán o Russian Red fueron de los primeros en viralizarse y darse a conocerse ante las masas. Sin necesidad de inversiones potentes, grupos de comunicación o intereses empresariales fueron propulsados a la fama, por la calidad de su producto y una imagen atrayente.
Hace años que la música no se promociona en shows de televisión en sábado o de mañana en la radio. Hoy son las redes sociales las que llevan a los artistas a la cima. Instagram y TikTok se han erigido en los escenarios donde se materializa un sueño y nace una futura promesa.
En este contexto, los artistas han tenido que tomar sus propias carreras y destinos en mano, convirtiéndose en community managers y empresarios. La promoción musical requiere una potente creatividad y una estrategia en social media personalizada. No basta con lanzar una canción al vasto ciberespacio; se necesita un plan para que resuene en los corazones y oídos de millones de usuarios.
Instagram, con su enfoque en la imagen y la narrativa personal, permite al artista establecer con sus seguidores, un vínculo emocional y vital. Es una ventana abierta a compartir no solo su música, sino también su carácter esencial. Las transmisiones en directo y las colaboraciones ayudan luego a ampliar el impacto y su alcance, creando una red de conexión eficiente entre marcas, influencers y festivales.
TikTok, cuyo éxito proviene “genéticamente” de la adquirida Musically, es el actual escenario de la viralización. La plataforma cuya personalidad ha sido siempre altamente musical, puede transformar una canción desconocida en un himno global. Ya no es solamente una app de retos y bailes sino una nueva forma de cuidar una imagen personal, corporativa y empresarial. Permite a los artistas conectar con audiencias jóvenes y fieles a la creencia del éxito casual y del jitazo viral.
IA: democratizadora de la producción
Como no podía ser de otra manera, el futuro de la creación musical también se verá alterado por la inteligencia artificial. La mediática y omnipresente IA revoluciona la industria, ofreciendo herramientas de composición automática.
Como lo pudimos vivir en el mundo del diseño publicitario, de la fotografía o del vídeo en redes, la Inteligencia artificial trastornará el panorama creativo y toda la industria en su conjunto.
Varias plataformas nos ofrecen convertirnos en autores a través de una producción subcontratada. Las máquinas escuchan, almacenan y analizan miles de canciones, luego componen para nosotros, cualquier tipo de letra y su melodía. Facilitan una personalización extrema, adaptando el texto, ritmo y tonalidad.
Esta evolución plantea sin embargo unos nuevos retos creativos, empresariales y legales. La autenticidad y la originalidad, pilares del valor de la invención humana, corren el riesgo de diluirse en un mar de producción computarizada. Surge también la cuestión de la propiedad intelectual y de la ética en composiciones creadas parcialmente por una gran calculadora.
Las plataformas de streaming democratizaron el acceso a la música en todos lados, las redes sociales transformaron luego la promoción musical en una serie de retos disruptivos. Los artistas debieron adquirir, de forma independiente, unos conocimientos de marketing digital sólidos. La inteligencia artificial y la realidad aumentada prometen ahora marcar una nueva etapa de creación y de consumo, donde la industria musical en sí, tendrá cada vez “menos mano”.
¿Conseguirá la industria musical mantener a raya a la innovación tecnológica? ¿Prevalecerá lo genuino y el talento de uno individuo sobre el ingenio informatizado? Visto lo ocurrido en etapas anteriores, parece complicado.
“¿Se nos fue la música a otra parte?” pueden preguntarse las grandes discográficas. Pues probablemente.