En el mes que termina se ha conmemorado el 25 de noviembre, una fecha clave para poner foco en la violencia machista y analizar de qué forma podemos mejorar como sociedad. No solo han tenido lugar manifestaciones, también congresos, conferencias y mesas de diálogo con personas expertas que nos ayudan a entender las causas que provocan este tipo de violencia y trabajar de manera coral desde distintas esferas. Uno de los sectores que más poder tiene, a la hora de transformar la desigualdad, son los medios de comunicación. En este sentido, también se han reunido profesionales de medios nacionales y locales para contar su día a día: cuál es su compromiso, cómo lo enfocan y los retos a los que se enfrentan.
Llama la atención que la mayoría de profesionales de los medios afirma no haber recibido ninguna formación sobre perspectiva feminista y lo que hacen es aplicar el “sentido común” y su “compromiso” personal. Mientras se quejan de que hoy cualquier persona es considerada apta para informar y defienden que la trayectoria y la especialización son claves para legitimar a periodistas y medios, no aplican esta misma visión cuando se trata de informar sin caer en sesgos de género. El sentido común es tan diverso como número de personas hay en el mundo, provenimos de una cultura machista y el compromiso, sin conocimiento, no es suficiente para aplicar una perspectiva feminista.
Por otra parte, cuando hablan de su implicación con respecto a la igualdad, solamente hacen referencia a cómo tratan los casos de violencia física. Parece que va calando lo de hacer sujeto al maltratador, no dar detalles morbosos, no tomar declaraciones al vecindario ni poner el foco en la víctima. ¿Es suficiente? ¿Es esa la única implicación que deben tener los medios a la hora de combatir la violencia contra las mujeres? ¿No hay otras estrategias que deban tener en cuenta?
Aquí van algunas sugerencias que pueden considerar la hora de ampliar su función contra la violencia machista:
Aplicar el lenguaje inclusivo y no sexista
Clama al cielo que la mayoría de ponentes que asisten a congresos sobre igualdad no utilicen en sus exposiciones el lenguaje inclusivo y no sexista. Esto ocurre con instituciones, con representantes de partidos políticos y también con periodistas. Cuando acuden a hablar sobre su compromiso con la igualdad, lo mínimo es no hablar todo el tiempo en masculino genérico. Sin este punto tan básico, no estarán a la altura de una sala que sí tiene ese conocimiento y su credibilidad caerá por los suelos. El lenguaje inclusivo y no sexista también debería aplicarse en el propio medio. Es obvio que las mujeres no somos una minoría ni tampoco un colectivo, somos la mitad de la humanidad. Si los medios no nos nombran en sus titulares y textos, nos están invisibilizando y, por tanto, relegando a una situación de inferioridad.
Más noticias con mujeres protagonistas, que no sean víctimas
Si hacemos un recuento de las noticias protagonizadas por hombres valorados por lo que hacen y las que protagonizamos las mujeres, la diferencia es escalofriante. Aportar a la igualad no se resume a enfocar correctamente las noticias de violencia física, también tiene que ver con el número de mujeres referentes que aparecen en el medio y que son ejemplo de vida para otras mujeres y niñas. Es necesario que haya noticias positivas sobre nosotras y sobre las cosas que hacemos, no solo aparecer como víctimas, actrices y modelos. Si el medio es un canal de televisión, también sería positivo equilibrar el número de programas conducidos por hombres y por mujeres.
Feminismo transversal
Relegar la presencia de las mujeres a las páginas de cultura y ocio es una forma de reforzar los estereotipos sexistas. Considerar que el feminismo es una sección aislada del resto de temas que afectan a nuestra sociedad es manifestar que no se ha entendido qué es el feminismo, sino que se está aplicando como maquillaje o estética. Entender que sectores como la economía, el deporte o la ciencia afectan a las mujeres es fundamental para que se tenga en cuenta la situación de la mitad de la sociedad dentro de ellos. Sería interesante analizar por ejemplo: ¿Qué consecuencias tiene el reparto desigual de los cuidados en la economía? ¿Por qué hay más hombres en determinados deportes? ¿Debemos tomar la misma cantidad de medicamentos teniendo diferentes pesos? Aplicar esta óptica en los distintos ámbitos ayuda a mejorar la situación de las mujeres dentro de ellos.
Elección no estereotipada de las imágenes
A la hora de ilustrar los textos se recurre, la mayoría de las veces, a bancos de imágenes y galerías que suelen estar plagadas de estereotipos. La mirada de quien las elige tampoco es neutral ni está exenta de prejuicios. Se suelen preferir a hombres erguidos con encuadres contrapicados y seriedad en sus rostros mientras que, a las mujeres, se las representa seductoras, aniñadas o con una expresividad exagerada. Necesitamos que las mujeres políticas no estén retratadas con caras desencajadas ni desubicadas, sino de una manera digna. También queremos ver a hombres sensibles, que escuchan, dialogan y saben trabajar en equipo. Las imágenes son el código de comunicación más poderoso y lo que más tiempo permanece en nuestra memoria. Mientras los titulares se olvidan, las fotos quedan. Cuidar la comunicación visual es clave.
El sentido común y la buena voluntad no son un camino certero hacia la igualdad. Tampoco se puede exigir a cada periodista que lo sepa todo. Pero los medios sí pueden contratar a figuras expertas en este campo que puedan colaborar mano a mano con todas las secciones, asesorando y aportando esa mirada libre de sesgos. De esta manera la perspectiva feminista irá calando poco a poco en la forma de ver las cosas, en el equipo de profesionales y también en la ciudadanía.