Opinión

Cinco minutos de fama

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Podríamos decir que hemos llegado a un momento donde pareciera que, cada vez más, la búsqueda del protagonismo individual constante ha alcanzado niveles inéditos en nuestra sociedad. Los famosos “cinco minutos de fama” que todos merecemos y que alguna vez Andy Warhol predijo, han dejado de ser un fenómeno esporádico para convertirse casi en una obsesión que domina tanto la esfera pública, como la vida personal. La exposición constante a través de redes sociales y medios de comunicación ha creado un entorno donde ser visto y reconocido es no sólo un objetivo, sino una necesidad. Esta adicción al reconocimiento parece estar deformando cada vez más nuestras prioridades generando una competencia insaciable por mantenerse en el centro de atención constante.

Lo vemos cada vez más en política, donde la figura del líder ha pasado a ser, aparentemente, más importante que las ideas que representa. Políticos como Donald Trump, Emmanuel Macron ó el mismo Pedro Sánchez no sólo representan políticas, sino cada vez más una marca personal que muchas veces acaba por eclipsar lo que defiende, dando incluso lugar a familiarizarnos con términos como “el Sanchismo”, más centrado en el personalismo y hablar del presidente que del partido y las ideas en si. Parece que las campañas cada vez se centran menos en los proyectos o en la ideología que hay detrás, apostando ahora por la capacidad de captar titulares y generar controversias. El resultado es una polarización de la política donde el debate público se reduce a quién ocupa los titulares y no a las políticas que deben implementarse. Figuras como Elon Musk, entienden además que la fama es una herramienta poderosa y al mismo tiempo son capaces de alimentar esa sed constante de atención con estrategias que acaban por desviar el foco de los temas importantes.

En el ámbito cultural y creativo parece que la situación es similar. Los diseñadores y figuras del entretenimiento han dejado de ser “sólo” creadores para convertirse en celebridades que encarnan una imagen pública aspiracional o un referente en el que mirarse. Ejemplos como Jacquemus, Lagerfeld o Gigi Hadid (por nombrar sólo algunos) muestran cómo la industria de la moda se ha transformado y en dónde la imagen del creativo es ya más importante que el nombre de la propia casa a la que representan. Es más, parece que ahora ya no vale sólo con la fuerza del nombre que hasta no hace tanto habían tenido grandes marcas, sino que la balanza se inclina ahora hacia el líder, llamémosle creativo, para generar venta, valor y engagement. Y cuánto más conocido sea este socialmente, mejor, pues parece que en las nuevas e innegables formas de comunicar, la visibilidad y las redes sociales aseguran o son un factor importante de cara a poder mantener la relevancia en el radar público, mientras que la innovación creativa ha pasado, nos guste más o menos, a estar en un segundo plano, al menos para la mayoría. Todo ello seguramente fruto del poco interés que cada vez generan la moda, la política o muchas empresas que han perdido el foco en un momento de polarización extrema o falta de interés en sectores cíclicos.

Las redes sociales, junto a las nuevas maneras de comunicar, que a su vez tanto bueno nos han traído junto a una gran democratización de muchos sectores, son ahora también las protagonistas de ser capaces de crear estrellas de la noche a la mañana ó falsos y peligrosos estímulos constantes. La recompensa rápida en forma de “likes” y comentarios acaba al mismo tiempo por generar una sensación temporal de éxito que obliga a seguir buscando más y más. Lo que debería ser un reconocimiento, muchas veces puntual, acaba por convertirse en una carrera sin fin por mantenerse vigente y relevante constantemente que sin duda acaba por extender, sobrada y permanentemente, esos famosos cinco minutos.

Nos enfrentamos a un desafío urgente: encontrar un equilibrio entre el protagonismo individual y el valor colectivo de las ideas y proyectos. Si los famosos y necesarios cinco minutos de fama que todos debemos experimentar en algún momento por salud democrática nos enfocamos en mantenerlos permanente como única vía de éxito, corremos el riesgo de acabar por perder de vista lo verdaderamente esencial.

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