Opinión

Carretero le hace la campaña a Montero

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El juez Carretero le está haciendo la mejor campaña a Irene Montero. La filtración de las declaraciones de Elisa Mouliaá e Íñigo Errejón, por la denuncia de agresión sexual contra el expolítico, pone de relieve una actitud profundamente machista dentro de la judicatura española, reforzando así las denuncias de la exministra de Igualdad, que no deja de insistir en la dificultad de la carrera judicial para ofrecer justicia real, libre de prejuicios, a las víctimas de agresiones sexuales. Maravilloso respaldo le está dando el juez al argumento de la política con sus preguntas. “¿Para qué se sacó el miembro viril?; ¿Cuánto estuvo chupándole las tetas?; pero, ¿le pidió que parara? ¿No sería que usted quería algo con ese señor?” Si no lo veo con mis propios ojos, no lo creo.

El abogado de la defensa asegura que ese es el estilo del juez, y se muestra esperanzado por el interrogatorio, porque cree que es una estrategia para asegurar la consistencia del relato de la víctima. Mi impresión es que el abogado construye este relato a favor del juez para allanarle el camino hacia una sentencia inculpatoria de Errejón. Es la estrategia del palo y la zanahoria.

Los medios ya machacan al juez por un interrogatorio revictimizador; el abogado inteligentemente muestra la zanahoria. Al abogado le entiendo. Al juez, me cuesta más. Porque este tipo de interrogatorio solo demostraría, en el mejor de los casos, la incapacidad del juez para indagar en la verdad por otros medios que no sea someter a la víctima a juicio, cuando no es a ella a quien se juzga. Y como la sentencia no sea inculpatoria, ya la tenemos liada.

La cultura de la violación

Sembrar la duda sobre la veracidad de la denuncia, insinuando que la víctima podría haber tenido parte de responsabilidad en lo sucedido, es inaceptable. Las mujeres hemos crecido con la idea de que somos nostras las responsables de toda agresión sexual, porque fuera de los juzgados las ideas son las mismas que dentro.

La culpa de que se saque el miembro viril y nos chupe las tetas es nuestra, porque llevamos demasiado escote, una minifalda demasiado corta o decidimos morrearnos con él, aunque luego no quisiéramos nada más. Somos unas calienta braguetas en el mejor de los casos. Cuántas de nosotras hemos acabado en la cama con alguien, porque si ya habíamos llegado hasta el comedor de una casa con él, creíamos que no era de recibo que nos echáramos atrás. Esa es la cultura de la violación. El juez, consciente o no de ello, contribuye con su interrogatorio a este marco opresor y nos muestra lo vigente que continúa.

Este tipo de comportamientos no son aislados en el sistema judicial español. Montero ha sido una firme defensora de la necesidad de actualizar la justicia española para que esta no solo se adapte a los estándares internacionales en materia de protección de derechos humanos, sino que también adopte un enfoque de género que permita garantizar la seguridad jurídica de las mujeres que denuncian violencia machista.

La cultura de la violación

El caso de Elisa Mouliaá es una realidad cotidiana para muchas mujeres que intentan encontrar justicia en los tribunales. Esta práctica no solo socava la confianza en el sistema judicial, sino que también envía un mensaje peligroso a la sociedad sobre la percepción de las agresiones sexuales y sus víctimas, porque alimenta la cultura de la impunidad que favorece a los agresores, quienes, en muchos casos, ven como sus delitos quedan minimizados o, incluso, exonerados.

La justicia debe garantizar que las víctimas no sean sometidas a pruebas de resistencia o a cuestionamientos sobre su comportamiento antes, durante o después de la agresión. En su lugar, los jueces y juezas deben trabajar desde una perspectiva de género que respete los derechos de las mujeres y que, en todo momento, asuma la agresión como un acto de violencia machista. Es urgente que se acometan reformas profundas que aseguren que las mujeres no sean revictimizadas ni culpabilizadas por los agresores. La justicia debe garantizar que las víctimas reciban una atención y protección adecuada, en lugar de ser sometidas a un sistema que aún está teñido de machismo y desconfianza hacia sus relatos