X, la cual muchos seguimos llamando nostálgicamente Twitter, pasó en poquitos años de ser una entusiasta revolución en el mundo de la información a un triste lugar donde la incertidumbre y las fake news campan sin ton, ni son.
Con la reciente llegada de Elon Musk, su todopoderoso propietario, parece que los problemas históricos de la plataforma se vayan aún más intensificando. Tras varias decisiones controvertidas y algún que otro bandazo (como lo de cobrar tweets más largos, por tener una cuenta verificada o amenazar con hacerlo “todo de pago”) Musk se ha, drástica y políticamente, posicionado. Lo que, a toda la gente, y en particular al mundo del periodismo, no le ha gustado.
Si algo refleja el fervor por una red social entre la población, es ese singular brillo en los ojos cuando se refieren a ella. Última y desgraciadamente, vemos como esa llama lentamente se apaga. Venimos observando también, y en silencio, como todas esas ocurrencias del magnate llevan a un lente éxodo de grandes medios hacia otras redes. Parece que Musk invita a todos estos importantes actores (que fueron, en su día, sus artífices) a despedirse de este incomodo espacio, más pronto que antes.
Cuando Twitter echó a volar
Twitter nació el 15 de julio de 2006, fruto del ingenio de Biz Stone y Jack Dorsey. Su concepto inicial era aportar una solución gratuita para los jóvenes y poder mandar mensajes gratuitos desde sus móviles. Fueron sus propios usuarios los que la convirtieron en una app revolucionaria, ya que permitía compartir comentarios limitados a 140 caracteres. Esta simplicidad atrajo pronto a los periodistas, convirtiéndola en el epicentro de debates, opiniones y tendencias. Durante esos primeros años dorados, Twitter creció rápidamente, consolidándose como una plataforma de información en tiempo real, totalmente fundamental.
Recuerdo ese primer acontecimiento de tremendo calado (los atentados de Bombay en el 2008) y su temblorosa retransmisión en directo. Marcaron el definitivo camino a la cúspide de la aplicación con logo de pajarito. Luego vinieron movimientos sociales, como el 15M o la Primavera Árabe, demostrando todo sus beneficios solidarios y poderes aglutinadores. Twitter se convirtió en el retrato, diario y en directo, de todo esta sociedad convulsa y acelerada. Nos contaba la vida llana de millones de usuarios, revelaba la vehemencia de algunos políticos o los guardarropas de celebridades
Sin embargo, y pesar de alcanzar rápidamente los 300 millones de fieles, la plataforma nunca logró convertir esa virtual influencia en una realidad financiera sólida, un problema que arrastraría hasta la fecha y lastraría su valorización en bolsa.
Del azul pajarito al pantone más oscuro
Pese a su perpetua búsqueda de la innovación, Twitter cometió errores significativos limitando su crecimiento frente a sus competidores. Es más, dejaron pasar varios y veloces trenes. El fundador de Instagram (quién fue anteriormente uno de sus becarios) les ofreció desarrollar su idea y “pasaron” de comprársela. Mientras Instagram (ya adquirida por Facebook) apostaba por novedosos formatos visuales, Twitter tardó también demasiado en adaptarse, incorporando, tarde y mal, opciones demasiado tradicionales en términos de vídeos cortos y efectos visuales.
La llegada de sus efímeras Fleets (una versión pobre de las Stories) fue un intento de salvar los muebles, pero poco pudo hacer frente a Snapchat o a Mark Zuckerberg y sus potentes redes. La falta de herramientas intuitivas para creadores de contenidos, en un momento en el que los usuarios se descubrían un nuevo talento artístico, la dejó rezagada en la batalla por la atención y su negocio publicitario. Los lideres de opinión, periodistas e influencers, fueron priorizaron a plataformas más dinámicas e interactivas.
Por si fuera poco, el mal rollo, los haters, la desinformación y el acoso, se convirtieron en un profundo pozo sin fondo, ni forma. Los bots y trolls minaron aún más la moral de unos usuarios, ya aburridos y hastiados, y rompió la confianza de las marcas en promocionar ahí sus productos.
Los insistentes esfuerzos por combatir estos problemas fueron insuficientes. Estos fallos dejaron a Twitter en una posición muy vulnerable, y a sus empleados incapaces de competir en igualdad de condiciones.
Despegue de SpaceX y caída de X
En octubre de 2022, Elon Musk adquirió Twitter por unos 44 mil millones de dólares. “Peccata minuta” para el hombre más rico del mundo que amenaza con visitar pronto Marte y colonizar el espacio. Prometió transformarla en un espacio de libertad de expresión y, a la par, hacerla altamente rentable. Sin embargo, sus deliberadas decisiones no gustaron a sus usuarios más fieles. Desde el sorprendente cambio de marca a X (desdibujando el sentimiento de pertenencia a una comunidad arraigada) a unos cambios de algoritmos que significaron unas fuertes caídas de audiencia, todo lo llevó a ser el objeto de unas fuertes críticas.
La moderación de los contenidos también fue una decisión poco acertada. Al querer reducir significativamente los costes operativos, tuvo que prescindir de los equipos encargados de detectar el odio y su variedad de discursos. La plataforma se volvió aún más despiadada y caótica, afectando a la experiencia de los usuarios, alejando a los principales anunciantes y aniquilando sus ingresos publicitarios.
El aumento de la competencia, el potente algoritmo de recomendación de TikTok y la llegada de Threads (la última estocada de Meta), añadieron aún más presión a una X ya seriamente tocada, dejándola en medio de una lucha por mantenerse relevante en plena crisis de reputación y relevancia.
Elon Musk lleva, desde siempre, la diversificación (y el egocentrismo) por bandera. Dicen que los genios en eso de “creerse el centro del mundo”, se asemejan. En este preciso caso, parece que el hombre de los coches eléctricos y robots eficientes está perdiendo la batalla informativa, entre tanta artimaña política, lanzamientos de cohetes y criptomoneda.
La huida de los medios de comunicación
Medios informativos como NPR, ABC News y CBC, respectivamente en EE.UU, Australia y Canadá, han ido abandonado paulatinamente el barco. En Europa, la BBC ha reducido drásticamente su actividad, priorizando sus propias webs y canales. Esta deserción ha encendido todas las alarmas, ya que atraían a millones de usuarios en busca de una información confiable. Lo que a su vez mermó un tráfico de calidad y mató su propia actividad.
Conseguir seguidores no es fácil tarea. ¿Cómo periódicos y televisiones con tantos millones de followers pueden tirar el trabajo y la dedicación de tantos años por la borda?
The Guardian, o aquí La Vanguardia, han ido exacerbando un poquito más la polémica. Ambos periódicos, con gran trayectoria, han anunciado el cierre o parada de sus cuentas de X, aludiendo a los recientes problemas de bulos, manipulación electoral o influencia económica.
Los cambios de algoritmos han habitualmente beneficiado a los intereses de Trump o del propio Musk, pero han contribuido también a su constante pérdida de influencia. Varios otros medios han señalado que, el ambiente hostil y la desinformación que reinan habitualmente en la plataforma, le han hecho perder su sentido como herramienta informativa. Han decidido trasladarse a otras plataformas, como Instagram Threads o TikTok, donde encuentran audiencias más jóvenes, un ambiente menos tóxico y unas narrativas adaptadas.
X y su particular regreso al futuro
La huida de esos valiosos medios de comunicación plantea serias dudas sobre el futuro de X. Si la tendencia continúa, la red social podría perder su principal atractivo: ser ese espacio donde los usuarios solían acudir para estar informados al minuto. En ese sentido, Musk mantiene el pulso frente a las grandes firmas, vocifera que no necesita a nadie y que la información de hoy ya la hace “la gente”.
Camina firme en la visión de su futura X, y de llevarla algún día, a ser una app tan imprescindible como la WeChat en China. Sin embargo, para que esta transformación sea exitosa, tendría que construir una relación, tanto con medios y usuarios, que sea de real amistad y confianza. De esa forma, podría quizás indirectamente reavivar el interés de los anunciantes por su plataforma.
Sin dichos medios tradicionales a su lado y sus millones de seguidores que le den apoyo, X se convertirá probablemente en un peor mundo, un lugar dominado por un omnipotente líder, mandando con cierta autoridad, sobre minorías abducidas y un entorno politizado.