Cada vez hay más famosas entre las que no distingo. No porque tenga un problema de memoria, sino porque, objetivamente, me cuesta mucho diferenciar sus caras. Mismo perfil, misma nariz, mismos labios, mismos pómulos cincelados con precisión milimétrica. Una generación entera de mujeres con la misma cara prefabricada, porque la belleza ya no es cuestión de rasgos únicos, sino de cuánto te pareces al molde de moda.
Siempre ha habido cánones de belleza: de los cuerpos esculpidos de la Antigua Grecia a los corsés victorianos, del culto a la delgadez de los 90 al reinado de las curvas con las Kardashian. Si nacías con los rasgos adecuados en el momento adecuado, suerte. Si no, te tocaba jugar con lo que tenías. Ahora, sin embargo, los estándares con los que nos comparamos no existen en el mundo natural. Ya no se trata de lotería genética o de una serie de rasgos “preferidos”, sino de “hacerse la cara” a medida. La belleza no se tiene, se construye. Y se paga a plazos en la clínica de confianza.
Cirugía estética: sí o no
No tengo nada en contra de la cirugía estética. Si alguien se quiere hacer un retoque porque le da seguridad, perfecto. Pero hay una diferencia entre mejorar algo que te acompleja y volverte parte de una fábrica de clones. Sí, la belleza siempre ha sido aspiracional, pero antes era también diversa. No había filtros, o edición fácil, y si alguien realmente destacaba, era porque tenía algo único. Se celebraba lo exótico, lo distinto: la mirada felina de Sophia Loren, el espacio entre los dientes de Brigitte Bardot, la androginia de Kate Moss. Cada generación tenía sus iconos, y lo que los hacía especiales no era que encajaran en un molde, sino que rompían con él. Hoy, en cambio, no se trata de tener un rasgo distintivo, sino de ajustarse al checklist quirúrgico del momento. Y cuando todos cumplen los mismos requisitos, lo especial deja de existir.
Hemos pasado de admirar lo excepcional a fabricarlo en masa. Angelina Jolie tenía los labios gruesos como rasgo distintivo. Ahora, si no tienes un combo de ácido hialurónico y perfilado, parece que no cumples con la cuota mínima de atractivo. Antes, las famosas top models tenían una estructura ósea brutal que las hacía destacar en el modelaje. Hoy, la bichectomía hace que cualquier mandíbula pueda ser digna de una sesión de fotos profesional. La singularidad ha muerto y la han reemplazado los retoques predecibles.
Y sí, los estándares de belleza siempre han cambiado, eso no es nuevo. Pero lo que ha cambiado es la exigencia de adaptarse a ellos a golpe de bisturí. Ahora, las tendencias estéticas funcionan con la lógica de la moda rápida. Lo que hoy es el ideal, mañana será reemplazado. ¿El problema? Que aquí no hablamos de cambiar de vaqueros, sino de rostros moldeados con bisturí. No es lo mismo arrepentirse de haber llevado cejas finas en los 2000 que descubrir que te quitaste las bolas de Bichat en 2023 y ahora se llevan las caras más rellenitas.
Lo más irónico de todo esto es que, en teoría, vivimos en la era de la autoaceptación. Nos repiten hasta la saciedad que debemos amarnos como somos, que la belleza es diversa y que no hay un único estándar. Y, sin embargo, en la práctica, nunca ha habido un molde tan rígido y uniforme. ¿Por qué si no la clínica de estética de tu barrio tiene lista de espera? ¿Por qué las chicas de 18 años ya están pidiendo retoques como regalo de cumpleaños? ¿Por qué la gente se somete a operaciones irreversibles por un estándar que, a este ritmo, habrá cambiado en cinco años?
Porque el problema ya no es solo la homogeneización de los rostros, sino el mensaje que esto envía a las generaciones más jóvenes. El mensaje es que les llega es que pueden encajar si se retocan lo suficiente. Que si no te ves como las chicas que te salen en el feed de Instagram, no es porque tengas otro tipo de belleza, es porque “aún no has pasado por chapa y pintura”.
Al final, la pregunta es: ¿realmente estamos avanzando? Nos venden la cirugía estética como una forma de empoderamiento, pero ¿no es paradójico que este “poder de elección” esté creando una presión cada vez más fuerte por tener una apariencia tan concreta? La diversidad facial, esa que solíamos admirar, se está convirtiendo en una anomalía.