Expiró Mario Vargas Llosa el 14 de abril –de la Segunda República, por cierto, no se acordó ni Miguel Ríos–, una multitud inmensa de lectores lloró su muerte urbi et orbi, y cuatro cretinos y otros tantos cobardes aprovecharon el deceso para armar una raquítica y ridícula batucada virtual y, respectivamente, ciscarse en el mayúsculo autor peruano, y justificar que, ains, les gustan sus libros, pero no comulgan con sus ideas, no sea que el comisario, comisaria o comisarie político de turno les ponga en la picota mediática y, a muchos de ellos –nos vamos conociendo–, les agujeree los bolsillos considerablemente.
Amb la mort de Mario Vargas Llosa, la literatura espanyola ha perdut un gran nom i la nació catalana un gran enemic… pic.twitter.com/t39j3wcQm7
— Carod-Rovira II*II (@CarodRoviraJLl) April 14, 2025
Ese mismo lunes, el exvicepresidente de la Generalidad catalana, Josep-Lluís Carod-Rovira, opositó a guionista de El Intermedio escribiendo en X: “Con la muerte de Mario Vargas Llosa, la literatura española ha perdido un gran nombre y la nación catalana un gran enemigo”. La periodista y cantante peruana Laura Arroyo, infante –según la quinta acepción del DRAE, se entiende– mediático del Vasilenin de Galapagar, Pablo Iglesias, criticaba en Canal Red, “como una demócrata con memoria”, que el autor de Conversación en La Catedral “representa bastante bien el declive de los valores democráticos a nivel mundial”. Por su parte, el profesor titular de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla, Joaquín Urías, no reprimía el impulso de escupir, sin nombrarlo, pero guiño, guiño, en el cadáver del Nobel: “Se puede ser muy mala persona y un gran escritor”. Tras ello, a este exletrado del Tribunal Constitucional le cayó la del pulpo en las redes y, nueve horas después de su primer tuit, ufano, ciego perdío de presunta superioridad intelectual y moral, escribió la siguiente gilipollez: “Twitter está lleno de cretinos que usan la cabeza para embestir. Nada nuevo. Dicho eso, Picasso también era un maltratador despreciable y Vargas Llosa también un grandísimo escritor. Y ahora, que les estallen sus cabecitas”.
Se puede ser muy mala persona y un gran escritor.
— Joaquín Urías (@jpurias) April 14, 2025
Para contrarrestar el pedo sectario de Carod-Rovira me limito a invocar al sapientísimo mosso Octavi, el de “la República no existe, idiota”. La soflama de Laura Arroyo es inflamable, pero previsible y, mal que le pese, terriblemente marginal: qué se puede esperar de la lacaya de un fulano que busca desesperado estirar su famita tirándole el micro a Vito Quiles. Me parece mucho más interesante el zarpazo de Urías. Porque, paradójicamente, me despierta compasión: creo que nace de una herida, de un complejo, de toda una vida anémica de amor y/o reconocimiento. Urías es como esos perretes abandonados de Instagram que, en el momento de ser auxiliados, muerden la mano de su rescatador. Ahí hay resentimiento. Y tormento. Creo que estamos ante un caso paradigmático de disonancia cognitiva tóxica, aliñado con la necesidad urgente de pertenencia y señalización moral. Intuyo que el profesor es un lector ferviente de Vargas Llosa, pero que lo lleva con culpa porque se siente mínimamente querido y reconocido –cómodo, cuando menos– en su círculo progre, y que ahoga con litros de bilis y veneno su admiración íntima hacia el Nobel para hacer patente la pureza de su sangre, su carné de socio veterano, sus galones de fanático ecofemiloquesea, no sea que le marginen. No sea que se quede sin amiguitos. Con el frío que hace fuera de la tribu.
Ciudadana del Perú te habla claro, clarito, clarinete, sobre Vargas Llosa
Que cada cual llore a sus muertos. Y este en concreto no, no era de los nuestros, era un sujeto despreciable e infame 👇 pic.twitter.com/prYch6M4aP
— Pedro Honrubia (@honrubiahurtado) April 14, 2025
En cuanto a lo de comparar el maltrato a las mujeres con ser liberal…, en fin, no deja de ser una sandez mastodóntica expectorada en un contexto de pavor febril. Perdonen a Urías, porque no supo lo que hacía. Pobrecillo. Ya quisiera él parecerse una mijilla a Vargas Llosa. Y no sólo desde el punto de vista literario.