Isabel Díaz Ayuso ha sorprendido a propios y extraños al defender a los inmigrantes del cono sur frente a los furibundos ataques de VOX. Que Vox sea ya el mayor enemigo de Ayuso, muy por encima del resto de fuerzas políticas de la Comunidad de Madrid no es raro; de siempre, el peor enemigo del Frente Judaico Popular es el Frente Popular de Judea. No hay fuego que queme más que el fuego amigo. Y al hilo del reparto de menores tutelados, del problema de las pandillas juveniles (más viejo que el hilo negro y presente siempre en economías deprimidas), la oposición le ha salido a Ayuso con que Madrid (y toda España, si le apuran) vive bajo el terror (sic) de las “bandas latinas importadas del tercer mundo”. En concreto ha sido Isabel Pérez Moñino, portavoz del partido nacional católico-liberal escorado a la derecha (Vox).
La otra Isabel (la Ayuso) ha dicho que nanay, que aquí las bandas violentas son de todos los colores. Ha mencionado a Núcleo Nacional (cuya identidad ha sido recientemente revelada por Román Cuesta, apuntando a nombres vinculados, precisamente, al PP), y a otras bandas tanto de extrema derecha como de extrema izquierda. “Como usted hablaba en su pregunta de bandas juveniles, pensé que también me hablaría de los neonazis, de los anarquistas, de los skin heads, de Núcleo Nacional (…) a aquellos que están relacionados con el fútbol, y por supuesto, con las bandas hispanoamericanas”, dijo Ayuso.
Ha sorprendido a propios y extraños porque todos esperábamos que Ayuso condenase la inmigración viniera de donde viniera, cuando los partidos conservadores, en realidad, están en contra de la inmigración ilegal, que es la de los pobres. Por un momento pensé que quizás Ayuso se estaba pronunciando contra el racismo, pero enseguida caí en la cuenta de que todos esos poseedores de Golden visa, esos empresarios de éxito que compran pisos como quien compra bolsas de patatas fritas, son, en Madrid, sudamericanos.
Ellos son los verdaderos fans de Ayuso, y el PP. En el último mitin del PP por el que pasé (tengo la costumbre de unirme a toda manifestación o mitin que me encuentre por la calle, y he estado en todo tipo de protestas y reivindicaciones, a veces sin saber exactamente a qué me estaba uniendo) había casi tantas banderas venezolanas como españolas. A estos grandes rentistas no les hará ni pizca de gracia que venga la Pérez Moñino a decir que son unos violentos tercermundistas, y la presidenta es muy consciente de eso.
También ha sabido meter a todo el mundo en el mismo saco: entre ellos a tres grupos que son, en realidad, lo mismo. ¿Qué diferencia hay entre un skin y un neonazi? ¿Y entre un neonazi y uno de Nucleo Nacional? ¿Qué ideología política suelen profesar los hinchas violentos del balonpié? Todos, todos nacionalsocialistas (a ellos les suele molestar que se les llame nazis, porque eso es inexacto).
En este saco están los anarquistas, que pueden ser bullangueros pero que no dan palizas indiscriminadas por ahí, al contrario que el resto de grupos mencionados. El bruto de cada bloque se mete a algún grupúsculo radical, pero cada grupúsculo tiene sus reglas, y los anarquistas no son de dar tirones, ni de rodear al primer chaval que pasa para darle patadas en el suelo. Son, eso sí, gorrones por naturaleza.
“¿A dónde quiere que les expulse, si son nacidos en España?” ha venido a recordar Ayuso. En Vox se suelen olvidar de que los nacidos en España son españoles, independientemente del origen de sus padres.
Es interesante el giro de la derecha (de cierta derecha) hacia la xenofobia moderada. Quién le hubiera dicho a esta gente, hace diez años, que acabaría defendiendo a nuestros hermanos del cono sur. Me sorprende tanto como ver a nacionalistas catalanes defendiendo la inmigración de países musulmanes. Tanto como ver a la extrema derecha (la de los límites) defender la causa palestina. La realidad se está volviendo demasiado interesante; echo de menos cuando era aburrida.