Lo de “revista” lo digo por jóvenes, formalmente vestidos y guapetones, que son valores en sí mismos. Cuando Albert Rivera nació a la política también se resaltaron mucho en él esas condiciones. También se habló extendidamente en su caso de “aire fresco”, no se sabe si por suponerle ideas recién exprimidas o por contraponer ese airecillo a lo “viejuno” meramente físico (no muy “políticamente correcto”, en realidad). La cuestión es que Attal y Bardella se han convertido en emblemas de una “nueva política” francesa y, quizá, europea, como luego veremos. El primer ministro francés, Gabriel Attal, de la alianza centrista del presidente Emmanuel Macron, se crio en París y es hijo de un judío tunecino y de una madre de origen ruso de Odesa con raíces griegas. Es la primera persona abiertamente homosexual en ocupar dicho cargo. El 20 de julio de 2023 fue nombrado Ministro de Educación Nacional y Juventud y mostró su talante decidido prohibiendo el uso de la abaya en las escuelas en nombre de la laicidad. Jordan Bardella, por su lado, asumió el liderazgo de la Agrupación Nacional (RN), el partido de extrema derecha de Marine Le Pen. Nació en 1995 en un suburbio parisino y es hijo de inmigrantes italianos y argelinos. Arrasó en las elecciones europeas al conseguir el doble de votos que los de Macron.
Soplan aires nuevos en Europa. Ya veremos si son realmente “frescos” o es lo mismo de siempre. Y los liberales tenemos que estar muy atentos. Los jóvenes en la UE obtienen su información en gran medida de Instagram (64%) y de TikTok (el 25%). En Alemania, por ejemplo, Alternativa para Alemania (en alemán: Alternative für Deutschland, sigla AfD) llega a tantos jóvenes en TikTok como todos los demás partidos juntos. En mi artículo de hace dos semanas, “Alvise y los machirulos descontentos”, ya comenté que fue un candidato ampliamente votado por hombres jóvenes que se informan por Internet. Como en el caso alemán, su forma de comunicación en las redes es contundente, a veces humorística y demasiadas veces fundamentada en el vacío, con pocos escrúpulos. El francés Bardella también usa hábilmente los canales de comunicación preferidos de los votantes jóvenes. El político del RN tiene millones de seguidores (1,5 en Instagram y 615.000 en TikTok), superando ampliamente a sus rivales políticos. Mezcla su discurso con música de moda, efectos de sonido y videoclips. Como es hetero se habla ya de “Bardellamanía” entre las mujeres jóvenes francesas. En muchos aspectos, personifica el tipo de modelo masculino que cierta derecha ha cultivado con éxito en las redes en los últimos años: va al gimnasio, transmite orden, es elegante, joven y masculino.
Aunque el desaliño de Alvise no encaja con la imagen cuidada de un Attal o de un Bardella, sí lo hace en ese chic contracultural subversivo que ha ganado la derecha (¡incluso la ultraderecha!) en los últimos años. El último y más sustancial factor que impulsa a los jóvenes al populismo de derechas es que son ideológicamente contrarios a un statu quo que es ideológicamente de izquierdas desde hace años. Creen que los partidos del establishment solo les ofrecen empobrecimiento generacional, y tienen motivos para quejarse por factores económicos pero también culturales. Los niveles extremadamente altos de migración masiva conllevan una fuerte competición en los mercados inmobiliarios y laborales. Esto es aprovechado por demagogos que les aseguran sin matices que por culpa de quienes vienen de fuera los alquileres son cada vez más altos, los salarios más bajos y que el sueño de una casa en propiedad nunca estará a su alcance. La falta de un debate libre, pues discutir es ser tachado inmediatamente de facha, produce la impresión general de que el contrato social se ha roto a expensas de los jóvenes autóctonos en beneficio de los jubilados y los extranjeros.
Por lo que respecta al votante masculino joven, valdría la pena reflexionar especialmente sobre su descontento. Sobre los motivos que le llevan a girarse hacia al lado más conservador, a buscar este tipo de modelo. Es muy posible que esos jóvenes no estén solamente cansados de que los partidos tradicionales acepten como inevitables o hasta como positivas unas políticas de inmigración que se han demostrado ineficaces. Quizá también se resientan de una plaga Woke en la que se incluye un feminismo irracional que les culpabiliza exageradamente.